Cuando se quiera saber una de las razones importantes por las que instituciones internacionales han perdido credibilidad, podríamos exponer la presencia de Javier Milei, el mandatario argentino, ante la Asamblea General de la ONU.
Allí se encontraban más de 60 mandatarios y otros altos directivos de la casi totalidad de los que integran la organización. Los había de países más ricos y más pobres, pero en su generalidad, de una u otra afiliación política o creencia religiosa, esperan por los cambios necesarios en una institución fundada para mantener la paz y seguridad internacionales, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, entre otros aspectos.
Milei, quien ya ha mostrado sus pocas cualidades para representar a un gran país como Argentina, parecía estar, en el plenario de la ONU, enarbolando la motosierra con la que hizo su debut en el escenario político de su nación.
Cuestionamiento total a la institución que le permitió presentarse ante el plenario. Horrores y diatribas contra la Agenda 2030, a la que calificó como “un programa supranacional de corte socialista”, —ojalá y lo fuera—.
Para tratar de impactar con su drástico anuncio de que “Argentina dejará atrás la neutralidad estratégica”,
Milei anunció que también se va a disociar del Pacto del Futuro, que prevé 56 acciones para hacer frente a desafíos como el cambio climático, el mantenimiento de la paz, el derecho internacional, la arquitectura financiera mundial, y las potenciales amenazas de la inteligencia artificial (IA), entre otros aspectos.
En la ONU, Milei quiso reforzar su alineación con el gobierno estadounidense, y en contra de la comunidad internacional, cuando se identificó con Israel, calificándolo como “el único país de Medio Oriente que defiende la democracia liberal”.
Ni una palabra del mandatario argentino, sobre el genocidio israelí contra los palestinos. Ni sobre las masacres en Gaza y Cisjordania.
En cuanto a los bombardeos de Israel contra el Líbano, se mantuvo al lado del régimen sionista de Benjamín Netanyahu.
Con su histrionismo o pantomima de mala data, se refirió irrespetuosamente a los presentes en la Asamblea General de la ONU, al referirse al Consejo de Derechos Humanos, y decir que los jefes de Estado y Gobiernos, y demás representantes de los pueblos del planeta, “en esta misma casa, que dice defender los derechos humanos, han permitido el ingreso al Consejo de Derechos Humanos, a dictaduras sangrientas como Cuba y Venezuela, sin el más mínimo reproche”.
En igual sentido, dijo ofensivamente Milei que “sistemáticamente, se ha votado en contra del Estado de Israel, que es el único país de Medio Oriente que defiende la democracia”.
Ni una sola mención hizo el mandatario, al hecho de que durante el primer año de su estancia en la Casa Rosada, la condición de indigencia para sus coterráneos ha subido del 9,6 por ciento al 17,5 por ciento, llegando actualmente a la cifra de un 55,5 por ciento de pobres en un país con condiciones naturales para ser uno de los más ricos.
Este señor que hace presente su acostumbrada fanfarronería, y que se atrevió a cuestionar que Cuba forme parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, debiera recapacitar y acordarse de que él se ha propuesto crear una especie de cortina informativa, para que los argentinos se olviden de los más de 30 000 muertos o desaparecidos en la época de la dictadura. Y ¡eso si fue dictadura! Todavía hoy, décadas después, se buscan por madres y abuelas a hijos secuestrados y desaparecidos de los que Milei no quiere acordarse.