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El sionismo y la comunicación del miedo

Mientras Israel avanza en su incursión terrestre sobre el Líbano y Hezbolá e Irán contraatacan, otra operación, más sigilosa, aunque también potente, sigue su curso: la psicológica. Es una táctica de inteligencia militar muy habitual utilizada en aras de influir en las acciones y percepciones, tanto de la opinión pública como de los actores involucrados, y buscar ventaja estratégica para evitar, anticipar o articular un conflicto armado.

En su artículo “La guerra psicológica de Israel: así utiliza las octavillas y emisiones para minar desde dentro el apoyo social a Hezbolá y los ayatolás” la periodista y comunicadora audiovisual especializada en terrorismo y en criminología, victimología y delincuencia Carmen Corazzini analiza cómo en cada invasión israelí al Líbano —la actual es la cuarta— combina tácticas militares y psicológicas.

El texto, colocado en varios sitios de internet e incluido en un resumen del portal www.periodismo.com, refiere que ya en 1978, durante la Operación Litani, Israel usó folletos y anuncios radiales para difundir mensajes que justificaban su intervención como el respaldo de una acción necesaria para combatir el terrorismo y restaurar la paz.

Corazzini recuerda que durante aquella primera incursión de siete días los panfletos y emisiones se diseñaron para disminuir el apoyo a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Ocurrió lo mismo —añade— en la guerra de 1982, escenario del nacimiento de Hezbolá, y otra vez en 2006 cuando, en el seno de la Operación Azul, se volvió a lanzar desde el cielo mensajes a la sociedad que afirmaban que el respaldo al Hezbolá solo traería más sufrimiento y destrucción.

La analista argumenta que “se responsabiliza al enemigo de la violencia padecida. Al incidir en el uso de civiles como escudos humanos se refuerza su demonización. Lo prioritario es la deslegitimación, la merma del apoyo social y el quebrantamiento de la moral de sus filas”.

En el lanzamiento aéreo de octavillas también se intercalan avisos y mensajes de texto que alertan sobre inminentes bombardeos. De ese modo —continúa— se espera una reducción de las bajas civiles, pero la maniobra es aprovechada también para propiciar una atmósfera de miedo y ansiedad cuyo objetivo último es alentar a la población a cuestionar, en este caso, el liderazgo de Hezbolá. El temor a una operación militar terrestre, de hecho, aumentó considerablemente tras los folletos lanzados por el ejército israelí en su tercera incursión del 2006, y generó confusión, rebelión y deserción.

En esos mismos años Israel volvió a usar la táctica en Gaza. Durante la Operación Plomo Fundido de 2008-2009, su Ejército lanzó una campaña de propaganda en la Franja destinada a convencer a los palestinos de que Hamás era responsable de la violencia y de las condiciones adversas de su nación. De hecho —sostiene la investigadora—, atribuir los problemas coyunturales de un país enemigo a su propio régimen es otra maniobra de inteligencia táctica a la que acaba de recurrir, de manera directa, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Así lo aprecia Corazzini: a través de su mensaje destinado a la población iraní, Tel Aviv alienta a la sociedad persa a un cambio y revolución interna que derribe a los ayatolás mientras, de paso, critica a sus líderes por malgastar millonadas en guerras inútiles en lugar de usar esos fondos en mejorar la vida de los ciudadanos, y apela a los “iraníes decentes que saben que merecen algo mejor”. En resumen, minar desde dentro la moral del enemigo es otro principio básico de este tipo de estrategias.

La destacada especialista refiere prácticas históricas para concluir que las operaciones de guerra psicológica son más antiguas que el libro El arte de la Guerra, de Sun Tzu: “Lo primordial reside en desarmonizar al contrincante, influir en la sociedad y modificar los resultados. Tal como subrayaba el maestro chino, es fundamental el engaño, la desinformación o la desmoralización del adversario. En este sentido, los medios de comunicación y los avances tecnológicos se han coronado como otro pilar armamentístico”.

El primer vértice de toda guerra psicológica —considera Corazzini— es el de la persuasión y propaganda para disminuir la autoridad del contrincante: “Durante la Guerra Fría, entre las distintas técnicas, se creó la Radio Free Europe/Radio Liberty que, desde Occidente, transmitía a los bloques del Este una contra-narrativa que desacreditaba sus regímenes”.

La académica ubica el segundo vértice en la opinión pública, de cara a la cual la tecnología juega un papel fundamental: “La guerra de Siria, por ejemplo, se ha colmado de campañas en redes sociales y medios de comunicación que propagaban imágenes manipuladas con el fin de provocar movilización social, apoyo a determinadas facciones o incluso el respaldo internacional. Esto enfatiza la polarización política y aumenta la desconfianza institucional. También los ataques cibernéticos que interrumpen las comunicaciones sirven para generar recelo entre miembros y fomentar errores internos”.

¿Dónde estaría el tercer vértice? Muy ligado al anterior, en el amplio terreno de la desinformación, desde la propagación de rumores que puedan confundir sobre intenciones o capacidades (propias o ajenas) hasta las operaciones de bandera falsa: aquellos actos atribuidos falsamente al enemigo, una práctica usada a menudo por grupos terroristas. “Se usa la psicología de masas para estudiar las reacciones de la sociedad ante diversos estímulos con el fin de manipular”, afirma la experta.

Como tristemente puede comprobarse en cada noticiero del mundo, todas esas prácticas tienen un impacto directo en el conflicto porque provocan y fuerzan cambios de estrategia e interfieren en la perspectiva tanto de los actores como de la legitimidad de la guerra.

No obstante, Carmen Corazzini convoca a una opinión pública más preparada y proactiva: “Si los regímenes emplean esfuerzos en persuadir a la sociedad, esta también tiene la responsabilidad de reaccionar o no dejarse manipular. Los gobiernos en ocasiones actúan en solitario, pero necesitan el apoyo social. Ahora que la desestabilización en la zona sufre una importante escalada, ojalá sus protagonistas recuerden una vez más al maestro Sun Tzu: “… ganar cien veces cien batallas no es el apogeo de la habilidad. Someter al enemigo sin pelear es el apogeo de la habilidad”.

Imagen de portada: Como la que sufre Gaza, la invasión israelí al Líbano es también una guerra de símbolos. Imagen: orientxxi.info

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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