Nacido en Luxemburgo en 1950, Jean Portante es un poeta consumado, pero también se le conoce como narrador, dramaturgo, ensayista, traductor y ha ejercido lúcidamente el periodismo. Su trayectoria creativa le ha asegurado lauros y reconocimientos, como uno de los escritores de lengua francesa de mayores méritos, entre los que desarrollan su obra ya en el siglo XXI. Más de la docena de poemarios delatan en él que la fuerza motriz de su obra es la poesía, género que cultiva con calidad de imágenes e inteligencia creativa. Portante es un poeta de vibración de las ideas, cuidadoso de su verso rítmico y armonioso, sin embargo, son las asociaciones de ideas las que le ofrecen el valor singular a sus breves y singulares poemas.
Se ha dicho de su obra que la asisten preocupaciones existenciales e intelectuales (su poesía es fuertemente intelectiva), donde lo épico deviene lírico y lo lírico deriva en canto. Porque Portante canta, no es un narrador cuando escribe su obra poética, afina su instrumento expresivo para ofrecer casi canciones, claro que con una densidad primordial de ideas.
En Cuba, donde Portante residió una breve temporada, se ha editado una notable antología personal de su obra, a cargo del poeta Víctor Rodríguez Núñez: El trabajo del pulmón (Editorial Arte y Literatura, 2016), que reúne once de sus poemarios, entre ellos: Abierto cerrado (1994), Elaborrar (1996), El trabajo de la sombra (1999), El árbol de la desaparición (2005) que le da título a esa selección y, entre otros, Pulmón, instrucciones de uso, conjunto entre prosa, verso libre, y versículos en que campean el ideario natural junto a propuestas inteligentes y que saltan de lo lírico a lo prosístico cercano al ensayo, al «pensamiento», como, por ejemplo, en el primer párrafo de «VI. Todo lo que se ve», donde atina la idea de raigambre metapoética pero a la vez plantea un ars poética:
En mi escritura, lo que se ve es la lengua de escritura, no lo escrito. La lengua es la francesa. Nadie lo duda. Por cierto, cuando me preguntan en qué lengua escribo, respondo siempre la misma cosa: en francés. Y cada vez que contesto, siento en mí un animal interior reprochándomelo.
Es una suerte de desarraigo, de no pertenecer a un idioma sino a varios, y con ello a sentirse hombre de varias patrias. Él mismo ha dicho: «Yo soy migrante, hijo de migrantes italianos que fueron a Luxemburgo. Y, entonces, cuando uno es migrante, deja un lugar y llega a otro y poco a poco ya no forma parte del lugar que dejó, pero todavía no perteneces al territorio nuevo».
«Se trata de una poesía de la migración —dice Rodríguez Núñez— aunque no del exilio», enunciado que se calza por la constante propuesta del poeta acerca del desplazamiento personal y de la especie humana, que en su libro de 2013, ¿Por qué está tan triste el viaje que busca su materia?, es más que un leit motiv, una pregunta constante: «¿Por qué partir es / una versión edulcorada / de lo que da / a la soledad su consistencia».
Aunque escribe en francés, su obra vuelca sus orígenes italianos paternos, el luxemburgués de su tierra natal, y el alemán, tres idiomas corrientes en Luxemburgo, por lo que se les pueden considerar como «lenguas natales», más el dominio de otros aprendidos como el inglés, el español, y un poco el portugués. Esa situación políglota claro que influye en su obra, aunque, si se ve bien, en su poesía hay un poder concentrador, de resumen y brevedad (síntesis) que alcanza aquello que afirmamos: la idea de un cancionero, de textos que tienden por su ritmo y valor al canto más propio de una obra lírica que dramática o narrativa. El pulmón es el idioma, el que hace que el emigrante reciba el aire «nuevo» de los territorios donde vive, o donde se desplaza, y tenga que adaptar su modo de respirar a esa circunstancia. El propio poeta logra lo que él mismo ha llamado una «lengua ballena», adaptada, que recibe desde el francés a otras lenguas, sutilmente incorporadas a su canto.
En la poética de Portante bulle el olvido: lo que se queda dentro, lo inexpresado, aquello que parece olvidado en el seno de nuestro pensamiento, y que es para él la mejor memoria, la memoria del olvido. Esa paradoja le da fundamento a algunos de sus poemas, en La reivindicación del olvido (2009) advierten una forma de «borrar el universo» con el gradual olvido de las palabras, una forma de llegar a la idea de la muerte.
¿Es un poeta elegíaco? Hay un trasfondo de pérdida en su poesía, ya sea de los propios idiomas en que se mueve (como el ancestral italiano), o por lo que se deja atrás por el desplazamiento del emigrante, una idea de que hay algo perdido siempre, y, por supuesto, ello connota una carga elegíaca profunda en su textualidad, en su derrotero lírico.
Certeza y dudas acrecientan su derrotero, puede alcanzar una poética en el desconcierto que le produce el cambio de territorio, de circunstancia cultural, la confluencia entre el italiano de sus orígenes y el francés de su escritura, donde se derrumban «la gramática del responder» y la del preguntar. Su poesía es un río de experiencias, donde la historia personal se funde con la Historia, esa historia que es tanto regional como del ser humano en un planeta que le va quedando chico a la especie dominante. Escribe sobre su experiencia de escritura, su trilinguismo, su desplazamiento espacial e incluso temporal: «Debido a las circunstancias del viaje, me volví un huérfano de lo escrito».
Portante ha traducido, a su paso por América Latina, a Gonzalo Rojas y a Juan Gelman, poeta este último con el que ha hallado un fuerte sentido de correspondencia, quien le hizo ver que debía «escribir en Portante», una suerte de idiolecto para la poesía. Desde el francés desarrolla no sólo su propia escritura en versos sino un ideario, una poética en que fluyen el idioma y el olvido, como lo expresable y lo no expresable, pero también lo perdido y lo que cada día gana, el paso del tiempo, un presente que contiene en sí la aventura del futuro. Lo biográfico no se oculta, pero en su poesía del intelecto el poeta quiere sobre todo representar al mundo fluyente en torno, parte sustancial del hombre sobre la tierra, sobre su constante movimiento por el Planeta. Se ha dicho que su poesía es de «identidad múltiple», dada por el movimiento de la emigración, de sentirse extranjero en todas partes pero a la vez con vocación de integración cultural.
En Luxemburgo le otorgaron en 2011 el Premio Nacional de Literatura, ha sido director del evento Primavera de Poetas y de la revista Transkrit. En Francia, es miembro de la Academia Mallarmé y ha recibido varios lauros, como el Premio Mallarmé; creó en 2008, con Jacques Darras, la revista Inuit dans la Jungle, y ha dirigido, con Claude Couffon, la colección L’Cahiers Latin de la Editorial Caractères, dedicada a la poesía hispanoamericana. Así fluye la vida en su obra, en su poesía, en su concepto de la poesía, su poesía es el pulmón con el que respira al mundo (el pulmón de la ballena), y en la respiración está el eje de la pertenencia. ¿A qué ámbito pertenece Jean Portante? Jean Portante pertenece a la Poesía, patria pura, paraíso (si lo es) del alma humana (Tomado de Cubaliteraria).