Estos días hemos podido comprobar mirando los cielos del Sur de Galicia las consecuencias de la devastadora ola de incendios que asola Portugal. Las nubes de humo y de ceniza han teñido el sol y la luna de un manto rojizo, el aire se ha vuelto menos respirable y hay un persistente olor a quemado.
Por desgracia, los gallegos y las gallegas estamos acostumbrados a estos fenómenos de cielos plomizos de humo, como ocurrió con las olas de incendios de 2022, 2017 y 2006, sin ir más lejos en el tiempo. ¿Qué podemos aprender de lo que ha ocurrido en Portugal? ¿Qué riesgos compartimos con el país vecino?
En esta gran ola de incendios, que ha provocado siete muertes y en la que han ardido más de 100.000 ha., se han quemado sobre todo grandes masas forestales de eucalipto (junto con algunos pinos), empleadas mayoritariamente para producir pasta para papel. Las mayores empresas de este sector en Portugal son Navigator Company y Altri (¿les suena esta última?), que promueven el monocultivo de una especie arbórea que arde con facilidad y propaga incendios.
Las dos empresas poseen una suma total de 240.000 ha., abasteciéndose además de 100.000 ha, en manos de pequeños propietarios. Estas dos celulosas han ido comprando a precio de saldo terrenos ardidos, hasta incrementar diez veces su área forestal en los últimos diez años. Curiosamente, las áreas forestales en manos de estas empresas apenas arden, ya que disponen de un servicio de bomberos privados propio, son las áreas limítrofes las que caen víctimas del fuego.
En Portugal, en el 81 por ciento de las áreas reforestadas tras un incendio se ha plantado eucalipto. Es un círculo vicioso de fuego y papel, hay un interés claro de las empresas celulosas en mantener este modelo en el que los incendios juegan un papel decisivo en la expansión del monocultivo de eucalipto. Es el negocio del fuego, que empobrece los suelos, arrasa con la biodiversidad y fomenta el cambio climático para beneficio de unos pocos. Es el capitalismo, amigos.
Por supuesto, este modelo no podría funcionar sin la connivencia del poder político, que no sólo permite si no que alienta la expansión del eucalipto. Un ejemplo dramático lo tenemos en el hecho de que sean precisamente los gobiernos de los municipios más afectados por esta ola de incendios (como Alvergaría-a-Velha, Aveiro o Figueira da Foz) los que firmaron en 2018 un manifiesto en defensa del cultivo de eucalipto promovido por Navigator y Altri.
Pero el pasado domingo 22 la sociedad portuguesa se ha movilizado bajo el lema “el país arde, tenemos que despertar”, poniendo el foco en la responsabilidad de las celulosas, que tiene a los bosques como rehenes de su negocio y exigiendo un cambio de rumbo en la gestión forestal.
Altri y Navigator también son responsables de vertidos contaminantes desde sus plantas celulosas al río Tajo, provocando mortalidades catastróficas de peces y acabando con buena parte de la biodiversidad. Por supuesto, a pesar de la denuncia de los grupos ecologistas, la investigación sobre el origen de estos vertidos fue archivada y nunca se depuraron responsabilidades.
Estas empresas, con semejante historial medioambiental, pusieron sus ojos en Galicia. Navigator ha incrementado en un 69 por ciento las áreas de explotación de eucalipto que posee aquí. Y de Altri, qué vamos a descubrirles, su proyecto de construcción de una macrocelulosa en Palas de Rei (Lugo) ha desatado una fortísima oposición en toda Galicia por el desaforado consumo de agua que tendría, el grave riesgo de contaminación de las aguas y la extensión del modelo de monocultivo de eucalipto para alimentar la factoría.
Estas empresas, además, están investigando introducir nuevas variedades de eucalipto, como el nitens, más adaptables al clima del interior de Galicia que el eucaliptus globulus que domina en el litoral. La combinación de grandes masas de eucalipto con las consecuencias del cambio climático puede llevarnos a un escenario muy similar al de Portugal si no actuamos pronto. Vemos así cómo existe una conexión entre los incendios de Portugal y Galicia, además del humo que está nublando los últimos rayos del sol del verano. Y es que el negocio del fuego no tiene fronteras (Tomado de Viento Sur).