Las imágenes de las tropas nazis y del discurso de Hitler durante el congreso celebrado en septiembre de 1934 quedaron clavadas en el imaginario de todo el mundo. Tienen algo que mezcla lo terrorífico y lo hipnótico. Se hablaba hasta de una puesta en escena nazi en la forma en la que el propio desfile, el montaje, la música y el encuadre se fusionaban creando un arma de propaganda que se sigue estudiando en las escuelas de cine. La responsable de grabar aquellas imágenes fue la cineasta Leni Riefenstahl, que tras dirigir La luz azul recibió el encargo de Hitler de rodar una trilogía de obras sobre sus mítines con el fin de ensalzar su ideología fascista.
Para ello tuvo recursos casi ilimitados, un equipo de 170 empleados, incluidos 36 camarógrafos y nueve cámaras aéreas. Para montar El triunfo de la voluntad, su segunda entrega y la más conocida, tardó siete meses. No fue el único trabajo para el nazismo, también el díptico Olympia sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, donde su cámara ensalzaba los cuerpos atléticos y la superioridad física de sus deportistas.
Fue amiga del régimen y contribuyó con su obra a que su mensaje se extendiera de forma más eficaz, como un virus gracias a sus películas propagandísticas. Sin embargo, cuando acabó la guerra ella siempre negó pertenecer al partido nazi, y vendería una y otra vez que el arte es apolítico y que ella solo recibió un encargo. Fue juzgada y solo definida como “seguidora”, pero la vergüenza por los hechos cometidos por los alemanes hicieron que solo dirigiera una película más, Tiefland. Sin embargo, Riefenstahl continuó en la vida pública alemana. Daba entrevistas, iba a la televisión, publicó libros y durante toda su vida recibió miles de cartas de seguidores.
En muchos libros de historia se ensalzan más sus aportaciones a la puesta en escena cinematográfica que se cuentan sus vínculos con el nazismo, y por ello el cineasta Andres Veiel ha querido ajustar cuentas con la historia en Riefenstahl, un documental que muestra la conciencia absoluta que la directora tenía de las atrocidades que se cometían, su connivencia con Hitler y su amistad con la cúpula del partido. Lo hace desmigando el legado de cientos de cajas que ella dejó al morir, entre las que había agendas y cintas de casete en las que grababa conversaciones telefónicas.
Veiel realiza un trabajo minucioso para que cuando se estudie la figura de Riefenstahl no haya ambigüedades, menos aún en un momento de auge de la extrema derecha. Su documental también se muestra tajante ante una de esas preguntas que deberían ser ya retóricas: ¿puede el arte no ser político? Riefenstahl sabía lo que hacía rodando cómo rodaba y montando cómo montaba, y el efecto que suscitaba, por tanto tiene una responsabilidad directa en lo que provocaron sus imágenes.
También encuentra una carta en la que pedía que “quitaran a unos judíos de ahí” para poder filmar una escena. Como reacción, un oficial dio la orden de “deshacerse de esos judíos”, ante lo cual alguno intentó huir y les dispararon, según los documentos que encontraron en un legado con el que se hace justicia con ella y con su impunidad.
El cineasta la define como una pionera en las fake news, porque “mintió toda su vida”. “Esto es algo que estamos viendo todos los días en EEUU, y también lo veo en Alemania, donde hay un partido que elogia el nacionalsocialismo. Sentí la necesidad de abordar la importancia de la ideología y de la estética. Lidiar con las raíces de esto, porque creo que lo hemos ignorado”, explica Veiel ante un reducido grupo de periodistas desde el Festival de Venecia, donde se ha presentado el documental.
Que haya sido en Venecia es algo que el director valora especialmente, ya que en Italia gobierna la extrema derecha de Meloni. Por eso subraya el “coraje” del director del festival, Alberto Barbera, a quien han colocado como director de la Biennale “un intelectual que es parte de un partido neofascista”. “No creo que haya sido una coincidencia, sino una declaración política. Ella fue una heroína aquí. Estuvo tres veces con sus películas y fue premiada. La primera mujer que ganó aquí. Así que traer esta película en una época en la que hay un presidente que tiene sus raíces en un partido de tradición fascista y que niega la importancia de mirar esas raíces es genial”, añade.
Al sumergirse en su legado tuvo todavía más claro que no solo fue “atrapada por la estética del Tercer Reich, sino también por su ideología”. “Cuando la escuchas decir que en una o dos generaciones Alemania recuperará su moralidad, virtud y orden, muestra claramente su anhelo por un sistema autoritario. Es aterrador y como una profecía. Pero es que en su calendario encontramos pequeñas notas donde marcaba una votación del Partido Nacional Demócrata, que es el partido que niega el Holocausto, y pidió que se votara por ellos. Ella permaneció vinculada al fascismo en los años 60, 70 y 80. El fascismo empezó en su vida mucho antes de que empezara oficialmente en el año 33. Ella es el prototipo del fascismo”, zanja.
Lo que Veiel niega es que Riefenstahl sea una buena directora, y reduce sus méritos a ser “una muy buena montadora con un gran director de fotografía, pero como autora era horrible, no sabía escribir guiones”. Una puesta en escena que era, además, un ensalzamiento de los valores nazis. “Los que dicen que hay que separar la política y el arte son unos inocentes, cuando miras la estética de Riefenstahl no solo celebraba la supremacía del victorioso, del superior, enfrentado al otro lado, a las minorías, a los homosexuales, a los inválidos. Ese lado oscuro era parte del régimen y era parte de su ideología”, concluye.
Confía en que este documental y el cine puedan abrir un debate que lleve a entender por qué “muchos jóvenes votan al partido de derecha AfD en Alemania”: “Es importante describir los peligros. Esta película es como una advertencia, y espero crear una especie de conciencia de lo que podría pasar. Esta película no trata sólo del pasado, no trata sólo del presente. Es una película que nos está diciendo lo que podría suceder en el futuro” (Tomado de El Diario).
Imagen de portada: Leni Riefenstahl y Adolf Hitler, en una imagen del documental de Andres Vietel.