En atención a los múltiples y variados estudios[1] del investigador martiano Salvador Arias, dedicados a desentrañar ciertas relaciones intertextuales entre las Escenas norteamericanas y los textos de La Edad de Oro, ya existe un procedimiento para estudiar la revista a partir del diálogo que puede establecerse con la obra periodística de José Martí. No se trata de develar simples relaciones intertextuales, sino de detectar la hibridez genérica que asoma en varios de los trabajos pertenecientes a este mensuario infantil.
Aníbal González en su libro La crónica modernista hispanoamericana (1983), advierte el fenómeno antes mencionado como dominador común de la escritura modernista: “(…) al estudiar el modernismo ─ya sea en verso o en prosa─ nos topamos a cada paso con la crónica; ella nos sirve de fuente de información, nos provee de un contexto”[2]. Precisamente esta certeza es la que se tiene al poner en relación “Los zapaticos de rosa” con la crónica “Coney Island”, publicada en el semanario bogotano La Pluma, el 3 de diciembre de 1881, fecha bastante anterior a la publicación de la revista.
De aceptarse dicha crónica como hipotexto del poema que vio la luz en 1889, se distendería significativamente en el tiempo tal relación, pero no sería algo tan descabellado si tenemos en cuenta que dos de las ilustraciones que Martí utiliza para acompañar el poema, provienen de la edición neoyorkina, en inglés, del libro Une journé d`Enfant, de Adrian Marie, publicada en 1883, y no de las ediciones parisinas de 1878 o 1889, esto según lo sugerido por el investigador Alejandro Herrera Moreno.
Sería útil señalar las curiosas relaciones que han sido bien fundamentadas por Salvador Arias en sus análisis comparados de “Los zapaticos de rosa” con las crónicas “Por la Bahía de Nueva York”, escrita el 3 de agosto de 1888, y “Un verano en Nueva York”, del 8 de julio de 1889. No cabrían en este acercamiento sus afortunados hallazgos, pero vale la pena mencionar que él identifica, con una fundamentación muy seria, dónde habría sido descrita la niña que inspira el personaje de Pilar y en cuál de las dos crónicas el escenario de la playa cruza referentes inequívocos con el poema.
Si nos centramos en el tema principal de “Los zapaticos de rosa”, que no es el argumento del poema, como tampoco lo es la generosidad de sus protagonistas, si no el mismo eje de toda la revista, que es educar en nuestra América a futuros “hombres y mujeres de bien”, entendemos que el viaje de crecimiento de Pilar en su recorrido por la playa, es para el joven público, a quien va dirigido, un simbolismo de las dos opiniones que pudiera asumir el hombre nuestroamericano en relación con la vida estadounidense: o bien simpatizar con esa la realidad “asombrosa” descrita de manera hiperbólica en los diarios, o elegir, por el contrario, un distanciamiento de la superficialidad y de la búsqueda del placer propio, puestos los ojos en nuestros semejantes antes que en el disfrute egoísta. En esta disyuntiva se expresa esa preocupación propia de la crónica modernista por el devenir de las sociedades, lo cual se evidencia también en el emblemático inicio de “Coney Island”:
En los fastos humanos, nada iguala a la prosperidad maravillosa de los Estados Unidos del Norte. Si hay o no en ellos falta de raíces profundas; si son más duraderos en los pueblos los lazos que ata el sacrificio y el dolor común que los que ata el común interés; si esa nación colosal, lleva o no en sus entrañas elementos feroces y tremendos; si la ausencia del espíritu femenil, origen del sentido artístico y complemento del ser nacional, endurece y corrompe el corazón de ese pueblo pasmoso, eso lo dirán los tiempos[3].
Si nos remitimos al poema, encontraremos, como primer escenario, la casa de Pilar, la protagonista. La niña expresa su deseo estrenar un sombrero de plumas en el espacio natural de la playa, que más adelante veremos viene descrita tumultuosa, como una extensión del ambiente citadino. Pilar obtiene la aprobación de su padre, el cual la llama “mi pájaro preso” y también de su madre, que se dispone a acompañarla. El padre de Pilar se queda en casa, probablemente trabajando para poder mantener la vida familiar desahogada que llevan. Madre e hija van solas al paseo y se anuncia de modo prematuro que puede ser que vuelvan en la noche; y en este punto viene bien, traer a colación la exclamación de Martí en la crónica analizada al escribir: “¡De noche, cuánta hermosura! Es verdad que a un pensador asombra tanta mujer casada sin marido”[4]. Otro segmento del texto periodístico da cuenta del modo en que los excursionistas, llegado al atardecer, aún pasean desde una punta de la isla al centro de los balnearios: “Montan estos en amplios carruajes que los llevan, a la suave hora del crepúsculo, de Manhattan a Brighton”[5]. Es esta dilación del paseo lo que procura cronicar Martí al decir: “Y por si vuelven de noche/ De la orilla de la mar/ Para la madre y Pilar/ Manda luego el padre el coche”.
Poco espacio dedica Martí a describir los atractivos variados de los cuatro pueblos de Coney Island: Manhatan beach, Rockaway, Brighton y Gable, de cuya fama se hacen ecos los periódicos. Su llamado de atención no es sobre las maravillas del circo Barnum, los espectáculos o la ingeniería, sino en relación con la masividad del turismo en la isla. Al respecto declara: “Pero lo que asombra allí, no es el modo de bañarse, ni los rostros cadavéricos de las criaturas, ni los tocados caprichosos y vestidos incomprensibles de aquellas damiselas (…), ni la playa majestuosa, ni el sol blando y sereno: lo que asombra allí es, el tamaño, la cantidad, el resultado súbito de la actividad humana…”[6].
Es aún mayor la descripción de la multitud que existía en la playa, pero basta leer hasta ahí, para entender, lo que en verdad quería decir “todo el mundo está en la playa”. No significa que todos los conocidos de las protagonistas están allí, sino que literalmente la playa está llena, de una forma que es inimaginable para quien no haya presenciado un espectáculo del género. Adviértase que ni la playa majestuosa, “muy linda” con su “mar de espuma”, “ni el sol bueno”, blando y sereno, tienen tal importancia. Lo que importa es “la expansividad anonadadora”[7]. Por ello, no resultará extraño que Martí decida ─en el caso del poema─ describir, detalladamente, de quienes se compone esta multitud. Para llevar a cabo tal descripción, contando con un número más limitados de vocablos que en sus textos periodísticos, el autor debe hacer abundante uso de imágenes poéticas y podríamos decir que este es el mecanismo más utilizado para trasladar a la poesía la profusión de descripciones propia de la crónica.
Ese ejercicio continúo es tan magistral, que muchas de estas imágenes poéticas contenidas en “Los zapaticos de rosa” coinciden con actuales códigos cinematográficos, como, por ejemplo: “el águila por el mar” o el sol “detrás de un monte dorado”, que indican el paso del tiempo en una secuencia visual, sin necesidad de palabras. De igual modo, no es fortuita la presentación del aya de la francesa Florinda usando espejuelos, un detalle que ubica al lector en la clase social de que se compone el turismo en ese balneario, se sobrentiende que si la niñera usa espejuelos es porque es bien pagada y quien la contrata tiene una excelente posición económica.
La imagen es casi metonímica al expresar toda una historia con solo ofrecer un detalle. También hay personajes célebres, de la casta militar, como Alberto, famoso por haber salido en “la procesión”, que quizás tenga un referente en alguna crónica martiana, incluso con otro nombre o sin mencionarse una identidad particular. Además describe a una niña rica que contrastará con Pilar, se trata de Magdalena quien es presentada enterrando una muñeca en la arena, y este acto de enterrar en la arena es más simbólico de lo que parece. En “Coney Island” encontramos gran énfasis en las actividades de los niños en la playa y específicamente un juicio sobre lo que representa el juego de enterrar en la arena:
(…) los niños esperan con los pies descalzos, esperan en la margen a que la ola mugiente se los moje… salen y entran como mariposas marinas… y como cada uno va provisto de un cubito y una pala, se entretienen mutuamente de llenarse sus cubitos con la arena quemante de la playa; o luego que se han bañado, ─imitando en esto la conducta de más graves personas de ambos sexos, que se cuidan poco de las censuras y los asombros de los que piensan como por estas tierras pensamos, ─se echan en la arena y se dejan cubrir, y golpear, y amasar, y envolver con la arena encendida, porque es tenido por ejercicio saludable y porque ofrece singulares facilidades para esa intimidad superficial, vulgar y vocinglera a que parecen aquellas prósperas gentes tan aficionados.
Tal análisis de la escena que Martí presencia y plasma en su artículo sería demasiado extenso para el poema, sin embargo, su solución en versos es de una síntesis laudable. Con su parco juicio: “Y qué mala Magdalena!” logra expresar lo absurdo y despreciable de este juego, agravado por la comparación entre la muñeca sin brazos y quien se somete pasivamente al maltrato de ser enterrado, al juego superficial y poco edificante. Por contraste y desde la psicología infantil ilustra qué es la bondad con los semejantes y cuál carácter se requiere para no aceptar el rol de la muñeca manca.
La yuxtaposición de imágenes que se complementan entre sí, y es característico de la crónica modernista, puede advertirse también el poema a partir de la presentación de dos zonas bien diferenciadas en el espacio de la playa, por una parte, la de las señoras y señores de sociedad que conversan bajo sus sombrillas, por otra, un área de la playa que no está normada para vacacionar, en la soledad de los segregados: los pobres y los viejos. El mismo contraste puede advertirse en “Coney Island”:
es Gable, donde las familias acuden a buscar, en vez del aire mefítico y nauseabundo de Nueva York, el aire sano y vigorizador de la orilla del mar, donde las madres pobres ─a la par que abren, sobre una de las mesas que en los salones espaciosísimos hallan gratis, la caja descomunal en que vienen las provisiones para el lunch─ aprietan contra sus senos desaventurados pequeñuelos, que parecen como devorados, como chupados, como roídos, por esa terrible enfermedad de verano, que siega niños como la hoz siega la mies, ─el cholera infantum.[8]
Si prestamos atención a esta información podemos suponer cuál es la enfermedad de la niña pobre, cuya madre se presenta ante la de Pilar y dice: “yo tengo una niña enferma/ que duerme en un cuarto oscuro/ y la traigo al aire puro/ a ver el sol y a que duerma”. El texto periodístico sirve como extensión del texto poético, como enunciaba González “nos provee de un contexto”.
Pero la yuxtaposición de imágenes no se reduce a mostrar dos clases sociales, dentro de la representación de los vacacionistas, tiene lugar un contraste dado por la actitud de los espectadores, que sacan los pañuelos en la escena entre la madre pobre y la madre de Pilar y la actitud de las protagonistas, que se compadecen genuinamente y regalan todo lo material, junto al clavel y el beso, estos últimos elementos en representación del dar con amor.
Quizás los símbolos más significativos de ambos textos analizados son los que aparecen en el principio y el final del poema: el “pájaro preso” y “la mariposa”, que en un nivel de lectura metapoético pudieran representar cómo una crónica se aligera al punto de ser expresada en versos. Para una lectura más anecdótica del simbolismo resulta útil el siguiente fragmento de “Coney Island”:
Otros pueblos —y nosotros dentro de ellos— vivimos devorados por un sublime demonio interior, que nos empuja a la persecución infatigable de un ideal de amor o gloria; y cuando asimos, con el placer con que se ase un águila, el grado de ideal que perseguíamos, nuevo afán nos inquieta, nueva ambición nos espolea, nueva aspiración nos lanza a nuevo vehemente anhelo, y sale del águila presa una rebelde mariposa libre, como desafiándonos a seguirla y encadenándonos a su revuelto vuelo[9].
¿El “águila presa” no es acaso el “pájaro preso” con que Pilar es identificada al inicio del poema? ¿Y la “mariposa rebelde libre” es entonces la mutación que sufrirá Pilar? ¿Describe acaso el viaje de crecimiento de Pilar el alegórico enunciado “sale del águila presa una mariposa rebelde libre”[10]? Estos son algunos cuestionamientos que pudieran guiar futuros acercamientos.
Imagen de portada: Diseño de Sophie Torres Quintana.
Notas:
[1] Véase el libro Un proyecto martiano esencial: La Edad de oro, donde dedica un entero capítulo a estas cuestiones.
[2] Aníbal González. La crónica modernista hispanoamericana, Ediciones José Porrúa Turanza, Madrid, 1983, pp.61-62.
[3]José Martí. Obras Completas. Edición Crítica, t. 9, p.133
[4]Ídem, p.137
[5] José Martí. Obras Completas. Edición Crítica, t. 9, p.137
[6] Ídem, p.135
[7]Ídem, p.136
[8] José Martí. Obras Completas. Edición Crítica, t. 9, pp. 134-135
[9] Id., p.136
[10] Ibídem.