COLUMNISTAS

Las pequeñas empresas estatales y el socialismo

Hace unos días salió publicado en la Gaceta Oficial (N 78-2024) el Decreto-Ley 88 “Sobre las micro, pequeñas y medianas empresas”.

Es un tema del que se discute mucho en Cuba, en diferentes espacios empresariales, académicos y políticos. La complejidad del debate consiste en que bajo el mismo término MIPYME se debate sobre objetos diferentes. ¿Hablamos sobre cualquier empresa pequeña, o hablamos de las que son de tecnología avanzada, o hablamos de las que son (o pueden ser) exportadoras, o hablamos de las que son de propiedad estatal, privada o mixta?

No voy a intentar abordar en este comentario todas las facetas del tema, sino solamente ahora insistir en un mensaje principal, que es este: Necesitamos acelerar un despliegue de nuevas MIPYME (todas), pero especialmente aquellas que sean:

De propiedad estatal

Productoras

De tecnología avanzada

Con posibilidades de exportación

Y eso no lo estamos logrando con la dinámica que se necesita. Hay que encontrar las causas de esa realidad, y las acciones necesarias para transformar esa realidad.

Veamos algunos datos objetivos:

Ya desde 1995, en su discurso de clausura del VI Congreso de la FMC, Fidel dijo: “Tenemos que analizar bien las perspectivas del desarrollo de la pequeña y mediana empresa, el papel del Estado y su participación en todo eso….”

Luego en 1997 la Resolución Económica del V Congreso del Partido señaló que: “En el universo empresarial las pequeñas y medianas empresas estatales deben desempeñar un papel dinámico y flexible en la producción y los servicios, así como en la creación de empleos. Estas entidades se caracterizarán por estructuras reducidas y una agilidad y ductilidad en su gestión productiva, económica y comercial que les permitan adaptarse a las condiciones de un mercado cambiante”.

En el 2021 se publicó en nuestra Gaceta Oficial el Decreto-Ley 46 “Sobre las micro, pequeñas y medianas empresas”, el cual establece en su Artículo 2 que “Las MIPYMES pueden ser de propiedad estatal, privada o mixta”, concepto que se ratifica y se extiende ahora en el DL-88-2024 (Art 3.2) : “Las mipymes pueden ser de propiedad estatal, privada, mixta o de las organizaciones políticas, de masas y sociales”.

Pero a la altura de julio 2024 tenemos en Cuba 11 044 MIPYMES privadas y solamente 222 MIPYMES estatales. Este desbalance requiere de un análisis especial, que no conviene diluir dentro de asuntos más generales.

Es cierto que nuestra densidad total de empresas es baja. Entre empresas estatales, privadas y mixtas (grandes o pequeñas) y cooperativas se contabilizaban (julio 2024) 18 960 entidades. Eso hace una densidad de 1 896 entidades empresariales por millón de habitantes. Sin alargar el comentario con muchas cifras y comparaciones, lo evidente es que nuestra densidad empresarial está muy por debajo de los referentes mundiales, incluso por debajo de las cifras de América Latina.

El 61% de nuestro PIB se hace en el sector presupuestado, no en el empresarial. Esta cifra es superior a los promedios mundiales, e incluso superior al promedio de América Latina (que es 30% en el sector presupuestado y 70% en el sector empresarial)

Necesitamos más MIPYMES, muchas más, pero hay que atender a los rasgos cualitativos de lo que está sucediendo. Aunque es bueno que surjan más MIPYMES, la gran mayoría de las MIPYMES que han emergido en los últimos años no son estatales, sino privadas; no son de alta tecnología, sino de bajo valor agregado; no son productivas, sino comerciales; no tienen orientación exportadora, sino importadora.

El experimento está hecho y la conclusión es clara: el tipo de MIPYME que necesitamos, productiva, de alto contenido tecnológico y orientación exportadora, no va a emerger espontáneamente del sector privado. Tiene que ser una construcción consciente del sector estatal.

El “grupo-control” de ese experimento está en el sector de la biotecnología y la industria farmacéutica, en el que en los años 80s y 90s, a partir de entidades que estaban previamente en el sector presupuestado, surgieron nuevas empresas, muchas de ellas pequeñas al inicio, de propiedad estatal, de alta tecnología, con productos novedosos, con desempeño exportador, capitalización de activos intangibles y empresas mixtas en varios países; en un proceso conducido por la alta dirección del Estado Socialista. Que hablen los datos……..!!!

Resumamos el razonamiento, casi aritméticamente, en 6 puntos:

La estabilización macroeconómica, aun si la logramos exitosamente, solamente puede ser sostenible si se acompaña de una profunda transformación productiva.

La transformación productiva debe lograr un incremento de los ingresos en divisa. Como país pequeño que somos y seremos, el éxito de nuestra economía depende de una inserción exitosa en la economía mundial. Esto equivale a exportaciones y participación en cadenas globales de valor.

Esa inserción en la economía mundial hay que lograrla con productos y servicios de alta tecnología, es decir, de alto valor agregado, provenientes de la ciencia, la tecnología y la innovación. No la lograremos con productos primarios, ni con maquila de bajo contenido innovador.

La actividad exportadora tiene que ser diversificada. No la lograremos con pocos productos, aunque tengan mucho volumen. Esto conduce a la necesidad de incrementar el tejido empresarial, la densidad empresarial de la economía cubana.

Los productos novedosos de alta tecnología suelen entrar en la economía inicialmente a través de empresas pequeñas y flexibles.

Y si el despliegue de MIPYMES de alta tecnología y orientación exportadora es algo estratégico para la economía cubana, estas tienen que ser de “propiedad socialista de todo el pueblo, en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario”, tal como lo establece nuestra Constitución.

El despliegue de nuevas Mipyme estatales no es solamente una tarea de la actualización del modelo económico. Es más que eso. Es parte de la defensa del socialismo en el contexto de una economía mundial cada vez más tecnológica y más globalizada.

El capital humano para esta tarea lo tenemos. Nuestro país invierte en educación el 8.5% del Producto Interno Bruto, en términos porcentuales más que Dinamarca, Suecia y Bélgica, por citar solo algunos ejemplos de países con industrias de tecnología avanzada.

Los colectivos científicos capaces de asimilar tecnologías avanzadas o incluso crearlas, también los tenemos. Un primer “peine” (aun incompleto) de grupos trabajando en tecnologías de la Industria 4.0 en Cuba identificó más de 90 proyectos, distribuidos no solamente en Universidades y Entidades de Ciencia y Técnica del sector presupuestado, sino también en empresas de al menos 7 organismos de la administración central del Estado.

Entonces, ¿por qué no tenemos en este momento más MIPYMES estatales, productivas, de tecnología avanzada y de orientación exportadora?

Sin dudas que hay que seguir perfeccionando la base de instrumentos jurídicos (Leyes, Decretos, Normas, etc) que solidifiquen la institucionalidad para un despliegue de nuevas empresas estatales de tecnología avanzada, y lo publicado en estos días en la Gaceta Oficial 78 era necesario y contribuye mucho a ese objetivo.

Pero el problema principal no es jurídico, es cultural. Y tiene extensas raíces históricas.

En la historia capitalista en Cuba la colonización española impuso un modelo de monoproducción y monoexportación concentrada en productos primarios y gestionado por empresas de la metrópoli. Luego en la neocolonia yanqui el modelo se repitió: azúcar, ron, tabaco, níquel y gestión en manos de los monopolios norteamericanos.

Después y ya en la etapa revolucionaria, la experiencia socialista de nuestras relaciones con la URSS, si bien nos permitió recuperar para el Pueblo el control de la economía, hacer grandes inversiones, crecer y lograr los indicadores sociales que hoy nos enorgullecen, también es cierto que desde el punto de vista de la gestión empresarial hizo surgir un modelo de uniformidad de procedimientos, planificación material y dirección vertical administrativa, que correspondía (con cierto éxito en el campo socialista europeo) a las tecnologías de producción de la segunda revolución industrial, pero no a las fuerzas productivas de la cuarta revolución industrial que se nos viene encima ahora.

Las leyes permiten hacer muchas cosas, pero necesitan después las personas que las hagan. Además de esa legalidad superior, seguiremos necesitando personas (esencialmente jóvenes) dispuestas a utilizar esos instrumentos jurídicos, construir proyectos de negocios asociados a los proyectos tecnológicos que tenemos, construir empresas (esencialmente MIPYMES estatales), conectar esas empresas con el mundo y asumir los riesgos que deriven de una audacia responsable, pero audacia al fin.

El dispositivo que conecta la ciencia con la producción y con la economía es LA EMPRESA.

Sea cual sea el razonamiento que usemos para estimar cuantas empresas necesitamos, los datos sugieren que la densidad empresarial tenemos que aumentarla. Tendremos que crear nuevas empresas como una vez creamos aceleradamente nuevas escuelas y nuevos hospitales. Es parte de la imprescindible construcción de institucionalidad en el proyecto socialista cubano. Los datos internacionales muestran que hay una relación positiva entre las exportaciones totales y la diversidad de las exportaciones. No vamos a lograr el desempeño exportador diversificado que necesitamos con la pequeña cantidad de empresas que tenemos.

Pero el despliegue de nuevas empresas no se nos puede convertir en una operación de privatización de la economía, aunque con otros nombres. Tiene que ser una operación de desarrollo, y tiene que ser conscientemente dirigida por el Estado, como también muestra la experiencia internacional en los pocos países que han logrado transitar del subdesarrollo a la industrialización.

Pero hay otra razón más importante, y es que necesitamos que sean empresas estatales para continuar defendiendo el Socialismo.

Me excusarán los sociólogos si no me meto en este comentario en las complejidades y matices del concepto, que son muchas, pero el Socialismo es básicamente la propiedad social sobre los medios de producción y la justicia social en la distribución del producto del trabajo.

Si los bienes y servicios de tecnología avanzada han de hacer una contribución cada vez mayor al PIB de nuestra economía, y a nuestra soberanía nacional, ellos tienen que surgir de empresas estatales (pequeñas o grandes), que son el soporte principal de la justicia social.

Y no basta tampoco con impulsar el surgimiento de nuevas empresas estatales tecnológicas y exportadoras. También hay que innovar en las formas de gestión. ¿Cómo las vamos a gestionar? Esta es una enorme área que demanda Creatividad: Resistencia creativa, como dice nuestro Presidente.

¿Cómo se gestiona un crecimiento económico basado en pequeñas empresas estatales, de base tecnológica y orientación exportadora?

Alguien dijo hace unos meses en una reunión que esto era otro “invento cubano”. Pero soy de los que piensan que es un invento imprescindible. Como dijo el maestro de Bolivar, Simon Rodriguez:  “O inventamos o erramos”.

Podemos hacerlo, pero no tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo.   Percibimos que nos estamos acercando a puntos de inflexión y bifurcaciones que marcarán nuestro futuro, y marcarán especialmente CÓMO nos vamos a insertar en el mundo, un mundo además que después de la pandemia y del descrédito de la doctrina económica neoliberal, cambia aceleradamente.

Hace años, en la fértil y apasionante década de los 60s, Fidel dijo de sí mismo:

“Milito en el grupo de los impacientes y milito en el bando de los apurados y en el de los que siempre presionan para que las cosas se hagan y de los que muchas veces tratan de hacer más de lo que pueden. Haga cada cual la parte que le toca y la obra será invencible”.

MILITEMOS CON FIDEL.

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