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La Fundación Francisco Franco y los que ahora son ricos gracias al franquismo

El Ministerio de Cultura ha anunciado que inicia los trámites del procedimiento para la extinción de la Fundación Francisco Franco. Lo hace “porque se considera contraria al interés general la apología del franquismo que ensalce el golpe de Estado y la dictadura o enaltezca a sus dirigentes, con menosprecio y humillación de la dignidad de las víctimas del golpe de Estado, de la guerra o del franquismo, o incitación directa o indirecta al odio o violencia contra las mismas por su condición de tales”.

Desde numerosos sectores desde 2015 se demanda su prohibición, incluso denunciaron que la Fundación Franco recibió más de 140.000 euros de dinero público entre 2000 y 2003, durante la segunda legislatura de José María Aznar.

Parece que la principal legitimidad legal para suprimirla procede de la Ley de Memoria Democrática, que dice que “concurrirá causa de extinción cuando las fundaciones no persigan fines de interés general o realicen actividades contrarias al mismo”.

Muchos podrían pensar que esta Fundación está hibernada, sin actividad política alguna, pues se equivocan.

 

Se han dedicado a combatir las leyes de memoria que condenaban el fascismo, el franquismo o intentaba rescatar del olvido a quienes lucharon por la democracia.

Entre sus cruzadas está el recurso en los tribunales contra 52 cambios en los callejeros que realizó el Ayuntamiento de Madrid durante la legislatura de Manuela Carmena en 2017.  y que la fundación recurrió en los tribunales para esas 52 calles, pero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid detuvo esa vía y dictaminó que la fundación solo podía pleitear por dos de ellas, aquellas que aludieran expresamente al dictador.

También llevó a los tribunales al Ministerio de Defensa para recurrir el cambio de la denominación del Batallón Bandera Comandante Franco por Bandera España.

Anteriormente había participado en el proceso judicial para que un pueblo de Soria no cambiara su topónimo en el que se ensalzaba al general Yagüe, conocido como el ‘carnicero de Badajoz’ por sus sangrientas ofensivas en la Guerra Civil tras el golpe de Estado de 1936 que acabó con la legalidad republicana.

La Fundación Francisco Franco es solo un ejemplo de tantos residuos franquistas con los que seguimos conviviendo. Símbolos que todavía no se han retirado, muertos represaliados en las cunetas, legislaciones todavía en vigor y algo que se suele citar con menos frecuencia: Toda la oligarquía empresarial y política que ha heredado su dinero y poder de la corrupción y los crímenes del franquismo.

Un libro repasa la presencia de ese sangriento saqueo en el empresariado español de hoy. Se trata de Franquismo SA, de Antonio Maestre. A lo largo de su estudio se repasa la historia empresarial de las grandes sagas familiares que componen las elites de este país y descubrimos cómo lograron su dinero y poder a la sombra de su complicidad e intimidad con la dictadura franquista, incluido el uso de represaliados como trabajadores forzados.

Así lo cuenta el autor: “En España, la represión franquista se tiende a analizar y valorar únicamente desde el punto de vista social y político olvidando, sobre todo en el debate público, la importancia que tuvo la represión económica y la obtención de beneficios empresariales y patrimoniales relacionados con la opresión de libertades. No escatimaron en modos y formas de extraer las rentas y los bienes de los perdedores de la guerra”.

Lo que denuncia y documenta Maestre en esta obra es que “algunas empresas que cotizan en el IBEX 35, como Naturgy, o HL o Iberdrola, se lucraron con la represión y el modelo autárquico que impuso el dictador y, hoy día, siguen sin reparar a las víctimas. Es una obviedad que muchas de ellas no existían durante el franquismo tal como las conocemos, pero muchas de las que hoy operan en la bolsa española han sido constituidas a base de adquisiciones de otras empresas y absorción de otras muchas que no solo trabajaban durante el franquismo, sino que se lucraron de forma directa gracias a la represión durante la dictadura”.

Entre todas esas empresas encontramos textiles catalanas, directivas de equipos de fútbol, dueños de periódicos, empresarios de casinos, químicos, bodegueros, propietarios de la hostelería o dueños de colegios privados religiosos. Algunas incluso colaboraron y se enriquecieron, además de con el franquismo, con el nazismo alemán.

Se trata de hoteles en los que ahora hemos podido alojarnos, equipos de fútbol a los que aplaudimos, vinos y licores con los que brindamos, periódicos que leemos. Y, por supuesto, las grandes empresas que hoy nos suministran energía (Gas Natural / Fenosa (Naturgy), Iberdrola), construyen nuestras infraestructuras y carreteras con el dinero de nuestros impuestos (Acciona, OHL, ACS) o guardan nuestro dinero (Banca March, Banco Central/Banco de Santander, BBVA).

Antonio Maestre no solo nos dice el nombre de esas empresas, nos explica su origen y trayectoria, mecanismo de saqueo y complicidad con la dictadura, sino también algo muy importante, los nombres, sí los nombres.

El 23 de septiembre de 2006 el periodista italiano Roberto Saviano participó en un acto público en la ciudad Casal di Principe, en la región de La Campania, bajo control de la Camorra. Entre el público había numerosos jóvenes y estudiantes de la comarca, sobre los que era fácil imaginar su destino como víctimas o verdugos del crimen organizado. Saviano les retó:

«Iovine, Zagaria, Schiavone [nombres de los capos de la organización criminal]: no valéis nada, marchaos, esta tierra no os pertenece. Y digo a los chicos: pronunciad sus nombres, veis, se puede hacer. Pronunciar el nombre de un boss no te pone en peligro, es una tontería. Pero es el miedo a no decir su nombre lo que nos lleva a utilizar términos y expresiones como ‘aquél’, ‘él’, o ‘has visto quién pasó’ sin pronunciar el nombre propio jamás. Se trata de una especie de código con el cual creces, según el cual es mucho mejor no pronunciar algunos nombres».

Pues bien, esto ha hecho Antonio Maestre en este libro: pronunciar sus nombres, los nombres de los capos de esa organización criminal que se llamaba franquismo y que siguen hoy con dinero y poder.

Ojalá se liquide la Fundación Francisco Franco, ojalá se recuerden y homenajeen las personas que dieron su vida por la democracia en España, y ojalá reconozcamos los nombres de los que hoy disfrutan de la riqueza proporcionada por los crímenes del franquismo. Para esto último tenemos que agradecer el libro Franquismo SA y a su autor, Antonio Maestre. (Tomado de No cierres los ojos).

Imagen de portada: La torre Iberdrola, en Bilbao, una de las que denuncia y documenta Maestre en esta obra, entre las que se lucraron con la represión y el modelo autárquico que impuso el dictador y, hoy día, siguen sin reparar a las víctimas.

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Pascual Serrano
Pascual Serrano es licenciado en Periodismo. Crítico con la prensa tradicional, en 1996 fundó la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org), proyecto que abandonó hace 13 años. Durante 2006 y 2007 fue director editorial de Telesur. Su denuncia a los métodos de información de los grandes medios tradicionales se ha reflejado en libros como Desinformación (2009), con prólogo de Ignacio Ramonet, o La prensa ha muerto: ¡viva la prensa! (2014). En Foca ha publicado Traficantes de información (2012), Medios democráticos (2016) y Paren las rotativas (2019). En 2019 recibió el Premio de Periodismo de Derechos Humanos que anualmente concede la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). En la actualidad dirige en Akal la colección A Fondo y colabora con varios medios.

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