«Me emocionan. Vivo orgulloso de muchos de ustedes. Han continuado lo mejor del periodismo cubano en las que quizás sean las condiciones más difíciles en el país después del triunfo de la Revolución», dijo a algunos de sus exalumnos el prestigioso periodista Pedro Pablo Rodríguez, Doctor en Ciencias Históricas, Investigador Titular del Centro de Estudios Martianos y Premio Nacional de Ciencias Sociales.
Pedro Pablo y sus «muchachos» estaban en el salón grande de la UPEC nacional, donde los últimos celebraban los 50 años de su graduación en la escuela de Periodismo de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, que dio entonces el título a 84 de los 104 jóvenes que cuatro años antes se habían lanzado a esa apasionante aventura.
Pedro Pablo evocó esa «época dorada» en que el Comandante Fidel Castro iba a la Universidad de La Habana a compartir con jóvenes como ellos, estudiantes y profesores, que para entonces no tenían edades muy diferentes. «Allí aprendí a hacer periodismo con ustedes», confesó en el tono íntimo que matizó el encuentro.
Ese aroma de fundadores de gremio fue reconocido igualmente por Ricardo Ronquillo, presidente nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), quien al frente de su ejecutivo profesional en pleno afirmó que estos colegas especiales, parte de una de las primeras graduaciones de la carrera vividas en Revolución, dieron a la UPEC no solo la naturaleza que mantiene, sino además su ética y sus valores. «Ustedes no se arrepienten de nada, saben que este sistema de prensa no es perfecto, pero que inspira orgullo porque ha vencido la más férrea maquinaria propagandística del imperialismo contra Cuba», les dijo.
«Este sistema de prensa —añadió— no hubiera resultado ganador si ustedes no se le hubiesen integrado. Ahora tenemos que transformarlo para que cumpla sus misiones actuales».
Antes, Alicia Centelles, una muy activa integrante de aquel grupo, destacó como presentadora del encuentro el valor tanto del apoyo de la UPEC como de aquellos condiscípulos suyos que iniciaron y sellaron su carrera con sendas movilizaciones agrícolas que hicieron preguntarse a más de uno si en realidad habían ingresado a agronomía.
En cualquier caso, la cosecha no cesa, ni en aportes profesionales ni en recogida de afectos incluso entre los que por lejanía u otras razones no pudieron presentarse al intercambio, habitual en ellos cada cinco años. Lobaina, Fortezza, Adolfo, Zenaida, Francisco, Mercedes… enviaron mensajes para evocar en sus palabras los bailes, las parejas, la escuela misma, la ropa de campo, los aromas y sabores de esos años.
Peroga, profesor de fotografía, se congratuló de la calidad profesional del grupo y les dejó un par de sentencias: la batalla no se ha terminado… ¡y hay que ganarla!
En tanto, Isidro Fardales reconoció en profesores como Pedro Pablo un arte del buen discurso periodístico: la amenidad, vital en la asimilación real de esa Historia que tanto puede auxiliar la tarea del comunicador.
Desde el teléfono, José Alejandro Rodríguez, Premio Nacional José Martí por la Obra de la Vida e hijo de esa graduación, agradeció a cada uno de sus compañeros por cuanto le enseñaron y se dijo feliz de integrar una «generación sui géneris, especial, que pasó por todo pero sigue aquí».
De cumpleaños este mismo martes, la también Premio José Martí por la Obra de la Vida Miriam Rodríguez celebró desde su hogar «esta profesión que hace alumnos para siempre» y les agradeció por el tiempo compartido.
Casi al cierre, antes del almuerzo familiar, el presidente Ricardo Ronquillo entregó a Fernando Rodríguez Sosa un reconocimiento pendiente: la Moneda Aniversario 60 de la UPEC, que honra con él, también, a estos sembradores de los primeros surcos de la academia de prensa de la Revolución.
Después vimos una estampa histórica que sus admiradores apreciamos: Pedro Pablo, el gran martiano, el patriota profundo, el antimperialista intransigente, sacó a bailar con todo desenfado a una de las muchachas de aquellos maravillosos setenta. Un dúo maravilloso cantaba «Tu fiel trovador», de Don Adalberto Álvarez, y uno aplaudía, con las mismas manos de escribir un artículo para el pueblo, la hidalguía serena de un gremio que ni en cincuenta ni en cien años tarifará sus cuartillas.
Maravilloso resumen de un encuentro imperecedero. ¡Muchas gracias, Milanés!
No pude estar presente físicamente, pero me parece una excelente reseña de lo acontecido.Los profesores afirmaron estar orgullosos de los alumnos, pero aseguro que nosotros también vivimos orgullosos de las enseñanzas que de ellos recibimos.