“Los disparos de los emboscados dieron en el cuerpo del Maestro, la luz cenital lo bañó, soltó las bridas del corcel, y su cuerpo aflojado fue a yacer sobre la amada tierra cubana. De su revólver, atado al cuello por un cordón, no faltaba ni un cartucho. Había acontecido la catástrofe de Dos Ríos”.
Rolando Rodríguez
El 19 de mayo de 1895 fue domingo. El río Contramaestre estaba crecido por las aguas de mayo. Alrededor de la una y tanto de la tarde se sitúa la hora de la muerte de José martí, en que las balas enemigas le alcanzan y terminan con su vida; justo en el lugar de encuentro de los ríos Cauto y Contramaestre. Los Dos Ríos…
El acta de defunción del apóstol apuntó:
– Una herida de bala penetrante en el pecho cuyo orificio de entrada parecía corresponder a la parte anterior del pecho, a nivel del punto del esternón, que había sido fracturado; al parecer dicha herida presentaba un orificio de salida por la parte posterior del tórax en el cuarto espacio intercostal derecho, a unos diez centímetros de la columna vertebral.
– Otra herida de bala a unos 15cm de la misma y a 4cm de la rama del maxilar inferior, lado derecho, cuyo orificio de salida se encontraba por arriba del labio superior, que estaba destrozado.
– Otra herida igualmente de bala en el tercio superior del muslo derecho y hacia su parte interna; además, presentaba contusiones en el resto del cuerpo.
En la primera herida localizada en la región torácica se afectaron el pulmón derecho, el manubrio del esternón y, posiblemente, el paquete vascular -en estas circunstancias se pudiera haber planteado un hemotórax; en la segunda se afecta el paquete vasculonervioso del cuello y en la tercera, localizada en el tercio superior del muslo del miembro inferior derecho, no se describe la profundidad a la que estaba; si de hecho se hubiera hallado en planos profundos, la arteria femoral hubiera estado dañada, con la posible hemorragia a este nivel”.
Ese día una columna española se desplegó en la zona de Dos Ríos, cerca de Palma Soriano. El historiador cubano Rolando Rodríguez, quien nos legara una obra de estudio excepcional sobre la muerte de José Martí ha expresado en sus textos:” Las tropas españolas rechazan una y otra vez las embestidas de los mambises comandados por Máximo Gómez. Desde la retaguardia, José Martí ve las acciones y no puede quedarse quieto. Es su bautizo de fuego y no está dispuesto a esperar en el fondo mientras los hombres a los cuales hace solo minutos arengó combaten por Cuba. Espolea a Baconao y se lanza a la carga. Pasan pocos minutos desde la una de la tarde y una descarga de fusilería provoca el silencio del monte. Es 19 de mayo de 1895.”
En el artículo Ángel de la Guardia: El testigo de la muerte de Martí, el periodista Yunier Javier Sifonte narra que “cuando Ángel logra incorporarse busca refugio detrás de uno de los árboles y dispara a los españoles. Intenta rescatar a Martí, pero el fuego es intenso y apenas puede moverlo. Todo sucede en cuestión de minutos. Su hermano Dominador de la Guardia narró en un libro publicado por el padre de ambos que “Angelito trató de cargar a Martí, pero no pudo lograrlo. Era demasiado niño. Entonces me hacía señas para que fuese donde estaba él, y yo, no comprendiendo qué hacía tan adelantado, lo llamé insistentemente para donde estábamos en línea de fuego. Apenas Ángel dio espaldas al enemigo para venir donde nosotros estábamos, iniciaron los españoles un movimiento de avance”.
“Con su caballo herido, el muchacho tardó más en llegar hasta el sitio desde donde había partido al ataque. Encuentra a Máximo Gómez y le da la noticia de la caída del Presidente, mientras casi al mismo tiempo las tropas ibéricas encuentran el cadáver y lo registran”.
También Rolando Rodríguez en su obra Dos Ríos a caballo y con el sol en la frente, relata:
“Gómez asegura que antes, a cierta distancia del enemigo, le instruyó al Apóstol, que vestía de saco negro, pantalón claro, sombrero negro de castor y borceguíes negros y galopaba a su lado, que volviera a retaguardia (…) Sin embargo, no radicaba en esto su preocupación. Había algo mucho más determinante: el valor trascendente para la revolución de aquella vida que, de hecho, tenía por la dureza de la defensa española, que presagiaba la retirada y el revés, decidió avanzar heroicamente quizás con la idea de que su ejemplo podría arrastrar a una tropa que Gómez apuntaría que en esos momentos flojeaba y le faltaba brío. Sin dudas, en aquellos instantes, recordó que él era el hombre que hacía poco, con su apasionada convocatoria, la había enardecido. (…) En realidad, todo indica que Martí, después de la indicación imperativa de Gómez de que retrocediera, no se marchó del lugar. Seguramente, mientras se producía el primer choque contra la avanzada española, debió quedar a la derecha de la ruta que tomaba curso paralelo al Contramaestre, y a unos 150 metros de la margen del río. A su izquierda, hacia el centro del lance bélico y batido por la defensa española, bregaba Gómez con sus fuerzas (…) Posiblemente, Martí merodeó por el entorno en busca de la manera de aproximarse al escenario inmediato de lucha. Hasta que, al fin, y sin que nadie se percatara, acompañado de Ángel de la Guardia, de quien se dice pasó a su lado después de cumplir una misión encomendada por Masó, y al que invitó a marchar con él a la carga,'” en arranque ardoroso se lanzó al galope en pos del olor a pólvora y el zumbido de los plomos.”
“En la mano solo llevaba, aquel mediodía, su revólver colt con empuñadura de chapas de nácar, regalo de Panchito Gómez Toro. Los dos jinetes se hallaban a unos 50 metros a la derecha y delante del general en jefe de las armas cubanas cuando, sin saberlo, presentaron un blanco excelente a la avanzada española, que estaba envuelta por los yerbazales del campo de batalla. Al pasar entre un dagame seco y un fustete corpulento caído, los disparos de los emboscados dieron en el cuerpo del Maestro…”
El obelisco en homenaje a Martí
Se conoce que el campesino José Rosalía Pacheco y su hijo Antonio fueron quienes buscaron en el campo de batalla la parte del terreno donde quedó tendido el cuerpo del apóstol y lo identificaron por la sangre coagulada sobre la tierra. Ya el 10 de octubre de 1895 Enrique Loynaz del Castillo visitó la zona con la orden del marqués de Santa Lucía, presidente de la República en Armas, para identificar el lugar de la muerte de Martí.
La periodista Norma Ferrás Pérez describe que “tanto el marqués como Loynaz desconocían, al parecer, el gesto de Pacheco y sería el propio campesino quien lo lleva al lugar identificado. “Aquí, dijo a Loynaz, aquí mismo recogí la sangre de Martí. Vea todavía la huella del cuchillo por donde arranqué a la tierra el charco de sangre coagulada para guardarla en un pomo”. Loynaz, emocionado, besó aquel pedazo de suelo que el campesino le mostraba, levantó un acta que daba cuenta del cumplimiento de su misión y la introdujo en una botella. La enterraría debajo de la cruz de madera que José Rosalía preparó y clavaría en el lugar.”
En agosto de 1896, pocos meses después del primer aniversario de la muerte de José Martí, unos 300 mambises con Máximo Gómez, Calixto García y otros generales al frente, fueron hasta Dos Ríos para honrar al Apóstol. Cuando llegaron al lugar, todo cubierto por la hierba, el Generalísimo ordenó limpiar para después depositar sobre el sito piedras del río Contramaestre. Cada uno depositó sus piedras hasta dejar levantada aquella pirámide rústica en medio del paisaje, el primer monumento en su memoria. Y Máximo Gómez expresó: “Todo cubano que ame a su patria y sepa respetar la memoria de Martí, debe dejar siempre que por aquí pase una piedra en este Monumento”.
La petición del Generalísimo se cumplió durante toda la guerra de independencia y con la culminación de esta y la instauración de la República mediatizada, el rústico monumento permanecía en pie, cuidado por los vecinos del lugar. Ya en el año 1901 el Concejal de Palma Soriano José Rafael Estrada Arencibia visita Dos Ríos y comunica al Ayuntamiento su impresión de soledad y abandono del lugar. Surge así la idea hacer el monumento en Dos Ríos y se levantará un obelisco por suscripción popular. Este sitio histórico es declarado Monumento Nacional por R/03 del 10 de octubre de 1978.
Baconao, el caballo de José Martí
Relata el periodista e investigador Luis Hernández Serrano que “el 12 de mayo de 1895 llegaron Martí y sus compañeros a La Bija, en los campos de Dos Ríos, donde establecieron improvisado campamento. Allí pronunció el Apóstol un elocuente discurso. Contaron los que lo oyeron ese día que, de pie, sobre los estribos de su vigoroso animal criollo, arengó a las tropas”.
Es conocido que día 13 de mayo, José Martí y el coronel Francisco Blanco, “Bellito”, recorrieron las cercanías a caballo: Martí luego montó sobre Baconao: el caballo bayo claro, casi blanco, de crines rubias, de seis y media cuartas de alzada, gallardo y muy brioso, regalo del general José Maceo, “según refirió el comandante mambí Rafael Gutiérrez en su trabajo La Heroica Acción de Dos Ríos.”
Baconao había sido un regalo de José Maceo, quien le obsequió su caballo en Arroyo Hondo. Y ante las interpretaciones malintencionadas de que Martí no sabía montar a caballo, los propios mambises confirmaron que “al caer abatido en Dos Ríos, el recién ascendido Mayor General José Martí, montaba con destreza, dominio y muy seguro de sí mismo —la rienda en la mano izquierda y el revólver en la derecha— en el potente, enérgico, ardiente y guerrero caballo Baconao.”
Y como irrefutable confirmación de la destreza de José Martí a caballo, relata Luis Hernández Serrano que Eugenio Deschamps, un dominicano respetuoso e ilustre, dejó escrito que Martí en su estancia en Santo Domingo, en 1895, le recordó: “Cuando entré a caballo a la capital de usted, no hace dos años, en un peñón de las Antillas, donde nos juntó por unas horas la suerte, me saludó Manuel de Jesús Galván, su compatriota, con esta extraña exclamación: ‘¡He ahí lo que le faltó a la América, hasta ahora, el pensamiento a caballo!’ ”.
La historiografía ratifica que Baconao galopaba velozmente cuando Martí cayó en Dos Ríos; el caballo “sufrió una herida de bala en el vientre y aun así logró regresar a las filas mambisas donde fue cuidado y sanado de su herida.” Bacoano se quedó en la finca Sabanilla, “con la prohibición absoluta de Gómez de que nadie lo montara, en recuerdo sagrado del prócer caído.”
La muerte rebelde de José Martí
De cara al sol, como había vaticinado, cae José Martí en aquel combate de 1895. Y se acrecentó la leyenda de su vida y de su obra en camino consolador ante la aridez, la hostilidad, la desigualdad, la injusticia; y también la esperanza.
A 129 años de aquel domingo 19 de mayo de 1895, su muerte sigue en el horizonte como mezcla de enigma y trascendencia: El escritor cubano José Lezama Lima describió para siempre lo que llamó la secularidad de José Martí:
“La majestad de su ley y la gravedad de sus acentos, nos recuerdan que para los griegos mártir significa testigo. Testigo de su pueblo y de sus palabras, será siempre un cerrado impedimento a la intrascendencia y la banalidad. Y si sólo podemos creer, según la extraña sentencia de Pascal, a los testigos muertos en la batalla, es en las decisiones de su muerte donde nuestra forma como pueblo adquirió su esplendor al unir el testimonio con su ausencia, dar una fe sustantiva para las cosas que no existen, o a la terrenal gravitación de las más oscuras imágenes.”
En las muchas imágenes que nos han legado varias generaciones de cubanas y cubanos, renace -como pilar de la nación- la rebeldía de su muerte. (Tomada de Cuba en Resumen).
(Imagen de portada: Cuando la muerte sedujo al Maestro, de Juan Vicente Rodríguez Bonachea/2001)