Se cumple un año de la partida física de Iroel Sánchez Espinosa. A veces se siente como si hubiera pasado un siglo, otras como si hubiese sido ayer y, muchas, como si no hubiera ocurrido.
Cuando personas como él se marchan, te percatas de cuán ridícula es la muerte; absurda y empecinada apenas carga con el cuerpo. Soma, anatomía, esqueleto, soporte que un día, simplemente, no supo cómo seguirle el ritmo a la extraordinaria substancia. Vieja dualidad cuerpo y mente, mente y cuerpo.
Allí, ante ese antiguo conflicto, la muerte –antónimo de vida, creación de nada– se conforma solo con lo imperfecto y sin quererlo, se lleva lo averiado y nos deja lo cándido. La dualidad se resuelve en la inmortalidad del alma. Alma-hombre, alma-revolucionario, alma-pater, alma-recuerdo que trasciende. La reminiscencia persiste en la constante reconstrucción de su imagen, sus gestos, sus pensamientos. Nítido holograma Iroel. Guía ideológica.
Militante de las causas nobles; líder político; ingeniero presumido; agudo intelectual; internacionalista proletario; fidelista acérrimo; comunista; implacable ante lo mal hecho. Hijo consagrado; esposo y compañero; padre modelo; amigo fiel; jefe justo.
Intransigente, de esos seres multiplicadores de revolución. Motor de la historia que le tocó protagonizar, aquí y allá. Fuente de buenas ideas. Por fuera la armadura de hierro, por dentro la nobleza y la generosidad. Humilde, no buscó de qué lado se vivía mejor, sino, dónde estaba el deber o –lo que era igual para él– dónde estaba el pueblo. Coherente y consecuente, hasta cuando “lo mandaron para la Siberia”.
Al pueblo se debió. Su obra, en todo momento, crítica y preocupada, permanece para indicarnos que la batalla continúa y que hay que seguirla siempre del lado de la clase trabajadora.
En la obra de su vida habita. Su familia que tanto se le parece; su blog, pionero digital de la batalla de ideas; el sinfín de trabajos periodísticos; su paso-torbellino por el mundo del libro cubano; sus proyectos televisivos en curso; su confianza en los más jóvenes; su lucha desde las redes virtuales con los pies en la tierra.
Firme, culto, obstinado. Ciclón Iroel, tras su paso era imposible permanecer la misma, ser indiferente. Enemigo de la burguesía, del racismo, de las injusticias, de la traición a la patria, de los cobardes.
La Parca, indecisa de fechas entre Fidel y Martí –entre la Reforma Agraria y Dos Ríos– escogió el punto medio para marcarte, o marcarnos, tus 58 años. Pero tú, adelantado de tu tiempo como eras, le llevabas ventaja, ya habías cumplido la obra de la vida. Ya habías rozado la belleza.
Viva la Revolución. Viva Fidel.