Como único miembro del Congreso que ha servido tanto en el ejército de los Estados Unidos como en las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), Brian Mast, congresista republicano, se vistió con el uniforme de esta última, el 13 de octubre del pasado año, para asistir a una reunión en el Capitolio de Washington, mostrando lo que es patente en la política de esa nación norteamericana: el apoyo incondicional al sionismo sin importar en que fila se milite. Este representante por la Florida fue recibido con aplausos y no dejó margen a las interpretaciones de la directa lealtad hacia el gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu. En su proselitista página web, Mast se muestra orgulloso de haber servido en las IDF porque según él, los Estados Unidos e Israel comparten los ideales de “libertad, democracia y respeto”.
Seis meses después de este gesto “amoroso”, el 24 de abril de 2024, el “demócrata” presidente estadounidense Joe Biden le dio luz verde a la legislación aprobada por el Senado (311 votos a favor y 112 en contra) relativo a un paquete de ayuda financiera de 95 mil millones de dólares con destino a Ucrania, Taiwán e Israel. De este monto, Tel Aviv se hará con 26 mil millones de dólares, y si bien en su mayoría se quedará en suelo estadounidense, favoreciendo su complejo militar industrial, a la larga la partida, terminará convertido, por ejemplo, en misiles o bombas de precisión para nutrir a los arsenales de las IDF y de otras agrupaciones guerreristas del sionismo israelí, dizque en Guerra (desde el 7 de octubre de 2023) contra la agrupación de resistencia palestina Hamas.
Práctica consistente con la historia de las relaciones bilaterales de países de marcado desempeño invasor: desde la fundación de Israel en 1948, los Estados Unidos le han proporcionado a su aliado más de 130 mil millones de dólares con el fin de que el sionismo mantenga ventaja militar cuantitativa y cualitativa en el entorno mesoriental. Se reúnen periódicamente, desde 1983, a través del Grupo Conjunto Político-Militar para promover políticas compartidas en materia de seguridad. El Departamento de Estado de la nación norteamericana admite que el sionismo israelí es el principal receptor mundial del Título 22 de la ayuda estadounidense a la seguridad en el marco del programa de Financiación Militar Extranjera. El Instituto Internacional de estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) documentó que los Estados Unidos suministraron el 79 por ciento todas las armas transferidas a Israel entre 2018 y 2022.
Llegado a este punto entramos de lleno en el objetivo de este comentario, el cual desbrozará el camino para asumir adecuadamente por qué los ideales compartidos de “libertad, democracia y respeto” que tanto pregonan Mast, Biden y el Congreso estadounidense no son tales cuando se trata de respaldar a Israel en su asesinato sistemático de palestinos y árabes, o a la hora de reprimir a sus propios estudiantes, profesores e intelectuales honestos quienes exigen el cese del exterminio en la franja de Gaza. Una condena a tamaña hipocresía es imprescindible porque el ideario fascista y colonialista no es cosa del pasado; está presente más allá de lo imaginado en Israel y en los Estados Unidos. Ambos se complementan. Para eso han creado un vasto entramado de alianzas no siempre perceptibles, pero con solo un rasguño en la superficie, afloran las verdades.
Las sinergias sin embargo, no corresponden únicamente al armamento; sus bases tienen raíces profundas en lo ideológico y en lo político, lo cual es más difícil de desmantelar, aunque explica en gran medida por qué los estudiantes y profesores de Universidades como Harvard o Columbia son difamados, perseguidos, golpeados y encarcelados dada la pretensión de que el gobierno estadounidense y sus instituciones educativas dejen de financiar, armar, y apoyar diplomáticamente, o sea, dejen de estar del lado israelí en su intento por barrer de la faz de la Tierra a Palestina.
Y es imposible esconder debajo de la mesa los asesinatos masivos de palestinos; la hambruna que padecen, el horror con que viven: La era de Internet y de la Revolución 4G (en carrera hacia la 5G) se da en la inmediatez de un “probable” genocidio, según la Corte Internacional de Justicia. La realidad es tan horrorosa que los pueblos del mundo, incluyendo el estadounidense, han calado bien de qué se trata.
El poder detrás del poder
Las simpatías occidentales por aupar la creación del Gran Israel (el sueño del activista político, escritor y burgués austrohúngaro de origen judío, fundador del sionismo político moderno, Theodor Herzl) vienen de finales de un Siglo XIX, cuyo desarrollo industrial urgía de dineros. Grandes sumas estaban en manos de la llamada banca judía. En ese tenor tenemos a la familia Rothschild, considerada una dinastía muy emprendedora que desde el siglo XVIII hasta la actualidad se dedica a las finanzas de manera prominente. El banquero Natán Meyer Rothschild impulsó un modelo de negocio consistente en emitir bonos a partir de los cuales conseguir fondos con los que, en última instancia, podría financiar gobiernos clientes.
Con la creación de la llamada banca internacional, la “culta” Europa pudo reunir grandes sumas para sufragar sus guerras. Muchos expertos sostienen que este esquema además fue decisivo para el nacimiento del mundo moderno al posibilitar procesos como la industrialización y el avance de la economía. En 1836 los Rothschild eran de las más importantes influencias europeas (en especial las francesas y británicas), permeando asimismo la sociedad estadounidense.
José Luis Fernández Fernández, director de la Cátedra de Ética Económica y Empresarial de la española Universidad Pontificia de Comillas, en su texto Los Judíos y el origen del sistema financiero hace un exhaustivo recorrido por la ascendencia de los supuestos enemigos de la Humanidad; así da a entender que el rechazo al judaísmo no ha sido más que una fachada para frenar su poder detrás del poder.
En una de las partes del ensayo se señala que “durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la vida de los Rothschild, como la de todos los judíos, fue azarosa y turbulenta. Todos hemos leído las historias sobre la confiscación de los bienes y las posesiones de los judíos por parte de los nazis. Incluso en el último tercio del siglo XX —aunque parezca mentira y haya ido en la dirección opuesta a los aires neoliberales del momento—, cuando en el año 1981 ganaron las elecciones los socialistas franceses, François Mitterrand llegó a nacionalizar la banca Rothschild. Al margen de ello, la familia ha participado activamente en todos los procesos de Oferta Pública de Venta —OPV— de empresas estatales cuando se generalizó en todo el mundo aquella dinámica neoliberal —Reagan, Thatcher…—de vender empresas públicas y de privatizar. Los Rothschild tenían el know how y supieron gestionar sus actividades de modo eficiente y ganar cuota de mercado en este entorno. En la actualidad, tienen empresas en más de 60 países, son filántropos, declarados sionistas y han contribuido a financiar la creación del Estado de Israel”. (1)
El dinero se coló así en el devenir del mundo en actividades tan lucrativas como la política o para impulsar credos nacionalistas, incluido el nazismo alemán.
Caso estadounidense
No conforme con lo ganado en los Estados Unidos, en 2018, Alexandre de Rothschild, presidente del banco de inversión franco-británico, decidió ampliar su presencia en diversas zonas del país norteamericano. Desde 2016 se ha hecho fuerte en Chicago, Palo Alto, Nueva York, Los Ángeles y Washington DC. En declaraciones a la prensa reconoció que “sin duda, hay zonas de los EE.UU. como el Medio Oeste y la Costa Oeste que ofrecen un sólido potencial de crecimiento”. Pero no es este el único grupo financiero judío sobresaliente y de marcada influencia política en tierras yanquis.
En el muy interesante artículo “Desde Greenspan a Bernanke: la Reserva Federal y el reinado financiero del lobby judío”, —publicado en Rebelión— el investigador y periodista argentino Manuel Freytas nos da claves fundamentales para explicar lo que hoy acontece en los Estados Unidos en ese vínculo ciego con Israel, pudiendo esta comentarista parafrasear la famosa sentencia: “¡Es la economía, estúpido!”, del presidente estadounidense William Clinton en su debate electoral frente a George W. Bush, por esta otra de mi autoría: “¡Es el dinero, estudiante!”.
Para Freytas el poder financiero del lobby judío se expresa principalmente por medio de la Reserva Federal, un organismo clave para la concentración y reproducción del capital especulativo a nivel planetario. En sus consideraciones “el corazón” del lobby judío estadounidense es el poderoso sector financiero de Wall Street con “directa implicancia y participación en el nombramiento de funcionarios claves del gobierno de los EE.UU. y de los órganos de control de política monetaria e instituciones crediticias (nacional e internacional) con sede en Washington y en Nueva York.
“Por medio de la utilización política de su poder financiero, de su estratégica posición en los centros de decisión, los grupos financieros del lobby judío ejercen influencia decisiva en la política interna y externa de EE.UU., además de su papel dominante en la financiación de los partidos políticos, de los candidatos presidenciales y de los congresistas”, afirma el también experto en temas de seguridad. Entre las principales instituciones financieras del lobby enumera a Goldman Sachs, Morgan Stanley, Lehman Brothers, etcétera, y a los principales bancos como Citigroup, JP Morgan y Merrill Lynch, y otros. (2)
Dinero y decisiones en política exterior
El “demócrata” Harry Truman (al frente de la Casa Blanca 1945-1953) colocó la piedra angular de la política exterior yanqui asentada en una de sus vertientes más prominentes: el firme apoyo al sionismo israelí. Con vistas a dimensionar lo iniciado en ese tema por el también impulsor de la bomba atómica y artífice de la Guerra Fría contra la Unión Soviética y contra el Socialismo, el ya aludido lobby judío o israelí creó, durante el mandato de Dwight D. Eisenhower (1953 y 1961), el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC). El grupo de cabildeo político está conformado asimismo por los Cristianos Unidos por Israel, (CUFI) y a la Conferencia de Presidentes de las Mayores Organizaciones Judías de los EE.UU. (CoP).
Al hurgar en sus actividades se descubre que todas han perfeccionado sus influencias en el Congreso estadounidense para que indistintamente de cuál Partido ostente el Poder, apoyar al Estado sionista de Israel. Este mismo lobby es el que intenta moderar las críticas que han surgido, y surgen a diario, contra el régimen racista y de apartheid, ahora en manos de Netanyahu. Tienen influencias lo mismo en Hollywood, en las Universidades y sobre todo en la Casa Blanca de turno.
En un golpe de sinceridad la revista Fortune admitió que AIPAC está en segundo lugar en “la lista de poder político”, distinguiéndose por “su gran eficacia con dos estrategias básicas: ejercer influencia significativa tanto en el Congreso, como en el Ejecutivo para el apoyo a Israel y asegurarse de que el discurso público sobre Israel sea positivo reiterando sus mitos” y dando relevancia pública a la opinión de Israel en los debates políticos diarios con el objetivo de evitar comentarios críticos que pudieran permear el apoyo de los Estados Unidos hacia ese país levantino.
Sus tentáculos han hecho que tres presidentas de algunas de las principales universidades estadounidenses se hayan visto forzadas a renunciar de sus cargos por rechazar el discurso sionista, entre ellas podemos mencionar a Claudina Gay, primera presidenta negra de la Universidad de Harvard. Otro caso emblemático es que, en una vuelta de tuerca de “macartismo” y persecución por ideas políticas e ideológicas divergentes, los famosos actores de Hollywood, Susan Sarandon, Melissa Barrera, John Cusack están siendo acosados también financieramente por su defensa de los palestinos en su propósito de crear un Estado independiente.
En los entresijos de la vida interna
Dentro de la sociedad estadounidense existen asimismo otras agrupaciones sionistas muy peligrosas, las cuales mancillan el verdadero espíritu judío. Acá un listado de algunas de ellas, confeccionado nada más y nada menos que por Wikipedia: Alpha Épsilon Pi, Amigos de las Fuerzas de Defensa de Israel, Centro de Defensa de la Unión Ortodoxa, Coalición Nacional de Apoyo a los Judíos de Eurasia, Coalición Republicana Judía, Comité Judío Estadounidense, Comité foro Acorace in Mide East Reportan in América, Conferencie o Presidente o Mejor American Lewis Organizaciones, Congreso Judío Estadounidense, Consejo Americano Israelí, Consejo Judío para los Asuntos Públicos, Consejo Nacional de Mujeres Judías, Consejo Rabínico de América y Cristianos Unidos por Israel, solo contando hasta la letra C de una extensa denominación, acota el sitio de búsqueda de Internet. Sus miembros no son gente de a pie, sino grupos de millones de judíos norteamericanos, en su inmensa totalidad millonarios y multimillonarios.
En septiembre de 2020, el multimillonario judío demócrata Michael Bloomberg (de Bloomberg L.P, compañía estadounidense de asesoría financiera, software, data y media bursátil) donó 16 millones de dólares para que miles de residentes de Florida recuperaran su derecho a voto, de cara a las elecciones en la que ganó Joe Biden. Con esa misma postura proselitista están los magnates de casinos Sheldon Adelson, y su esposa israelí Miriam, quienes, en 2019, aportaron 25 millones de dólares para apuntalar la mayoría en el Senado del Partido Republicano. Por su parte, El diario digital estadounidense Politico, denunció que Donald Trump les había pedido a los esposos Adelson, patrocinio para su campaña presidencial.
Mientras, el grupo evangélico Cristianos Unidos por Israel (con 3, 8 millones de miembros) en la figura de su fundador, el pastor John Hagee se jactó ante The New York Times que logró influir en Trump para la transferencia de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. La cuestión cardinal radica en que se trata de una ciudad disputada por cristianos, musulmanes y judíos, pero que es considerada por Resoluciones de la ONU, como la capital de palestinas y palestinos en un eventual Estado soberano. Aspiración que no ha podido ser materializada por la colonización y usurpación ilegal de los sionistas israelíes.
Es de señalar que, a pesar de esconderse tras el apelativo de lobby judío, cientos de miles de judíos de todas partes del mundo, destacándose los de dentro de los Estados Unidos, han dicho: ¡No en mi nombre! También es meritoria la integridad de una buena parte de la población juvenil estadounidense que en estos momentos colman las comisarias en número de más de dos mil 500 detenidos.
Esa juventud no se resigna a que se les asocie con la connivencia de muchas de sus universidades, multinacionales, políticos y gobiernos y el ejército israelí. Les señalan a sus tutores y líderes políticos del país desdoblarse en odio al calificarlos infundadamente de antisemitas, cuando lo que hacen es seguir la ruta del dinero, uno manchado de sangre que financia al flamante desarrollo económico y tecnológico del Israel sionista que, hasta la fecha, ha matado a más de 35 mil palestinos, únicamente “culpables” por querer vivir.
Foto de portada: Tomada de Hyperallergic
Me gusta este artículo por el tema, profundidad informativa y objetividad, no obstante, por mi perfil, me hubiera gustado concatenar el tema, con el aporte que tributó al desarrrollo de su potencial militar y el poderío ofensivo y defensivo del ejército sionista y, en especial, de su poderío nuclear.