En tiempos de sensibilidad ecologista y medioambiental, el capitalismo debe encontrar la clave para que sigamos gastando y sustituyendo los productos que consumimos sin recato alguno.
El capitalismo veía que el consumo necesario para el mantenimiento del sistema provoca que las familias acumulen envases de todo tipo de material, y también sustituyan electrodomésticos y aparatos electrónicos cada uno o dos años. ¿Cómo lograr que la creciente conciencia ecológica fuera compatible con el consumo desenfrenado del capitalismo? La solución fue el reciclaje. En realidad, no necesariamente el reciclaje debía ser verdad, bastaba con que se instalara como un bálsamo en las mentes de los ciudadanos para creer que toda la basura que producían sería reciclada.
Para ello había que crear toda una galaxia cotidiana sobre el reciclaje, campañas, contenedores, etiquetas en los productos… La prueba más clara de que los productores de desechos son los pilotos de la creación de la necesaria mentalidad de que estamos reciclando, es que son esas mismas empresas las propietarias de la principal empresa de reciclado, Ecoembes. Por eso, ellos cuentan que las cifras oficiales de reciclado son de un 84,4 %, mientras que en realidad ese porcentaje sólo alcanza el 37,3 %, según Greenpeace.
Pero la gran bomba noticiosa viene ahora de Estados Unidos. Un informe del Centro para la Integridad Climática (CCI) termina con esta conclusión: “La crisis de los residuos plásticos es una campaña de fraude y engaño que los combustibles fósiles y otras empresas petroquímicas han creado y perpetuado durante décadas”. “A través de una investigación novedosa y rigurosa —añaden—, el informe Fraude de Reciclaje de Plásticos muestra cómo la industria del plástico ha promovido engañosamente el reciclaje como solución a la gestión de residuos plásticos durante más de 50 años, a pesar de su conocimiento de larga data de que el reciclaje de plástico no es técnica o económicamente viable a escala”.
En la década de 1950, los productores de plástico idearon un sistema que garantizaba un mercado en continuo crecimiento para sus productos: la desechabilidad. Durante las décadas siguientes, la industria dijo al público que los plásticos pueden ser fácilmente tirados en vertederos o quemados en incineradores de basura. La política de un solo uso era perfecta para que la gente comprara y comprara.
Pero en la década de 1980, se inició una conciencia ecológica, la ciudadanía ya no compraba con entusiasmo productos que llevaran una importante cantidad de plástico desechable y algunas administraciones comenzaron a considerar la prohibición y limitación de los desechos plásticos. Es entonces cuando la industria comenzó a promover una nueva solución: el reciclaje.
La Sociedad de la Industria de Plásticos, con sede en Washington, creó la Fundación de Reciclaje de Plásticos en 1984, reuniendo a empresas y embotelladoras petroquímicas, y lanzó una campaña centrada en el compromiso del sector con el reciclaje.
En 1988, el grupo comercial lanzó un logo de flechas circulares para señalar que el producto era reciclable. Un símbolo ampliamente reconocido para el plástico reciclable y comenzó a usarse en envases. Los expertos han dicho durante mucho tiempo que el símbolo es altamente engañoso, y recientemente los reguladores federales de Estados Unidos se han hecho eco de sus preocupaciones.
La Sociedad de la Industria de Plásticos también estableció un centro de investigación de reciclaje de plásticos en la Universidad Rutgers en Nueva Jersey en 1985. Y a principios de la década de los noventa, otro grupo de la industria publicó anuncios con el eslogan “Una botella puede volver como una botella, una y otra vez”.
Pero ya en 1994 un empleado de Exxon dijo a los empleados del American Plastics Council: «Estamos comprometidos con las actividades [de reciclaje de plásticos], pero no comprometidos con los resultados”.
La realidad es que hoy el impacto climático de la producción y eliminación de plásticos representan el 3,4 % de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Como señala Alyssa Johl, coautora del informe y abogada, asistimos a una violación de la publicidad y a un fraude el consumidor.
El capitalismo ha demostrado a lo largo de la historia su capacidad de renovarse para sobrevivir. Ajustes del discurso, retoques estéticos, apropiación de valores éticos. Todo lo han hecho y todo les ha servido. Con el consumo y con el planeta solo están repitiendo el método: adoptar discursos y aparentar soluciones y alternativas falsas para continuar con su objetivo. En todos los casos ese objetivo es hacerse millonarios, en este concreto, el resultado, acabar con el planeta.
Tomado de Mundo Obrero