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Arde el palomar de Picasso en Palestina

“En la pintura mural en la que estoy trabajando, y que titularé Guernica, y en todas mis últimas obras, expreso claramente mi repulsión hacia la casta militar que ha sumido a España en un océano de dolor y muerte (…) es la batalla de la reacción contra el pueblo, contra la libertad”, expresó Pablo Picasso acerca del cuadro que se convertiría en símbolo dramático de la barbarie de la guerra.

Picasso trabajando en el Guernica. Foto: Dora Maar / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

El próximo 26 de abril se cumplirá un aniversario más de la masacre del fascismo en Guernica, España, en 1937, y al repasar los hechos aquellos sorprende el paralelismo con el despiadado actuar del gobierno de Israel contra Palestina.

Aunque las cifras de bajas, la duración e intensidad de las acciones difieren, ambas pueden ser identificadas cómo las más sangrientas en proporción al saldo de víctimas civiles en los territorios atacados, la gran asimetría de fuerzas, la impunidad de los agresores y la repulsa mundial.

En el bombardeo a la villa vasca en manos republicanas durante la guerra civil española, sucumbieron mil 654 vecinos, un tercio de sus habitantes, sin contar los que quedaron bajo los escombros que no se removerían hasta cuatro años después. Resultaron heridos 889 pobladores.

Los palestinos muertos superan ya los 34 000, la mayoría mujeres y niños, cifra que va en aumento por desoír Tel Aviv los llamados a cesar el fuego y obstaculizar la ayuda humanitaria.

Mujeres y niños palestinos huyen tras un ataque aéreo israelí en la ciudad de Gaza. Foto: Mohammed Sable / Efe

En Guernica, la Operación Rügen fue ejecutada de forma coordinada por la Legión Cóndor, de la Alemania nazi, y la Aviación Legionaria de la Italia fascista, en apoyo a los militares sublevados contra el gobierno legítimo de España.

Sobre un área de menos de un kilómetro cuadrado del centro del pequeño pueblo, los atacantes dejaron caer sorpresivamente 31 toneladas de bombas de gran poder destructivo e incendiario, precisamente el día y la hora de mayor concurrencia al mercado local.

La agresión duró tres horas y 20 minutos. En ese lapso, varias oleadas de naves de guerra desempeñaron misiones específicas. Primero, un bombardero ligero lanzó una serie de seis bombas, y tras esto una escuadra de aviones más livianos ametralló a los pobladores. Los incendios duraron varios días, y más del 85% del total de las edificaciones fueron destruidas completamente.

Bombardeos de terror como aquel sería el método más destructivo para conducir una guerra y desmoralizar las zonas atacadas, que Alemania e Italia, más las fuerzas aliadas del fascismo, emprenderían durante la Segunda Guerra Mundial, contienda que dejó un saldo, según cálculos de investigadores, de entre 80 y 100 millones de muertos, civiles y militares e incalculable destrucción.

El peso mayor en la derrota del nazismo recayó en la Unión Soviética, cuya bandera ondeó victoriosa sobre el Reichtag alemán, y que concluyó con la rendición de Japón tras el estreno del terrorismo nuclear por Estados Unidos en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

En los días que corren, el planeta vive un horror similar, tras seis meses de ofensiva devastadora del Ejército israelí en Gaza, donde una crisis humanitaria sin precedentes, ha obligado a desplazarse más del 80% de la población, dejando a más de un millón de personas sumidas en la hambruna, la desesperación y la impotencia.

Desde el 7 de octubre último, con la destrucción total de la red hospitalaria y el quiebre de la distribución de alimentos y combustibles, las vidas de inocentes, en su mayoría de niños, mujeres y ancianos, se han convertido en blanco de los ataques.

Con una ferocidad sin límites, las fuerzas de Israel no han respetado ni el recogimiento espiritual del Ramadán ni han vacilado en asesinar a los hijos y nietos del líder adversario o atacar la Embajada iraní en Damasco, donde mataron a 13 personas, entre ellas altos mandos militares persas. Tal máquina de horror, que se alimenta del odio que ella misma genera, no escucha el clamor mundial de un cese el fuego.

Como era de esperar, desde el principio del conflicto EE.UU. se puso del lado agresor, suministrando el 69% de las armas que recibe Israel, según el último informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, que publicó datos reveladores a raíz de la aprobación, en el Consejo de Derechos Humanos de NN.UU., de una resolución que pide a los países dejar de vender o enviar armas al Gobierno de Netanyahu.

En diciembre último, Washington entregó a Tel Aviv miles de bombas de 900, 500 y 225 kilos, 5 mil municiones y 61 nuevos aviones de combate. Esos paquetes de armas incluían más de mil 800 bombas MK84 de 900, 500 y 225 kilos, según la propia prensa de estadounidense.

Recientemente el secretario de Defensa del país norteamericano, Lloyd Austin, declaró que para defender a su viejo aliado las fuerzas estadounidenses interceptaron “decenas” de misiles y de drones lanzados desde Irán, Irak, Siria y Yemen hacia territorio israelí.

Para precisar que nada ha cambiado en la filosofía del “despojo y de la guerra” ─conceptos inseparables, como recordaría Fidel en ONU en 1960─, Joe Biden acaba de escribir en The Wall Street Journal, acerca de los conflictos en Palestina y Ucrania:

“Enviaríamos equipo militar de nuestras propias reservas y luego usaríamos el dinero autorizado por el Congreso para reponer esas reservas, comprándolas a proveedores estadounidenses”, escribió el presidente.

“Eso incluye ─agregó ─misiles Patriot fabricados en Arizona, misiles Javelin fabricados en Alabama y proyectiles de artillería fabricados en Pensilvania, Ohio y Texas. Estaríamos invirtiendo en la base industrial de EE.UU., comprando productos estadounidenses fabricados por trabajadores estadounidenses, apoyando empleos en casi 40 estados y fortaleciendo nuestra propia seguridad nacional”.

La fría confesión repugna por su desprecio a la dignidad de la condición humana: la guerra ayuda a los EE.UU. Por supuesto que esto no es nuevo, solo que se expresa en medio del derramamiento de sangre de las víctimas, el luto de las familias y destrucción de la obra y el hogar de generaciones de palestinos.

Por si fuera poco, la Cámara de Representantes de EE.UU acaba de aprobar 26 400 millones de dólares para asistir a Israel.

Recordemos el costo de la decisión de Washington de querer impedir militarmente la reunificación de Viet Nam. En aquella guerra murieron más de tres millones de personas, civiles y militares. EE.UU. arrojó sobre la nación del sudeste asiático 7,5 millones de toneladas de bombas (más que todas las detonadas en la II Guerra Mundial), cientos de millones de rondas de artillería, 400 mil toneladas de napalm y 75 millones de litros de desfoliantes químicos como el Agente Naranja.

Detrás del de Estados Unidos, el gobierno que más armas suministra a Israel es Alemania, con un 30% de las ventas a ese país, el que, no obstante el llamado, espera recibir de manos de Berlín cuatro submarinos. El canciller de Alemania, Olaf Scholz, fue uno de los primeros gobernantes del mundo en mostrarse junto a Netanyahu en Tel Aviv al comienzo de la guerra en Gaza.

Italia es el tercero en la lista. En diciembre de 2023, a pocas semanas de iniciarse las hostilidades, el suministro al cliente expansionista tuvo un valor de mil 400 millones de dólares, tres veces el nivel alcanzado en el mismo mes de 2022, según medios de prensa internacionales.

Otros proveedores de armas a Tel Aviv son Francia, Reino Unido, Países Bajos, Canadá y Australia.

El horror plasmado en el más famoso cuadro de Picasso mueve a recordarnos también el papel de la mentira, la ocultación o manipulación de la realidad cuando la reacción española, los mandos militares golpistas y el entramado mediático se alinearon para dar al mundo su versión de lo ocurrido.

La negación de los bombardeos a Guernica, además de a otras ciudades, por parte de la Legión Cóndor se mantuvo durante los 40 años del franquismo, tal como hicieron la Alemania nazi y la Italia fascista hasta su derrota en 1945.

Además, la agresión a Guernica fue tema prohibido entre los habitantes de la villa, amenazados con el presidio si comentaban sobre el ataque o poseían una reproducción del cuadro de Picasso. La represión tras la guerra significó también 114 226 desapariciones forzadas de españoles y de otras nacionalidades que fueron perseguidos, capturados, asesinados y enterrados en fosas comunes.

El teniente general Queipo de Llano, según expertos e historiadores, fue responsabilizado con el fusilamiento de más de 45 000 personas, de ellas unas 14 000 solo en Sevilla. El criminal de guerra era también conocido por sus intervenciones públicas en la radio, en las que amenazaba con “hacer desaparecer a todos” los rivales ideológicos.

Durante los seis meses de la guerra en Palestina, cientos de toneladas de explosivos han caído sobre la Franja de Gaza, convertida en un montón de ruinas. Al número de víctimas locales se suman las que han sufrido las organizaciones humanitarias, al no cumplir Israel con su obligación de proteger a los que cumplen esa función. Según la Organización de Naciones Unidas, han muerto 224 misioneros.

Después de pintar el Guernica, en el que dos mujeres reclaman justicia al cielo, Picasso se convirtió en un símbolo militante de la lucha antifascista y referente del papel que debían desempeñar los artistas e intelectuales comprometidos con una paz que garantizara no hacer retroceder la historia a los oscuros tiempos de la guerra recién concluida.

Una paloma blanca sobre un fondo negro, en la que se destaca en tonos suaves con los que el pintor malagueño logra recrear el plumaje del ave, pasaría a la historia como La Paloma de la Paz, fue la respuesta del ya militante comunista a la solicitud que recibiera de crear una ilustración para el cartel de la convocatoria al I Congreso Mundial por la Paz, que tendría lugar en París en 1949.

El 20 de abril de 1949 se celebró en París el I Congreso Mundial por la Paz. Para el cartel del encuentro se usó una litografía de Pablo Picasso y desde entonces se convirtió en el símbolo universal de la paz

A partir de aquella exitosa propuesta, la paloma se convertiría en un tema recurrente en la obra de Picasso en la que su genialidad la multiplicó en las distintas manifestaciones de la plástica, como el grabado, la cerámica, el dibujo y el oleo, entre otras.

Hoy ese símbolo, de vuelo incansable, se abre paso entre las llamas y las explosiones de la guerra y, espantada de tanto horror, busca esperanzada un hombro seguro sobre el cual posarse nuevamente.

‘El rostro de la paz’. Segunda versión 29 de septiembre de 1951. Lápiz litográfico sobre papel reporte, transferido a la piedra. 28,2 x 22 cm. Pertenece al libro ‘El rostro de la paz’, de Paul Eluard (Éditions Cercle d´Art, París, 1951). Museo Casa Natal Picasso.

Foto de portada: Tomada de National Geographic

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Tubal Páez Hernández
Periodista cubano. Presidente de Honor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).

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