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La fotografía de prensa es también arte

Palabras expresadas por el autor durante la inauguración, este miércoles 6 de marzo, de la muestra fotográfica “El instante preciso”

A lo que no debería renunciar nunca una fotografía periodística es a la funcionalidad. Es condición indispensable. Pero la funcionalidad no hace el arte. Y la fotografía para la prensa puede ser también arte, a partir de la conjunción de valores estéticos, de la instauración de un ámbito lírico, metafórico, que vaya más allá de esa utilidad imprescindible. Es el fotoperiodismo que concreta varios niveles de apreciación. En el primero, el más obvio, se explicita un hecho, un personaje, una acción… Pero hay también realizaciones formales que distinguen a una foto de otras.

Y lo más interesante es que en el periodismo no suele haber mucho tiempo para buscar la foto perfecta. Alguien diría que se consigue muchas veces casi por casualidad. Pero eso no es exacto ni justo. Se consigue gracias al talento, la sensibilidad y la profesionalidad. La capacidad para distinguir “el instante preciso”. El título de esta exposición resume la clave de una profesión. Estar en el lugar y en el momento justos; hacer la foto en el segundo exacto. De hecho, quizás el intervalo deba ser más corto.

Las nuevas tecnologías permiten un regodeo mayor en este ejercicio. La fotografía digital ofrece oportunidades que los grandes fotorreporteros de la que algunos han llamado la época de oro de la gráfica en el periodismo cubano, los años de la épica cotidiana, no tuvieron. Y por eso es tan significativo ese legado. Buena parte de las fotografías concebidas para los periódicos de aquellos primeros años de la Revolución triunfante integran la galería esencial del arte cubano en el siglo XX. Son testimonio efectivo de momentos históricos, de la gran historia y de la historia más pequeña, que es en definitiva la que protagonizamos todos.

Esos fotorreporteros-artistas fueron —son— los maestros. Y abrir esta muestra con algunos de sus clásicos honra ese aporte fundamental.

Pero aquí hay obras que también pudieran articular curadurías en un museo de arte. Y al mismo tiempo reúnen las credenciales para figurar en las portadas de un rotativo, o un espacio digital. Es la maravilla del buen periodismo. Cuenta una historia, y la cuenta con vuelo.

Roberto Chile, quien indudablemente es otro maestro, un referente para los profesionales del fotoperiodismo y para los creadores de las artes visuales, lidera un proyecto necesario, pues puede consolidar jerarquías que devengan incitaciones, aguijones para los que comienzan. Y ofrece nuevos espacios de socialización para una labor que suele estar marcada por la inmediatez, por el ritmo trepidante de la noticia. Hay que tomarse un tiempo para apreciar estas piezas, porque los instantes que las definieron les garantizaron la sobrevida, entre montones de fotos que fueron a parar, probablemente, a la papelera de reciclaje.

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