Solamente plasmar su idea de que «el periodismo me ha resuelto casi todos los problemas del alma» bastaría para marcar la nota del recibimiento, por Arleen Rodríguez Derivet, del Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida, de 2024, pero esta colega fértil en soportes tecnológicos y manantiales humanos regaló otra frase que la retrata y define cómo son los colegas cuando son grandes: «Quiero dedicarlo a los que no lo han ganado aún… y lo merecen».
Así le escuchamos en la sede central de la UPEC, donde las emociones suyas y ajenas bajaron en cascada, desde las felicitaciones de Ricardo Ronquillo y la presidenta del jurado, Magaly García Moré, hasta las de su compañero, otros familiares y grandes figuras de la cultura y de sus afectos —Amaury Pérez le dio un abrazo que probablemente le supo a ella como «acuérdate de febrero»— que premiaron también, con su asistencia, la valía de este Premio.
«Mi suerte fue nacer en 1959 —contaba ella—, porque, si no, sería una costurera más de la familia». Pocas colegas defienden en Cuba la altura de todas las mujeres, incluidas costureras, pero resulta que Arleen no se entendía muy bien con las máquinas de coser. La Revolución no solo le dio cuna y la arrulló en una familia-país mejor; al cabo, forjó en ella a la artífice, desde otras máquinas, las de escribir y las computadoras, de una de las mejores puntadas, letra a letra, idea a idea, en el gran lienzo del periodismo nacional.
Ya lo recogió el cuidadoso dictamen del jurado, que pareció más un mapa de honras: estudios en la Universidad de Oriente, servicio social en Juventud Rebelde, el medio que llegó a dirigir; fundadora del semanario Opciones; Premio Juan Gualberto Gómez, en 1993; comentarista y conductora en Radio Rebelde; directora de la revista Tricontinental, panelista en la Mesa Redonda, gestora de un programa por la liberación de Los Cinco; entrevistadora de grandes figuras, comenzando por Fidel; guionista de series y documentales.
No es, la suya, «obra pasada» ni su premio un consuelo a mujer madura. Arleen pone su pecho de mujer en la chapea de mucha mala hierba mediática contra Cuba y cubre parte de los programas y las figuras centrales del país. El jurado lo dijo claramente: «De su compromiso de servicio a la patria nos lega una narrativa que forma parte de lo mejor del periodismo cubano de la Revolución y de todos los tiempos, como herencia ética y de profundidad intelectual».
Esa es la colega que desde este viernes enlaza más fuerte su nombre y su causa con las del colega José Martí, la hija sensible que dedicó un primer pensamiento a su madre que, a poco, fue respaldado por Normita, la hermana que aprovechó la videoconferencia para, a distancia, llorar de alegría y recordar que mamá «siempre apostó por el talento de Puchy».
Y Puchy, la colega todoterreno, la exploradora de múltiples audiencias, se dijo honrada de ver en el teatro a colegas de toda la vida, de los viajes y las coberturas, muchos de quienes le inspiraron a menudo la consabida frase del gremio: «¡Ah, si yo pudiera reportarlo de esa manera…!».
Así se sintió e hizo sentir a los suyos en la UPEC, ese «lugar entrañable» para ella. Con modestia, hizo el cierre periodístico de sus emociones —«hay que dejar algo para el día de la entrega», dijo—, pero ya era tarde. Es que había recordado su llegada a Juventud Rebelde desde Guantánamo, con la marca de un perro (labrador, no; hablador) y en seguida se preguntó cómo llegaría a la talla de sus colegas. El dilema de unos cuantos periodistas, desde hace mucho tiempo, es cómo emular la altura de Arleen Rodríguez Derivet.
Siempre he admirado a esta mujer grande que responde al nombre de Arleen. Felicidades hermana por el Premio de la Obra de la Vida 2024. Es un premio que robustece el alma y mas por el nombre que lleva, el del Heroe Naconal Jose Marti.