Palabras de Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista y jefe de su Departamento Ideológico, en la inauguración del II Encuentro Internacional de Publicaciones Teóricas de Partidos y Movimientos de Izquierda.
(Palacio de Convenciones, 12 de febrero de 2024)
Cro. Bruno Rodríguez Parrilla, miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y ministro de Relaciones Exteriores;
Compañeros de la dirección del Partido, el Gobierno, las organizaciones políticas, de masas y sociales cubanas;
Delegados e invitados a este Encuentro:
Hace un año nos reunimos aquí en La Habana por primera vez para intercambiar criterios sobre los graves asuntos que afectan la vida en nuestro planeta, que son los que nuestras publicaciones advierten y denuncian; pero nos reunimos, sobre todo, con la esperanza de conformar un frente común, de articular una unidad sobre los temas de fondo, los esenciales, que son acaso los de mayor urgencia, y promover la solidaridad. Entonces sembramos una idea.
Este II Encuentro de Publicaciones Teóricas de Partidos y Movimientos de Izquierda da continuidad a aquella iniciativa de nuestro Partido, concretada con la entusiasta acogida de diversas fuerzas políticas progresistas, para generar un espacio de debate sobre la producción y reproducción de las ideas revolucionarias.
La presencia hoy aquí de un centenar de participantes de más de una treintena de países y varias decenas de organizaciones y publicaciones, dedicadas al pensamiento crítico desde una visión antihegemónica y descolonizadora, demuestra la necesidad de intercambiar visiones y concertar acciones.
La batalla de ideas que preconizó el líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz es más inaplazable que nunca antes. Urge la reflexión comprometida y la acción unitaria en pos de la justeza de nuestras luchas legendarias.
Más reflexión y mayor acción frente a la avasalladora omnipresencia del capital en su pretensión por privatizar hasta los sueños y anhelos de los pueblos y secuestrar la disputa de sentidos en favor de los mezquinos intereses de las élites imperiales.
Ante la guerra, ante la hambruna y las enfermedades, ante el chantaje y la explotación de nuestros pueblos, ante el quiebre del equilibrio ecológico que sostiene la vida, no podemos actuar por separado; nuestras diferencias, todas, aunque parezcan enormes, son secundarias. Nos va la vida en ello.
El imperialismo estadounidense no es un concepto geográfico, se extiende a los países que integran la OTAN, a Israel, punta de lanza en el Medio Oriente; es un sistema internacional de subordinaciones e interdependencias.
La unidad de acción la dicta el capital trasnacional. Dos industrias determinan la hegemonía norteamericana: la que produce armas y la que reproduce el imaginario capitalista.
¿En qué mundo vivimos? ¿Cuáles son esos principios que nos unen en nuestro compromiso por la justicia social, por la soberanía nacional y por la paz?
En primer lugar, la lucha contra el imperialismo donde quiera que se manifieste y la defensa de cualquier proyecto nacional que rompa un eslabón de su cadena de interconexiones, así como de los nuevos polos de poder que hacen contrapeso y debilitan su hegemonía. En esa lucha, se incluye, por supuesto, la condena a la soberbia sorda del sionismo, cuya impunidad no sería posible sin el respaldo imperialista.
En segundo lugar, la lucha por la paz es vital, el imperialismo necesita la guerra; los mecanismos de la democracia burguesa ya no funcionan y la industria armamentista es un salvavidas para su permanente crisis económica. He ahí la evidencia: las principales empresas de armamentos del mundo aumentaron considerablemente su cotización en la bolsa con la guerra en Europa.
En tercer lugar, la solidaridad de los pueblos latinoamericanos, ante la agresión o el chantaje contra cualquiera de sus naciones, o de los pueblos árabes con el pueblo palestino o el sirio o el yemenita, por ejemplo, pero también la de todos los pueblos, los del Norte y los del Sur, con todos los pueblos, es el más elemental de los compromisos que debemos contraer.
Así lo expresaba Fidel a pocas horas de la victoria revolucionaria cubana en 1959: “Juntos debemos estar todos los que hemos sufrido injusticias. Juntos debemos estar todos los que hemos sido víctimas de algún atropello, de algún abuso, de alguna explotación”.
Y hace casi diez años, en 2014, el líder histórico de la Revolución Cubana describía con visionaria precisión un mundo muy semejante al actual:
“Una nueva y repugnante forma de fascismo está surgiendo con notable fuerza en este momento de la historia humana, en el que más de siete mil millones de habitantes se esfuerzan por la propia supervivencia.
“La bochornosa y criminal guerra de la Franja de Gaza, un pedazo de tierra donde vive la población de lo que ha quedado de Palestina independiente, hasta hace apenas medio siglo.
“El genocidio de los nazis contra los judíos cosechó el odio de todos los pueblos de la tierra. ¿Por qué cree el gobierno de ese país que el mundo será insensible a este macabro genocidio que hoy se está cometiendo contra el pueblo palestino? ¿Acaso se espera que ignore cuánto hay de complicidad por parte del imperio norteamericano en esta desvergonzada masacre?”
Compañeras y compañeros:
Hace un año, cuando acordamos encontrarnos nuevamente, evocamos entre los motivos la conmemoración del aniversario 65 de la Revolución Cubana.
La historia de las luchas revolucionarias en Cuba, que es la historia de Cuba, breve pero intensa, es la de la búsqueda, la pérdida y el encuentro de la unidad.
La unidad que fue deshaciéndose durante los diez primeros años de lucha por la independencia en el siglo XIX, y que condujo al fracaso y a la traición.
La unidad que finamente tejió nuestro Héroe Nacional José Martí entre viejos y jóvenes, entre militares y civilistas, la que llamó a filas a radicales y moderados ante el obstáculo irreparable que era la colonia y el peligro del entonces naciente imperialismo estadounidense.
El hilo conductor de la historia de Cuba lo traza, desde entonces, la relación con los Estados Unidos: la advertencia y la lucha de nuestros próceres sobre la codicia, la amenaza, la injerencia y la intervención abierta de su política expansionista. Sólo con la unidad de todo un pueblo esta pequeña isla ha podido enfrentar y vencer el colosal desafío de un bloqueo genocida que pretende asfixiar y quebrar la voluntad soberana de una nación. Los fracasos en esa batalla crucial provienen de la falta de unidad. Las victorias, que ya son muchas, provienen de la unidad.
Fue Fidel el gestor de la unidad que nos llevó a la victoria en la segunda mitad del siglo XX, la que nos sostiene hoy.
El 1ro. de enero de este año, al conmemorarse el aniversario 65 de la victoria revolucionaria en Cuba, el líder de la Revolución Raúl Castro Ruz expresó:
“La unidad es nuestra principal arma estratégica; ha permitido a esta pequeña isla salir airosa en cada desafío; sustenta la vocación internacionalista de nuestro pueblo y sus proezas en otras tierras del mundo, siguiendo la máxima martiana de que patria es Humanidad. ¡Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos!”
Lo que hemos invocado para nuestra historia patria, resulta también indispensable para la lucha de nuestros pueblos. Nada conseguiremos sin un programa concreto, sin la plena confianza en la victoria, sin la unidad.
Como señalara Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en aquel I Encuentro Internacional de Publicaciones Teóricas, tenemos que “darnos cuenta de la importancia que tiene que nos unamos más, y que articulemos nuestro debate sobre los problemas fundamentales que afectan al mundo, sobre todo, los problemas fundamentales que afectan a los pueblos”.
Y a continuación, agregaba: “¿cómo debe ser el mundo, ese mundo que Fidel siempre nos enseñó que podía ser mejor, que era posible que fuera mejor?, pero ¿cómo lo vamos a cambiar?, ¿qué vamos a hacer para cambiarlo?, y para cambiarlo de la manera más urgente posible, porque el mundo tiene urgencia”.
Las publicaciones teóricas de la izquierda son espacios de debate y reflexión al servicio de la justicia social. El I Encuentro trazó algunas prioridades que deben actualizarse y enriquecerse. No se trata solo de que acudamos a una cita anual para compartir criterios; estos deben abrir caminos por los que podamos transitar.
Revisemos y actualicemos el Plan de Acción adoptado en la primera cita. Veamos cuánto hemos avanzado en nuestros objetivos, y cuánto nos falta aún.
Bienvenidos, camaradas. Reciban nuestra infinita gratitud por su presencia y su aliento solidario. En la unión está la fuerza y la victoria.
Muchas gracias.
Imagen de portada: Rogelio Polanco Fuentes, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista y jefe de su Departamento Ideológico. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate