Hay ciertas noticias que llegan al revés y, como no tenemos preparadas para ellas la agenda de nuestras vidas, nos cuesta más aceptar, digerir, escribir… Se supone, por ejemplo, que sean los jóvenes periodistas quienes despidan con sus crónicas a los colegas viejos que partan, así que, cuando Yurislenia Pardo Ortega acaba de morir con apenas 35 años y dos pequeñas hijas que empinar, uno se ratifica en la idea de que no solo sabe muy poco de periodismo, sino que el periodismo mismo a veces no alcanza a entender la vida.
Ella fue grande, sin embargo, esta no es la crónica de la invencibilidad. No busquen eso. La heroína que describen estas líneas era de tan de carne y hueso que perdió la batalla como le sucede a cualquiera… ¡pero qué pelea dio!
Por momentos, parecía que lo iba a lograr. Su desafío real recordaba el relato ficticio del gran Onelio Jorge Cardoso, aquel de la incansable Francisca que, con su perenne hacer en el campo, mareó a la señora de la guadaña y la humilló sin misericordia frente a unos cuantos guajiros. Aquí, parecido: durante casi un mes, la Parca subió los ocho pisos de la sala de cuidados intensivos del hospital Hermanos Ameijeiras indagando por la periodista camagüeyana.
—¿Yurislenia —respondían con otra pregunta pacientes, trabajadores de servicio y especialistas encumbrados—… no se cruzó con ella en las escaleras? Bajó apurada, ni esperó el ascensor, en busca de un dato para un reportaje de agricultura. ¿Yurislenia…? Seguro le ha dado por entrevistar a un médico. ¿Yurislenia? Se escapó de la sala a hacer gestiones por los reporteros de su provincia… porque, ¿usted sabe?, compañera Muerte, esa jovencita es presidenta de todos ellos.
Fue una bronca sonada, de flaca a flaca, de poder a poder. Alentada en su esquina por centenares de personas de todas las orillas, por donantes de sangre —entre otras cosas— desconocidos y por rezadores que incluyeron a unos cuantos ateos, nuestra muchacha pudo haber ganado, pero la muerte, que vive de matar y aprendió un poco de la lección de Francisca, tiene sus mañas y al final atacó dos veces por el punto (más) sensible de un periodista: el corazón.
Claro que Yurislenia había investigado y, como analista de historias —que es en eso en lo que consiste realmente la profesión del buen reportero— proyectó todos los escenarios. Mientras los médicos trazaban estrategias con su cuerpo como principal teatro de operaciones, ella ordenada otras cosas. Así que, incluso enfocada en sobre/vivir, decidió ser cremada —en caso de…— y que sus cenizas fueran esparcidas en la camagüeyana playa de Puerto Piloto, regada en otros tiempos por los polvos últimos de su padre y de un tío querido.
Desde este 18 de enero, las partículas buenas de La Yuya abrazan su Isla nuestra, toman el canal Viejo de Bahamas o buscan por el oriente las Antillas Menores —esas islas pequeñas como sus hijas Gabriela y Andrea— para escribirnos un día las historias del mar que tanto le apasionan.
Frente a la realidad de su cremación y del traslado de sus cenizas a Camagüey por un trío amantísimo: su hermana Yuli, su prima Yani —abrazada a la urna en todo el camino con un fervor de guerrillera— y su tío Carlos, las preguntas no hicieron más que crecer: ¿A qué temperatura pueden quemarse los sueños? ¿Qué fuego pudiera vencer los planes de cariñitos a dos niñas hermosas, la ternura de un matrimonio, los abrazos a tía y tío, la complicidad de hermana y primos, la guía de las sobrinas y el beso hondo a mamá…? ¿Qué hoguera puede parar la determinación de un reportero…? No sé. Ya dije que el periodismo no es mi fuerte.
Además de una muy conocida en el gremio: la exposición de elementos en interés descendente, la colega Yurislenia Pardo Ortega invirtió otras pirámides porque, más allá de las técnicas profesionales, dio incluso a los veteranos varias lecciones de vida que se supone requerirían mucha experiencia. La mayor, sin dudas, fue su determinación —dicho al duro, «no le dio su gana camagüeyana»— de no convertir en «penosa» una enfermedad que encaró con ejemplar energía. A ella no se le vio ni una pena; la pena, y mucha, fue todo nuestra.
Cierta vez, mientras Yurislenia descansaba en uno de los intervalos hospitalarios, su mamá Eugenia lagrimeaba en silencio, a su lado. Al verla, la joven le exigió: «¡No hay que llorar, todo está bien, todo está bien!». Callado ante aquella escena, un amigo presente recordó en seguida el «¡No aguanto lágrimas!» de ya sabemos quién.
Ni la de la invencibilidad ni la de la relatoría: no es esta la estampa de las ceremonias ni de más listas de nombres que no sean su propia figura. Baste decir que en poco más de una década de ejercicio y en apenas diez meses como presidenta de la UPEC en Camagüey, ella ganó la autoridad suficiente para que las mayores autoridades de la provincia fueran a su despedida, no a hacer discursos sino a sumar, humildemente, corazones.
Yurislena Pardo Ortega estremeció por completo la sede nacional de la UPEC. Se ha visto decenas de veces a Ricardo Ronquillo quitarse la camisa de presidente para apoyar de cerca a colegas enfermos, pero esta vez fue más lejos: ya sin sus sencillas piezas de manga larga, se abrió el pecho desnudo, limpio para ella. A su lado, y aun delante de él, dos funcionarias de atención a colegas, Madelín y Mariela, «compraron» en el mercado de los afectos las más grandes alas de ángeles —¡con lo caras que han de estar hasta las plumas!— para erigirse, con celeridad y ternura, en la guarda de la muchacha que hacía tan solo unos meses no conocían. Y de los tres para abajo, ¿o para arriba?, la pregunta general era: ¿qué más hay que hacer?
En tiempos de agobio económico, y a veces de fe renqueante, el sector periodístico apreció de nuevo para qué sirve la UPEC.
Es cierto que esas dos niñas, en las que ahora piensa un gremio y un país, recibieron un tajazo muy fuerte en sus paisajes, pero también se han quedado con el retrato renacentista y renacedor de una madre extraordinaria que dejó para ellas bellas anécdotas que en los próximos años, como migas de pan o aroma de pastel de guayaba, amarán descubrir y repasar. De momento, Gaby, la «mayor», subida con su papá en la azotea, ya ubicó un lucero que se llama Mamá.
Hay periodistas como Yurislenia Pardo que escriben (más) en reportaje pero que viven en crónica. Su muerte, como su vida, estuvo cargada de emocionantes detalles. No asombró entonces que al final de la velada del adiós, de su última reunión en la Casa de la Prensa camagüeyana —la más grande que se ha visto allí— su amado Luis cargara la urna entre aplausos, nervioso, como se lleva en brazos a la novia desposada para inventar de otro modo la eterna luna de miel.
Todo es fuerte, muy fuerte; esta crónica pudiera terminar ahí, pero voy a proponer otro final. Al momento de su muerte, mientras recogían con tristeza las cosas de la familia para dejar el hospital, su hermana Yuli escogió el vestido con que Yurislenia se iría del mundo: una pieza azul, sencilla y menuda como ella, llena de encendidos girasoles. Yani, la prima, insistió en que ella se lo pondría.
Así fue. A un colega presente, el vestido le recordó, por su intensidad visual y la emoción que emanaba, el hermoso cuadro La noche estrellada, de Vincent Van Gogh —pariente de Yuri por parte del gusto de ciertas flores— y decidió que, aunque él nunca podría hacer la cobertura de la muerte de la amiga, escribiría después, cuando se calmaran las aguas de Puerto Piloto, la crónica de la muchacha que ardió entre pétalos para llenarnos el mar y el cielo de girasoles.
Admirable crónica y repleta de una devoción profunda por una persona tan especial como Yurisdenia Pardo .
Nada como tu pluma para contar tal suceso🥹
Nada como tu pluma, una vez más me haces llorar🥹
Gracias profe
Me he quedado como un pañuelo estrujado. Tengo mi corazón apretado con su crónica. Gracias por regalarnos a los periodistas de provincia un retrato tan humano de la colega que la muerte nos arrebató.
Ese vestido tan hermoso como ella misma le acompañó en momentos muy felices. Yuri es de esos seres que regala luz y alegría. A ella se le quiere, porque quienes la conocieron no podían no hacerlo. Gracias por la crónica.
Bella crónica.
Sublimes y estremecedoras palabras para nuestra Yuri pura y angelical… gracias, gracias, gracias 🤍🕊️
Excelente crónica.Sentimientos de respeto para una joven ,que aunque no conocí,de la mano de este cronista sé que supo llenar espacios no solo por su profesión,sino también como excepcional ser humano.
Gracias, amigo Enrique, por tan atinado, precioso homenaje. Bello hasta las lágrimas.
Gracias, Milanes, me haces llorar, por tu esrito y porqe Yuri está retratada, como dices, entre girasoles para que lumine por siempre. Ella vivirá en el mar, en Puerto Piloto y en su Camagüey ogulloso.
Yuri era genuina! Qué tristeza su muerte 😢
Excelente y muyyyy conmovedora relatoría.gracias al narrador Enrique Milanés.lluvia de bendiciones al cielo para ésa joven k no pudo desafiar la muerte aunque lo intentó??Porque le sobraba coraje ya k eres una verdadera guerrera
Querido Milanés, cronista amigo, he llorado con cada línea de tu prosa, qué triste!!! Ahora habrá que cuidar a sus niñas, cuenten conmigo en #Cienfuegos, te abrazo
Excelente crónica, súper sensible y dolorosa cuando no se ha podido matar a la muerte. No la conocí pero se detiene en mi el especial dolor de tantos compañeros tan impactados y sufridos. Lo siento muchísimo y deseo que su alma brille con luz perpetua EPD
Una buena y merecido homenaje de este periodista con su crónica a la siempre presente Yuri
Hermano. Con cuál pieza del cuerpo pudiste escribir algo tan sublime como Yuri?
No paro de llorar desde el cerebro hasta la planta de los pies.
Quiquito,estremecedor, te brotó del alma, no de la mente.
Sin palabras. Gracias Enrique. Grande Yurislenia.
Una muy buena cronica de Milanes. A ello nos tiene acostumbrado. Mi hija fue hasta donde yo estaba y la leyo y me dijo; Esa cronica me ha hecho llorar, !que hermosa cronica”.
Y otra vez saltan las lágrimas
Aplausos, ovación. Sigo pensando que estás entre los mejores, por eso me siento orgulloso de ser tu amigo y que hicieras esto por mi hermana. Gracias
Calidad excepcional; máxima calificación (y bien escasa), dada a un trabajo periodístico en mis tiempos de reportero en Invasor.
Su crónica, sus palabras, sus frases sus ideas, hacen estremecer y conocer en minutos a la joven que solo veía muy rápido en reuniones y visitas en mi centro de Trabajo. Sí, es una heroína…. y aún cuando la muerte arranca palabras siempre de bondad por la partida de esa persona….que va!!!!! en esta muchacha todos dicen palabras para una Mariana….gracias, me estoy secando las lágrimas…
Sin palabras , exelente crónica escrita de a corazón, gracias por compartirla, es como fumigar el cielo con nuevas estrellas que llegan al firmamento y dan la bienvenida a la última estrellita que llegó. Con una luz impresionante.
Estremecedor…me hizo llorar…esa es también la virtud de las palabras.
Muchacho, me hiciste llorar, EPD tu colega.
Imposible me resultó que no se me saltaran las lágrimas al leer tan vibrante crónica.
Gracias por trasmitirnos tan elocuentemente el calibre y la altura alcanzada por Yuri, elevada al más alto pedestal del periodismo revolucionario.
Que cronica tam linda.tan triste y tan bien desarrollada. Bendiciones a quienes la realizaron. Dios la tenga en un lugar tan lindo como ella. Muy duro esto que ha sucedido. Los Angeles van al cielo
es una crónica muy, muy, muy especial…. Milanés es un periodista al que admiro y respeto por su excelencia en el ejercicio de la profesión, pero en esta crónica, donde cada letra escrita le salió del alma, de la vida, del corazón, de lo más profundo de sus sentimientos y pensamientos, lo hizo espectacularmente…..gracias, Mila, gracias…..Yurislenia, nuestra Yurislenia, la siempre querida Yuri era así, fue así, se desempeñó de esa manera….solo quien no la conocía o quien era o es un ser sin sentimiento alguno, no la quería, porque el que la vio una vez, ya la quiso, con solo verla….gracias, Mila, gracias, gracias………….
Milnes, solo tu y Yurislenia para rompernos los corazones
Sí alguien no la conocía, ya sabe casi todo de esa muchacha-girasoll sol.
Excelente trabajo periodístico en honor a una colega que físicamente no está, pero su ejemplo y virtudes a pesar de ser tan joven caló en lo más hondo de todos la que conocían y en mi caso de ser una Mujer Cubana y Camagueyana, como la caballería mambisa de Agramonte. Honor a quien honor merece. Gloria eterna a Yurislenia EPD.
Bello homenaje. EPD.
Conmovedora crónica, que pena perder a un ser tan joven y con tantas energías, luz eterna para Yuri.
Enrique Milanés, capta lo sublime que fue esta mujer
Conoci a Yuri por ud. Cuanta belleza en esta cronica que me hizo llorar y me hace permanecer con las esperanzas de que hay jóvenes con un corazón tan inmenso como lo es Cuba. Cuanto orgullo siempre tendrán sus hijas y du familia afemas de un gremio al cual tanto respetó. . Ahora quiero ser mejor aunque casi doblo los 35 pero los ejemplos siempre nos invitan a pensar que podemos ser mejores.
Hermoso y especial, como ella. Pasan los días y aún sigue siendo absurda su partida
Enrique, no sé si me recordarás Tuvimos momentos de trabajo conjunto en la comisión ideológica del Partido y siempre admiré tu forma de escribir. En otros espacios ya me pronuncié ante la pérdida física de quien admiré como estudiante universitaria y como profesional, pero tus maravillosas y conmovedoras palabras han vuelto a provocar en mi ese dolor ante la impotencia de la muerte. Reitero un homenaje sin igual a alguien singular. GRACIAS
Estimado Milanés. He leído, con gran dificultad por la intensa humedad acumulada entre mis párpados, este bello artículo y debo agradecerle por ello. Lamento haber demorado tanto, pues no frecuento estas páginas, dedicadas principalmente a un gremio al cual no tengo el honor de pertenecer. Ciertamente, ha sido un retrato milimétrico de esa joven, que conocí siendo muy callada, casi tímida, pero esa era solo la punta del iceberg. Lo único que podía dejar entrever la inmensa convicción, blindada de compromiso y de una amplia capacidad de análisis y de trabajar sin descanso, que se mantenía sumergida, era aquella mirada penetrante y segura. Ella iniciaba su labor como presidenta de la FEU en la Universidad de Camagüey, donde también supo ganarse el respeto y la admiración de la masa estudiantil y el profesorado de su “Alma Mater”. Desde entonces siempre resultó un enigma para mí aquella mirada, aún cuando en mi caso, siempre era suavizada con una sonrisa amable. Años después, volví a tener una experiencia similar, pero esa vez en los ojos de una de las mujeres más valientes que ha tenido este país, aquella que no vaciló en penetrar los muros del Moncada, mientras la muerte se daba el más suculento y dantesco de los banquetes, para intentar hacer lo que corresponde a un verdadero periodista y que no pudo por la censura de Bohemia, me refiero a nuestra querida Martha Rojas. La vocación de hallar la verdad detrás de todos los rostros y todas las acciones, el coraje de enfrentar cualquier obstáculo, la entereza de espíritu y la ética permanente, se me ocurren como las cualidades mejor contenidas en los ojos de dos mujeres que hicieron suyo el principio martiano de estar donde está el deber, ali donde uno es más útil.