Discurso pronunciado por Bismark Claro Brito, graduado más integral de la carrera de Periodismo, durante el acto de graduación, este 19 de diciembre, en el aula magna de la Universidad de La Habana
Graduación… ¡Qué fácil se nos hace pronunciar esa palabra! Trisílaba, aguda y, por demás, común como todas las palabras terminadas con el sufijo -ción. Y que no les asombre mi referencia lingüística, que sugiere huellas de la asignatura Gramática española. Pero con “graduación”, sin despreciar su sencillez, también estamos ante un término culturalmente complejo.
Desde que tenemos uso de la razón, hemos sentido esa presión social de llegar a donde hoy estamos, a punto de recibir un documento, con cualquier tipografía –y lo remarco, cualquier tipografía–, que nos acredita como licenciados. Para un día como este, siempre se está preparado, pero nunca estamos listos para vivir lo excepcional: como decidirnos por una profesión de una vez y para siempre, y Arianna bien lo sabe; o enfrentar una contingencia sanitaria que nos cogió de imprevisto y puso en pausa nuestros proyectos de vida; o desaprobar los exámenes de aptitud, luego de convertirnos en números para asegurar la posterior presencia de nuestros nombres en un listado.
Resulta paradójico que sea mi voz la que, en nombre de ustedes, se alce esta mañana. Sí, resulta paradójico que les hable quien no escuchó su número, el 310, como parte de los aprobados de la segunda fase aquella tarde; pero que una semana después recibiría una notificación donde lo citaban al tercer momento de los exámenes, porque determinaron que el joven podía ser estudiante de Periodismo.
Si hacemos un reportaje en retrospectiva, podríamos ver lo que fuimos… Las presentaciones que hicimos de nosotros en el primer turno de clases de la carrera, ese de Comunicación y Sociedad con la profe Aline, donde solté una frase de Enrique José Varona… La coyuntura energética y el P12, el P2, el P16 o la 174 que se nos fue al llegar a la parada o la que nunca llegó a tiempo… Fuimos las marginalias rojizas de la profe Iraida Calzadilla a nuestras primeras notas informativas.… Las decenas de tipos de leads que nos aprendimos y los tantos que no logramos identificar, debido a la hibridez que supone la posmodernidad.
Fuimos el seminario de la ONU, que reflejó, a nuestra escala, las tensiones que mueven al mundo contemporáneo… La defensa a ultranza de Mónica por el derecho de un mosquito a la vida; mi interpretación ecológica, cuando se trataba de impactos del sistema capitalista, o los consejillos de figura pública.
Y fuimos, además, aquella tarde en que nos despedimos siendo un grupo por unas semanas y, meses después, regresamos a FCOM convertidos en dos brigadas, que más tarde se volverían a fusionar, pero nunca más sería lo mismo, por las nuevas redes de relación, por los que ya no estaban y por los que comenzaron a llegar para quedarse.
Unos párrafos después,
le hago una pausa a mi prosa
y una rima contagiosa
me obliga a leerles 10
versos. ¡Cuán difícil es
resumir lo que vivimos,
lo que juntos aprendimos,
las crisis existenciales!
Sin dudas, también los males
matizan lo que hoy sentimos.¿Hoy qué somos?, me pregunto.
¿Ya seremos periodistas?
Si nos persiguen las listas
en un documento adjunto,
¿hoy qué somos?, me pregunto,
y no encuentro soluciones.
Somos esas emociones
que el informar nos despierta;
somos una puerta abierta
a las hipermediaciones.
Hoy, somos más que la simple sumatoria de los momentos que vivimos juntos. Hoy, somos el resultado de nuestra convivencia dentro de cuatro paredes, el aire que respiramos en las clases del bosque o las lágrimas que nos robó Max en aquella sesión de podcast a golpe de canciones, a media luz.
Hoy, somos los que despertaron el sueño de recuperar la Copa de cultura, somos los goles de la Feconeta y la pasión de Boris, revolcado en el césped, por cada victoria; pero también somos las veces que el balón no entró… Y somos las suelas desgastadas de nuestros zapatos en busca de la fuente precisa que nos recomendó el profe Roger, las entrevistas que no se guardaron por fallos técnicos…
Quiero recordar que somos la tarde en que sentimos como propias las luchas del gremio y desde entonces decidimos pronunciarnos, con el alma, ante la realidad de nuestra prensa. Somos las batallas que libró Gaby a favor de nuestros derechos y preocupaciones, el “¿cómo tú suenas?” de la profe Zenaida, o las estructuras dramáticas que nos enseñaron Maribel Acosta, Yanela, Dagmar, Karla Picart; el constante llamado de la profe María de los Ángeles, nuestra querida Maritín, sobre las planillas de integralidad, o las reuniones de Mario. Somos las colas para imprimir en casa de Rodolfo y Ana Margarita.
En esta histórica aula magna, estamos los que ya cambiaron sus descripciones como estudiantes en perfiles de redes sociales, y los que no; los que a veces olvidamos nombrar el fichero de la tarea según las indicaciones; los que encontramos temas de investigación, junto a Maritín, Mirita, Mónica Lugones y Cala, mediados por nuestras subjetividades y microrrealidades; los que, amén de nuestras diferencias (y miren que somos diversos) estamos conectados por la soga en que nos enredó el profe Fidel en un turno de Comunicación, Tecnología y Sociedad.
Y aunque no hemos dejado de ser nosotros mismos, hoy también somos lo que en nosotros quedó de Laswell, Canclini, Oriana Falacci, Gargurevich, Martín Barbero, Pascual Serrano, Miriam Rodríguez Betancourt, Scolari, Mariano Cebrián, Nicholls y otros tantos estudiosos del periodismo y la comunicación social propiamente dicha, como el mismo Julio García Luis, a quien recordamos como decano de nuestra facultad, un nombre constantemente mencionado desde 2019, un maestro de generaciones que llegó a la nuestra con una fuerza mayor durante las clases de Ética, del profe Raúl Escalona, cuando también comprendimos el funcionamiento de la UPEC. Y en este punto, no puedo pasar por alto que también somos los pasos prohibidos y las carcajadas que soltamos en la fiesta de bienvenida que nos preparó Ronquillo y su equipo, un hecho —y me atrevo a ser absoluto para decir que el único— que nos unió a todos o a casi todos fuera del aula.
Después del día de hoy, seremos las fotos que quedarán de este suceso, una nueva promoción de periodistas que apuesta por la relevancia social de la profesión. Algunos asumirán la misión diaria del reportero, otros seremos profesores y los terceros aprenderán un poco más de comunicación organizacional. En un lugar y otro, habrá que aplicar lo aprendido y aprehendido.
Habrá que defender la misión y los principios del periodismo, sin obviar su marcado carácter de interés político. Es hora de comenzar una nueva etapa de transformación, formación y deformación.
Como me decía Laura Amelia hace unos días, los que se fueron o se quedaron en el camino siguen siendo parte de esta amalgama que hoy recibe sus títulos como licenciados. Y a lo mejor, con este discurso evado ciertas reglas de la oralidad, pero recuerdo una serie de imágenes y códigos compartidos. Mi mayor deseo ahora mismo, y espero que también sea el de ustedes, es que El Solar, ese espacio virtual colectivo, siga abriendo sus puertas a nuestras diversas maneras de entender y representar la realidad.
Y aunque hoy no he hablado poco
—no se me da resumir—,
no me quiero despedir
sin una pauta en mi foco.
Yo, que soy músico y loco,
me he vuelto verso aquí mismo
le abrí una puerta al lirismo
y sin miedo a equivocarnos
ya a todos podrán llamarnos
licenciado en Periodismo.
Foto de portada: Yasiel Hernández Pérez
Excelente! Felicidades! A hacer y decir, y viceversa, que aquí es casi lo mismo.
Lindo discurso y brillante ese periodista ❤️
Espectacularrrrrr, les confieso que una cosa es leerlo pero haberlo escuchado fue todo un privilegio. Provocó tantas emociones en el auditorio, risas , exclamaciones tras algún recuerdo específico, orgullo de estar ahí , en fin , le añadió a este día tan lindo una nota inolvidable. Grande Bismark 👏🏼👏🏼👏🏼