COLUMNISTAS

No existe una guerra Israel-Palestina

¿Puede haber una guerra cuando el Estado palestino se ha reducido a una Autoridad Nacional Palestina, una especie de municipio, que no es reconocido por la derecha fundamentalista y supremacista de Israel?

El relato de lo que está sucediendo en Israel y lo que queda de Palestina habla de una guerra declarada por Benjamín Netanyahu, debilitado en extremo por el rechazo de buena parte de los israelíes y cuando había renunciado un alto número de soldados, incluso, pilotos de su ejército de ocupación en los últimos tiempos.

Pero ¿puede haber una guerra cuando el estado palestino se ha reducido a una Autoridad Nacional Palestina, una especie de municipio, que no es reconocido por la derecha fundamentalista y supremacista de Israel? ¿Puede haber una guerra entre la cuarta potencia nuclear y con uno de los ejércitos más importantes del mundo contra un movimiento de los tantos nacidos en la resistencia palestina? Ese pedacito de Palestina no tiene ni ejército, ni aviación, ni armas sofisticadas.

Netanyahu declara la guerra lo que sólo sucede entre Estados— a un territorio de 364 km2 con unos dos millones de habitantes que está bajo su control, al que llaman la cárcel a cielo abierto más grande del mundo y a cuya población le puede cortar el agua, la luz, la llegada de medicamentos y alimentos.

El ejército israelí protagoniza a diario hechos de extrema violencia en Gaza contra una población inerme. Han asesinado miles de palestinos, hombres, mujeres y niños, a los que inclusive secuestran y llevan detenidos a cárceles israelíes.

Poco y nada de este relato llega a los pueblos del mundo donde existen fuertes Movimientos de Solidaridad con Palestina que, en estas últimas horas, han salido a las calles asombrando a sus propios gobiernos.

Entre los integrantes de estos movimientos están quienes condenaron una y otra vez al nazismo y lucharon contra los responsables del holocausto.

Un ejemplo de dignidad es Daniel Barenboim, el director de orquesta argentino, judío y palestino como él se define, que ha luchado toda su vida por los diálogos entre Palestina e Israel, para que este último país cumpla con el derecho internacional y humanitario.

Barenboim ha creado y dirigido orquestas donde participan palestinos e israelíes, demostrando que se debe y se puede convivir. Hay intelectuales como José Saramago, el escritor portugués ya fallecido, cuyo apoyo a los derechos del pueblo palestino encabeza hasta hoy una larga lista de intelectuales demonizados por los fundamentalistas israelíes, en una acción que traiciona la memoria de las víctimas del holocausto nazi.

Luchar contra la injusticia de los sectores más recalcitrantes del fundamentalismo israelí no es un delito. Es un derecho universal la resistencia de los pueblos sometidos a la ocupación de sus territorios o a dictaduras impuestas por los que intentan dominarnos definitivamente.
Como periodista debemos preguntarnos: ¿se puede declarar la guerra a una organización cívico militar como es Hamas, Autoridad Palestina en Gaza, cuyos representantes e incluso sus diputados pueden ser detenidos, maltratados y llevados a Israel?

¿Qué aviación, qué ejército, qué armas tiene lo último que queda de Palestina y que está bajo control israelí? Hamas nació como uno de los movimientos de la resistencia que en su momento lideró Yasser Arafat, de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Se puede estar o no de acuerdo con su mayor ofensiva, para lo cual utilizó cohetes caseros, como nuestros pueblos originarios disparaban flechas contra los fusiles españoles cinco siglos atrás. Pero, lamentablemente, vemos la aparición de videos sobre degüellos de niños y violaciones que nunca existieron, lo que inclusive han sido denunciados como falsos por medios de Estados Unidos, europeos y latinoamericanos.

Entre los miles de muertos palestinos desde 1948 contamos con una cantidad de periodistas perseguidos y asesinados por Israel. En estos momentos se cuentan más de 10 trabajadores de prensa muertos en los ataques contra Gaza y los bombardeos sistemáticos.

¿Qué hace el periodismo serio en estas circunstancias sino solidarizarse con sus colegas? ¿Se puede dar una cobertura periodística ajustada a la ética o al derecho de los pueblos a recibir una información veraz cuando nuestros corresponsales están transmitiendo desde la capital israelí bajo la protección que esto significa? ¿Les cuentan esos corresponsales la verdad a nuestros pueblos sin intentar llegar a Gaza?

Si el gobierno de Israel anuncia que va a arrasar Gaza, que nada quedará en pie o que acabará con esos animales humanos, ¿no tenemos nada qué decir?

¿No es hora de la verdad, de denuncia clara y precisa de todo lo que pasa en el mundo y que nos afectará a nosotros, especialmente a América Latina, que estamos viviendo bajo una guerra de Baja Intensidad porque Estados Unidos, sede de un imperio en decadencia, nos quiere recolonizar definitivamente para controlar nuestros inmensos recursos?

¿No es esta la hora de los pueblos, cuando los vemos manifestarse en favor de sus hermanos palestinos que desde hace 75 años está siendo sistemáticamente desplazados bajo una ocupación criminal que ha dejado millones de víctimas?

Para condenar hay que saber y hasta ahora nadie explica por qué y cómo se produjeron los acontecimientos. ¿La seguridad y la inteligencia israelí pudieron ser sorprendidos, cuando está en todos los territorios ocupados? ¿Puede ser que las tropas israelíes no estuvieran cuidando los nuevos asentamientos en toda la frontera común con Gaza?

Por cierto, el ejército israelí entra y sale de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, donde en los últimos tiempos montaron las mayores provocaciones. Han obligado a los palestinos a abandonar sus casas, heredadas de sus ancestros, y los han obligado a demolerlas humillándolos inhumanamente antes de partir hacia la nada. Esto está documentado. Por lo tanto lo único que podemos exigir es la verdad cuando ya casi nada queda en pie de lo que fuera Palestina.

La mentira, la manipulación y el silencio mediático sobre lo que está sucediendo, en lo que llaman guerra o conflicto palestino-israelí, hacen también víctimas a nuestros pueblos que, confundidos, no saben que se están convirtiendo en cómplices de delitos de lesa humanidad.

Israel se ha extendido ignorando todas las resoluciones de las Naciones Unidas. Y desde hace exactamente 75 años sus gobiernos quedaron en manos de los fundamentalistas y supremacistas racistas.

Basta con recordar que Isaac Rabin, ex primer ministro israelí, por ser un hombre de diálogo fue asesinado por estos mismos supremacistas en un atentado que también afrenta a la memoria de las víctimas del holocausto nazi.

Tomado de Resumen Latinoamericano

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Stella Calloni
Periodista, escritora, ensayista, poeta e investigadora argentina. Es vicepresidenta del Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidaridad entre los Pueblos e integra el Instituto Espacio para la Memoria. Publicó varios libros de poesía y cuento, entre otros Los Subverdes (1975), Memorias de trashumante (1998) y El hombre que fue Yacaré (1998). También cuenta con varios ensayos. (Entre Ríos, Argentina)

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