Tiempos de evocación devienen estos días víspera del aniversario 40 de Instituto Internacional de Periodismo, de la Unión de Periodista de Cuba (UPEC), en el cual trabajé nueve años como subdirector.
Aún me parece ver a Guille (Guillermo Cabrera Álvarez), recogiendo libros en el silencio de una madrugada del cierre del diario. Corría entonces el año mil novecientos noventa y cuatro, estaba en su oficina de subdirector del periódico Granma, y aquella acción, poco común sobre su “desorden organizado”, me sorprendió:
—¡Y esa locura! –atiné a decirle.
—A partir de mañana asumo la dirección del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, dijo con cierto tono de solemnidad y compromiso.
—Pero si al Instituto le cayó todo el peso del Período Especial, recuerdo que le dije sentencioso.
—¡Pues para allá voy a levantarlo, flaco!
Todas las ideas todas
Para llevar a cabo su determinación, Guillermo no necesitó convocatoria. La voz corrió y en la medida que amigos, colegas, compañeros y conocidos se fueron enterando del nombramiento, pasaron por la casona de las calles G y 21, en el Vedado habanero, a brindarle ideas y apoyo. Todos sabían que, de una manera o de otra, asistíamos a la siembra de un sueño: el nuevo instituto.
Francamente, había que empezar virtualmente de cero. La idea del “flamante director” fue dejar la casa inicial para la actividad docente (antes servía, además, de albergue, comedor y cocina). Lo otro era tener una residencia estudiantil para hospedar a los periodistas-alumnos que vendrían de las provincias, como también los provenientes de América Latina y el Caribe. Más, eso ahora se dice fácil.
Y para añadirle “más agua a la caldosa” en esa etapa inicial, Guillermo fue operado del corazón en el cardiocentro de Santa Clara, y desde allí se declaró en “recuperación activa”, siempre bajo la vigilancia de sus médicos de cabecera.
La celebración del Séptimo Congreso de la UPEC, en marzo de mil novecientos noventa y nueve, fue providencial para darle un notable impulso a la tarea. Y en ese sentido, el diálogo de Guille con Fidel fue decisivo. De ahí surgió, entre otras cosas, el apelativo de “Genio” que le dio el Comandante en Jefe a Guillermo.
En sintonía con todos esos planes y montado en la locomotora del tren, estuvo Antonio Moltó Martorell, quien siempre decía que era mejor trabajar con locos que atar, y no hacerlo con bobos que empujar. Moltó ocupó la vicepresidencia para la superación profesional de los periodistas y Fidel en broma y con justicia lo llamó “Ministro de Educación de la UPEC”.
Manos a la obra
Dos direcciones de trabajo marcaron la actividad creadora: la remodelación de la casona de referencia para la docencia y, sobre la marcha, el programa académico.
También, y tras una minuciosa pesquisa de “búsqueda y captura” del local más idóneo, se comenzó la cuasi construcción de la residencia estudiantil en un edificio que se dedicaría a bóvedas de la filmoteca del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).
Así, El Costillar de Rosinante que conocemos fue inaugurado el 3 de noviembre del 2002, muy cercano a la sede del Instituto. Y vale subrayar que mientras el hostal se construía, los estudiantes becados se hospedaban en la Escuela Nacional del Partido Ñico López.
También se rescató “El Hueco” para convertirlo en anfiteatro que, desde su puesta en servicio, se convirtió en espacio cultural para los trovadores, presentación de libros, debates, promoción del movimiento de aficionados de la vecina Facultad de Comunicación, entre otras muchas otras actividades.
En las obras laboraron con los constructores el joven equipo de trabajadores que se formaba; ese grupo inicial llegó a constituirse en un colectivo todoterreno y en breve tiempo se hizo familia.
Niño, el subdirector primero
Anécdotas hay muchas para contar…
De esas iniciativas propias de Guillermo, recuerdo que cuando se proyectó techar la parte trasera de la casona para que sirviera de comedor de los trabajadores y merendero para los estudiantes, lo primero que les pidió a los constructores fue no cortar la palma real que se ubicaba casi en el centro del lugar. Tras la conclusión de la obra, nuestro árbol nacional se elevaba al cielo mediante un redondel en torno a su alto y vigoroso tallo.
Otra de las orientaciones de Guillermo fue disponer de austeros locales de trabajo administrativo y de dirección, pero con la suya “apretó”. En una de las habituales visitas de chequeo de las obras, llegó Carlos Lage Dávila, entonces secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, y preguntó por la oficina de Guille y cuando ingresó a ella, le dijo: “¡Pero si esto es un closet!”
En el Instituto siempre hubo espacio para bondad. Un día entró un perro callejero y el custodio de guardia venía detrás de él con una escoba para espantarlo. Al verlo, Guillermo lo increpó diciéndole que si a él le gustaría que le entraran a escobazos.
El hombre abochornado bajó la cabeza y pidió disculpas, pero quien salió ganando fue el animalito que en breve tiempo se convirtió en la mascota del Instituto. Guillermo cada día en el almuerzo compartía en partes iguales su plato de comida con Niño, pues así se le bautizó, aunque en honor a la verdad, también se le llamaba Subdirector Primero, pues hasta en las reuniones del consejo de dirección participaba.
Docencia innovadora
La misión del Instituto, tal como la definió la UPEC y el consejo de dirección del centro, fue en lo adelante contribuir a la superación profesional de los periodistas cubanos y de América Latina, a partir de programas de actualización académicos de carácter interdisciplinarios, el intercambio de experiencias y el debate de los principales temas y preocupaciones en el sector periodístico y la sociedad.
En su condición de centro de superación postgraduada, la idea fue trabajar en la preparación de cuantos cursos se necesitaran desde una concepción docente-educativa ágil, sin esperar a procesos aprobatorios de los programas extendidos en el tiempo.
En ello resultó decisivo el apoyo metodológico brindado por los asesores del Ministerio de Educación Superior y de nuestra Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana; asimismo, del Consejo Científico que se constituyó en el Instituto.
Para la formación de claustros tan diferentes, se contó con el apoyo decisivo de los más prestigiosos centros de investigación del país, de las agencias del CITMA, las universidades, instituciones de la administración central del Estado, la UNESCO y diversas organizaciones no gubernamentales, entre otros muchos colaboradores.
Uno de los aciertos más importantes en esa dirección fue la categorización docente de prestigiosos colegas, quienes laboraron como profesores a tiempo parcial en nuestros claustros y cátedras. Muchos de ellos, impulsados por esa actividad docente, realizaron maestrías y doctorados.
Rápidamente, el Instituto se fue dotando de aulas especializadas como las de computación, idiomas, fotografía, estudio de radio. Es de destacar que en un inicio convivieron (no siempre bien llevados) la construcción y la impartición de la docencia, pero el sacrificio era válido, pues aula terminada, de inmediato tenía alumnos y profesores utilizándola.
Un tema central, presente en cada programa académico anual, fue desde entonces el estudio del periodismo de José Martí, impartido por la doctora Nuria Nuiry y Pedro Pablo Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales.
Y si de profesores notables se trata (que fueron muchos), con nosotros estuvo Ernesto Vera, fundador del Instituto, extraordinario conocedor del periodismo latinoamericano, Presidente de Honor de la UPEC.
En la citada carpeta de cursos se incluyen, además, temas como el enfoque de género en la comunicación, las tendencias actuales del periodismo de investigación, el cultural, el deportivo y el patrimonial, la integración regional y las políticas públicas de comunicación, y las transformaciones provocadas en la comunicación mediática por el empleo de las nuevas tecnologías.
Una de las primeras acciones rescatadas en esta etapa bajo la dirección de Guillermo Cabrera Álvarez fueron los diplomados internacionales cuya asistencia se otorgó como becas para la membresía de los gremios de trabajadores de la prensa en América Latina y el Caribe y a colegas cubanos seleccionados por sus organizaciones de base.
Por demás, los cursos de posgrados se han orientado hacia las tendencias, lenguajes y herramientas contemporáneas del periodismo y a múltiples especialidades del conocimiento, como también al análisis de los contextos internacionales y la batalla global de las ideas.
Con la experiencia acumulada y un poco de osadía al principio, el Instituto se ha venido especializando en diseñar cursos a la medida, según el pedido que se solicita.
Así nació “El Instituto con zapatos”, nombre propuesto por Guillermo en un primer momento, destinado a brindar cursos en provincias y en el exterior, tal como se hizo en Bolivia en el año dos mil dos y que abrió la perspectiva fuera de las fronteras nacionales. Luego se fueron incorporando los realizados en Venezuela, República Dominicana, Ecuador, Panamá, Nicaragua y Colombia.
No se puede olvidar en este recuento el primer gran evento internacional que organizó el Instituto en noviembre 1998, cuando fue el Primer Congreso Mundial de Corresponsales de Guerra, evento que mostró la capacidad de convocatoria y organizativa del centro en alianza con organizaciones nacionales e internacionales.
Hoy, como resultado y continuidad de esa práctica, y en ocasión de este aniversario 40, se desarrollará Simposio Confrontación Política y Mediática en América Latina y el Caribe. A doscientos años de la Doctrina Monroe.
No puede faltar tampoco en esta retrospección el nexo hermano, raigal con la Facultad de Comunicación (FCom) de la Universidad de La Habana, y en especial de su carrera de Periodismo, que brindaron una ayuda inestimable con sus (nuestros) profesores, la preparación metodológica, la posibilidad de vertebrar juntos un laboratorio de ideas para mejorar el periodismo cubano que contó también con su entonces decano, el Doctor en Ciencias y periodista extraordinario Julio García Luis.
De esa fraternidad se decía entonces que lo único que nos separaba era la calle G y la cruzábamos constantemente en ambas direcciones todos los días. Habría que agradecer también a los alumnos de periodismo; ellos invadieron nuestras aulas, cuando la explosión de matrícula sobrepasó las capacidades en el recinto universitario e impregnaron con su entusiasmo y energía cada rincón por donde dejaron sus huellas.
Guillermo nos dejó físicamente el primero de julio de 2007, víctima de un paro cardíaco, en Guaracabulla, en el centro de Cuba. Antonio Moltó Martorell, otro coloso siguió y potenció la marcha del Instituto.
A Guille le debemos la refundación del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, y con ello la línea a seguir para hacer de su obra más que un legado, una manera de ver y enfrentar con optimismo los tiempos que vivimos y vendrán.
Gracias por traernos al Guille en su inmensidad humana, es el Instituto también cuna de nuestra familia teclera, fruto de su riqueza espiritual. Por ironías de la vida fui a Guaracabulla a conocerlo aquel 1 de julio despues de leerlo por muchos años, por eso visite el Hueco cuando ya èl era nuestra estrella guía. Sin dudas su genialidad marcó la historia del Instituto y a los que por allí pasaron, gracias.
Todavía????!!!!!