Tanto en verano como en invierno la televisión pública cubana debe procurar el difícil equilibrio entre mostrar las agudas contradicciones de la realidad, en honor a la veracidad, y no servir de plataforma difusora de lo que carece de valores estéticos, artísticos, comunicacionales, lo que no aporte algún elemento novedoso para disfrutar o entender, conmover o inquietar.
Esa es una vieja aspiración declarada desde mis comentarios periodísticos de los años 80 del pasado siglo cuando hice una cruzada cuestionadora de letras de canciones simplistas, de poca elaboración musical y literaria que ahora parecerían joyas al escuchar en el LUCASNÓMETRO, cientos de jóvenes coreando “el hacha y la brocha” para fustigar a una mujer, y no es sólo un problema de ideología de género y grosería manifiesta, es que la mayor falta es la carencia de alguna imagen, alguna expresión que demuestre un mínimo esfuerzo por describir lo que se quería expresar más allá de lo más fácil.
Hay muchos productos como “el hacha y la brocha” en Cuba y el mundo, pero no deberían difundirse por nuestra televisión por muchos seguidores que tengan. Y LUCAS, que ha sido una plataforma fundamental para el desarrollo del audovisual musical, que es ejemplo de show televisivo, debería aguzar su filtro para condicionar a intérpretes y realizadores a mayores esfuerzos creativos dentro de esa masa de jóvenes de todo el país que lógicamente quieren establecer sus propios códigos, y en el apuro, por desconocimiento, recurren a fórmulas viejas de machismo, sexismo y otras lacras que increíblemente se están revitalizando en el siglo XXI a pesar de tanto delirio tecnológico.
Estamos rodeados de violencia, tendencias agresivas, de gentes que usan las maravillas comunicacionales de Internet para drenar sus frustraciones, sus traumas, su narcisismo, la incapacidad de lidiar con este mundo que parece haber enloquecido, pero la Televisión Cubana debe marcar la diferencia, no desde la apología y la parcialidad, el peor método defensivo para fomentar cultura en el sentido más amplio, sino desde la calidad expresiva de cada relato, desde las producciones nativas hasta las foráneas que decide mostrar según los géneros, porque todos los géneros son necesarios como expresión de las diversas necesidades emocionales y estéticas.
Por supuesto que también se quiere responsabilizar a la televisión de muchas cosas que no están a su alcance, como la difusión musical, que ahora tiene canales muy amplios en las plataformas digitales, y esa razón debería ser acicate para proponer una más amplia visión de tantos talentos que andan por todo el territorio nacional y se descubren en galas por efemérides, pero también debería haber espacio para ver más a menudo a los consagrados que solo vemos cuando realizan conciertos en teatros. Y ahí sí hay responsabilidades difusoras.
Otra cosa son los gustos musicales. Si desde que los niños nacen escuchan en sus temas como “el hacha y la brocha” o aquel de la que se ufana de las libras de su órgano reproductor estarán condicionados, porque como se sabe el hogar es la primera escuela, pero hoy que comienza, a pesar de los pesares, un nuevo curso escolar con muchos nuevos y estimulantes empeños, la escuela debe velar por la música que se usa en las actividades festivas porque hasta ese sitio que debe ser el fundamental centro cultural llegan grabaciones que no difunden ni la radio y la televisión. Y por supuesto no se ha agotado el tema.
Foto de portada: Tomada del perfil en Facebook de Lucas