Mostrar solidaridad, empatía, complicidad con Cuba —una nación que resiste por más de seis décadas endemoniadas sanciones implementadas por sucesivas administraciones del gobierno de los Estados Unidos— tiene consecuencias.
Los que se empeñan en transitar por los cauces del compromiso con Cuba, serán ubicados en las márgenes del ostracismo, en las curvas de un calculado silencio articulado al milímetro. No faltará una escalada de groseras adjetivaciones o una batería de insultos aniquiladores propios del comportamiento reaccionario.
Los movimientos, más allá de sus fronteras, de los que labran el sol de nuestras verdades —muchas veces descafeinadas— serán cercenados por documentos administrativos rasgados por la tecnocracia, que “defiende la libertad de expresión y el derecho a circular por cualquier parte del mundo”. Pisar tierra cubana hoy, es maldecido por el espíritu draconiano de los carceleros de la geografía global.
La palabra erguida asusta a los demonios de funcionarios de turno. La respuesta viril se afinca, como sumas inquebrantables de acciones, por curtidos hombres y mujeres que desprecian y desafían el poder de “lanzas aniquiladoras”. Con actos sublimes destraban obstáculos y ponen luz a la virtud del decoro.
Mucho de estas metáforas abriga la exposición Denuncia Cromática desde un Legado, que este viernes 11 de agosto inauguró la galería El Reino de este Mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí. En el salón, se muestran las aseveraciones e interrogaciones del artista plástico chileno Carol Martínez Jiménez, resueltas con lienzos de dispares lecturas filosóficas.
Las evoluciones de su curaduría, dedicada a la juventud cubana, es otro acto cómplice, un ejercicio de voluntad ciudadana que rompe con la idea de aislarlos. En el prólogo de sus palabras inaugurales, el artista chileno nos recordó ese contundente discurso, conocido como La gran tarea, pronunciado por Salvador Allende el 5 de noviembre de 1970, en el Estadio Nacional, al tomar posesión del gobierno:
Tienen ustedes la hermosa edad en que el vigor físico y mental hace posible prácticamente cualquier empresa. Tienen por eso el deber de dar impulso a nuestro avance. Conviertan el anhelo en más trabajo. Conviertan la esperanza en más esfuerzo. Conviertan el impulso en realidad concreta[i].
Como cruce de palabras enriquecidas, tras algunas reflexiones orgánicas Carol Martínez se apropia de las palabras de Fidel para ubicarnos en las planicies que sostienen su Denuncia cromática:
Hace unos minutos, antes de comenzar la parte final de este evento, un compañero decía: ¡Mira que Cuba ha hecho cosas! Cuando uno oye hablar a los visitantes de un país y de otro; cuando hablan de médicos, cuando hablan de becarios, de gente que se formó aquí, de una actividad, de otra y de otra, se da uno cuenta de que en estos años nuestro país ha llevado adelante muchas cosas. Es que para nosotros la solidaridad y el internacionalismo es un principio, y un principio sagrado(ii).
Tras concluir sus agudos parlamentos se nos revela la coherencia, se materializa el acto de solidaridad desgranado con las piezas que se exhiben en la galería de la Biblioteca Nacional José Martí. Resulta, desde una articulada curaduría de tránsitos y obligadas paradas, toda una suma de figuraciones, de alegorías discursivas, de signos dispuestos por las formas de velados colores, también encendidos, donde las líneas se aprecian como planos de un guion cavilados para edificar las estrías de nuestros imaginarios.
En muchas de ellas se anotan palabras colmadas de filosofías, acertijos que revelan los retos y caminos por recorrer donde la historia es parte del discurso. Respuestas del artista, que entroncan como confesiones de un mundo, cada vez más poblado de interpelaciones.
Las tintas y las acuarelas matizan los ejercicios de sus creaciones. Se muestran como historias inconclusas o procesos creativos en desarrollo. Es la declarada apuesta por la búsqueda de la perfección, por el legítimo acto de reciclar una idea que sigue viva.
El movimiento lo es todo en Denuncia Cromática desde un Legado. Ese ir y venir de símbolos, despojados de cargados barroquismos, envuelven la lógica discursiva del autor chileno, dispuesto a ponernos en diálogo con los desafíos de sus palabras y las respuestas de tramas pictóricas.
La historia le importa a Carol Martínez, pero no la historia como texto pasivo, como pliego pintado de polvareda. Este logaritmo se advierte en la performatividad del lienzo-texto. Es esa llana narrativa que dibuja en otras dimensiones de sus piezas, para descifrar procesos en permanente desarrollo donde la memoria, lo pretérito, ha de ser ubicado, en jerarquía, en todo el arsenal de nuestras vidas.
No son personajes perfectamente delineados los que pernoctan en sus apuntes. La manera en que los ha compuesto le da sentido de universalidad, de policromía de un tiempo —el del diálogo con el cuadro— en tono de presente.
El uso de colores vivos, la energía por desatar respuestas cromáticas plurales, cautivan a los lectores, que empastan con la escritura de lo “Real Maravilloso”, con el realismo mágico que boceta Alejo Carpentier en su novela El reino de este mundo.
Carol Martínez pinta discursivos elogios para los que habitan anónimos en esta Isla de salitre y sol incorruptible. En su narrativa emplaza verdades resueltas con encendidas estéticas, dispuestas como trazos de una probada economía; en los bordes, descollantes, en el centro, las alegorías de sus parlamentos.
Su obra, la compone también como sumas de pequeños fotogramas. Son figuradas fábulas que presumen en toda su aritmética de soportar unidades significantes y diálogos con adjetivaciones. Cada pieza adsorbe estos ligamentos terminados como multitudes cromáticas de estructuras variables.
Esa pluralidad revela la riqueza de sus ejercicios estéticos dispuestos como signos que emergen en apoyatura de esa, ya comentada, filosofía que envuelve sus palabras inaugurales. Es la coherencia del artista, desde la escritura coral, por la defensa de valores, signados por la historia.
Las conquistas de nuestra Revolución están bocetadas en los ejercicios de sus pliegos. La solidaridad internacional practicada por el pueblo cubano es también, parte de la narrativa que arropa los símbolos de escenas enteras.
No es dramaturgia al uso o teatro de fisonómicos colores. Se trata de pintar la verdad de su tiempo, que es el nuestro. Ese esencial capítulo está dispuesto en los ardores de la entrega, dada por Carol Martínez para transitar más allá de los horizontes de esta casa-templo.
El diálogo con los lectores de la galería El reino de este mundo se produce en partes, o en completas eufonías. Cada uno advierte las alertas y los sueños que invaden al artista solidario. Emerge la apropiación, el cruce de palabras. Los soliloquios se subvierten para ponderar la aritmética del encuentro con el abanico que compone Denuncia cromática de un Legado.
Al final el desafío es mayor: emplazar sus pliegos embrujados en el corazón simbólico de La Habana, donde Palabras a los intelectuales es esencia de nuestra política cultural. Carol Martínez, tu suerte está echada. Gracias por ese acto mayor.
Notas
[i] Allende, Salvador. La gran tarea. (Discurso) http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D1908.dir/8tarea.pdf
[ii] Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del encuentro Mundial de Solidaridad con Cuba, efectuado en el teatro “Karl Marx”, el 25 de noviembre de 1994. http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-la-clausura-del-encuentro-mundial-de-solidaridad-con-cuba
Tomado de Cinereverso