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Stepán Bandera y la Internacional nazi

I

En la contemporaneidad, las estrategias de signo nazi se articulan —sin que se avisten poderosos obstáculos en sus recorridos— en los espacios sociales e institucionales de Europa y los EE.UU. Para materializar estas prácticas que les distingue, apelan a grupos intimidatorios explícitamente violentos o de corte represivo. Se materializan, como parte de una aritmética pensada para incidir en los escenarios sociales, sobre todo en atmósferas urbanas. Entroncan sus “ideas” en los estratos sociales y culturales vulnerables o fragmentados, accionando desde el paraban de lo “democrático”. En no pocos países de esas regiones subrayan sus narrativas, secundados o acompañados por instituciones —legalmente reconocidas— enmascarados con los ropajes de actores que “respetan el estado de derecho”. Para construir un “estado de gracia”, apuestan por inocular un ideario al que deben someterse los otros, embestidos por toda una batería de empaques simbólicos.

En este mapa se desabotona, por una parte, la búsqueda del reconocimiento del ideario nazi y, por la otra, las características de su capital de signos. Estas dos variables entroncan directamente con la dominación del espacio social y la suma de acciones que desgranan toda una batería de trazas ideo-semióticas, que apuestan por inocular como legítimas.

“La dominación, incluso cuando se basa en la fuerza más cruda, la de las armas o el dinero, tiene siempre una dimensión simbólica, y los actos de sumisión, de obediencia, son actos de conocimiento y reconocimiento que, como tales, recurren a estructuras cognitivas susceptibles de ser aplicadas a todas las cosas del mundo y, en particular, a las estructuras sociales”[i].

Los signos y su articulación en las sociedades son asuntos centrales para la comprensión del mundo contemporáneo. La reconfiguración de los diferentes campos sociales que habitan en la era global, se cristaliza con la aritmética de dominantes y dominados. La apuesta, por tanto, es conquistar lo que se considera “legítimo, sustantivo, valioso”, según la lógica de todo un arsenal de acciones (gradual, creciente, calculado), que apunta a imponer los pilares de la ideología nazi, dispuesto a borrar toda voz discrepante que emerja contra ese “pensamiento” y a anular las tesis humanistas.

En los estratos ejecutores de la ideología nazi, se afina también la coerción. Esa violencia (suave, maquillada, despojada de actos intimidatorios) impacta sobre los estratos sociales con llana predisposición a ser influidos por sus narrativas. Se concreta, por lo general, en el proceso de formación y adquisición de conductas y capacidades (físicas, culturales, lingüísticas, sociales, etc.) en que se han desarrollado los receptores sociales.

Los sistemas-signos son instrumentos de conocimiento, pero también  herramientas de dominación. Producen integraciones cognoscitivas y sociales articuladas, en un orden arbitrario. Están interconectados; son interdependientes. Solo en el campo teórico se pueden desgranar como capítulos visibles de un asunto complejo.

Este dibujo, hecho palabras, está rayado en la portada del filme documental Operación Ucrania. Los zombies de Bandera (Rusia, 2023), del cineasta Maxim Serguéyev. Es un texto cinematográfico de corte televisivo, urgido por la escritura de la impronta, resuelto con los encuadres que distinguen a la estética del video clip. Evoluciona, sobre esos cauces, por esa necesidad de articular contextos, circunstancias, antecedentes o claves pretéritas, y apuntar, sobre todo, a un lector prendido a las lecturas en móviles, donde el texto breve y la imagen digital, marcan la diferencia.

El signo central de este filme es Stepán Bandera, líder nacionalista ucraniano que apoyó a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y dirigió la Organización de Nacionalistas Ucranianos.

¿Cuáles son las primeras escenas que revela esta pieza cinematográfica? ¿Qué claves se desabrochan en la pantalla? Manifestaciones de ucranianos que celebran al líder nacionalista venerado como héroe en grandes fotos y pancartas de hechuras posmodernas, simbologías nazi incrustadas en los espacios citadinos de la nación europea, actos públicos de corte ultranacionalista iluminados por las antorchas que han distinguido las puestas en escena nazi —Joseph Goebbels fue uno de sus grandes maestros de ceremonias— o el Batallón Azov (formación militar ultra-nacionalista ucraniana​​) que embisten con morteros a la población civil. Este prólogo cinematográfico presenta los ejes que singularizan toda la pieza, una puesta que subraya las líneas de su envoltura mayor.

El “Padre Bandera” es fotografiado, también idolatrado, más allá de las fronteras del país de la Europa Oriental. Un festival nacional ucraniano en Canadá, toda una batería de objetos nostálgicos dispuestos en un museo de Londres, exhibido como “reliquias para perpetuar su legado”, son algunos de los signos incorporados en los anaqueles narrativos de esta entrega. No falta en el inventario fotográfico de la pieza fílmica, la corporeidad de un monumento pulcro, prominente, dedicado a los miembros de la División “Galizien”, que homenajea a colaboradores ucranianos de las SS quienes juraron lealtad a Hitler.

Cartel del documental

II

Amerita incorporar en este ensayo, los entrecomillados, acotaciones y desclasificados, que pernoctan fuera de Operación Ucrania. Los zombies de Bandera. Los contextos, son imprescindibles en toda lógica, análisis y reflexión de un tema.

“El Washington Post escribió que Bandera había entablado una ‘relación táctica con la Alemania nazi’ y que sus seguidores ‘fueron acusados ​​de cometer atrocidades contra polacos y judíos’, mientras que el New York Times escribió que había sido ‘vilipendiado por Moscú como pro-nazi traidor’, un cargo que se considera injusto ‘a los ojos de muchos historiadores y, ciertamente, de los ucranianos occidentales’. Foreign Policy descartó a Bandera como ‘el hombre del saco favorito de Moscú. . . una metonimia para todas las cosas malas de Ucrania’”[ii].

“El auge del fascismo en Europa es incontrovertible. O ‘neonazismo’ o ‘nacionalismo extremista’, como prefieran. Ucrania, como colmena fascista de la Europa moderna, ha visto resurgir el culto a Stepan Bandera, —subraya el cineasta australiano John Pilger— el apasionado antisemita y genocida que alabó la ‘política judía’ de Hitler que masacró a 1,5 millones de judíos ucranianos. ‘Pondremos vuestras cabezas a los pies de Hitler’, proclamaba un panfleto banderista a los judíos ucranianos”[iii].

La historiadora francesa y profesora de la Universidad de París VII – Denis Diderot, Annie Lacroix-Riz, abre su artículo Bandera, nazi ucraniano y campeón de Occidente, con palabras que suenan a mazazos:

“El nazi ucraniano Stepan Bandera, luchador junto a Hitler y verdugo en masa de decenas de miles de judíos y combatientes de la resistencia comunista, se convierte cada día un poco más en el héroe de los ‘demócratas’ de Occidente. Cuando no lo olvida, la prensa vende su historia, transformando al verdugo en un glorioso nacionalista; además, en 1945, ¿no era un agente estadounidense? Lo que demuestra que existe un paraíso para los nazis”[iv].

Sin perder trigo, las palabras de Lacroix-Riz plantan una verdad, lanzada como filosa daga hacia los anclajes de la prensa occidental: los ucranianos orientales de habla rusa asesinados por los devotos de Bandera habitan en los anaqueles “polvorientos” de los medios occidentales:

“La Guerra de Ucrania fue lanzada por Rusia después de ocho años de agresión ucraniano-occidental (2014-2022) contra los ucranianos orientales de habla rusa. Sus 14.000 muertos, en su mayoría civiles, habían interesado tan poco a nuestros grandes medios como los de Irak, Serbia, Afganistán y Siria, atacados desde 1991 por Estados Unidos en una búsqueda global por el control del petróleo y el gas y otras materias primas, al amparo de la OTAN, sujeto a un solo comando estadounidense desde su fundación (1950)”[v].

Es vital reciclar la historia pretérita para visibilizar los “pretextos” de un genocida. Rodolfo Bueno, redondea la arquitectura de Stepán Bandera  en su artículo Los entretelones del conflicto de Ucrania, publicado en Rebelión:

“A partir de la invasión alemana, cuando el III Reich proclamó ‘liberar la URSS’, los miembros de la OUN-B lucharon junto a las tropas de la Wehrmacht contra el pueblo ‎soviético, con el eslogan ‘¡Slava Ukraini!’, hoy repetido por los demócratas de EEUU; su colaboración fue total en las masacres contra los soviéticos. En Lvov, entonces Leópolis, los nacionalistas ucranianos ‘independizaron’ Ucrania bajo el gobierno de ‎Stepan Bandera. Para celebrar esta independencia, entre el 29 y el 30 de septiembre de 1941, los nacionalistas ‎ucranianos asesinaron a 33.771 ‎judíos en Babi Yar, un barranco en las afueras de Kiev”[vi].

En su texto, Bueno desbroza —como sumas vitales para engrosar signos en la memoria contemporánea— un pasaje que ensancha  nuestro capital simbólico:

“Los nacionalistas ‎ucranianos hacían el siguiente juramento: ‎ ‘Yo, hijo fiel de mi patria, me uno voluntariamente a las filas del Ejército de Liberación ‎ucraniano y con alegría juro que combatiré fielmente el bolchevismo por el honor del ‎pueblo. Este combate lo libramos junto a Alemania y sus aliados contra un enemigo ‎común. Con fidelidad y sumisión incondicional, yo creo en Adolf Hitler como dirigente y ‎como comandante supremo del Ejército de Liberación. En todo momento, estoy dispuesto ‎a dar mi vida por la verdad’”[vii].

Retratos de Hitler, símbolos nazis e imágenes de Satán: combatientes presos del batallón Azov muestran sus tatuajes ante la cámara. Foto- RT

III

Maxim Serguéyev no se contenta solo con los testimonios, esenciales  en el corpus de esta pieza documental. Aporta, como signo de un tiempo pretérito, todo un arsenal fotográfico de los actos execrables ejecutados por Stepán Bandera y sus partidarios. Los anaqueles de la historia arropan ese capital para la comprensión de la verdad histórica, muchas veces convertida en desdibujados resortes posmodernistas.

El archivo adquiere nueva dimensión y protagonismo en el cine. Este reservorio de símbolos y datos se ha convertido en objeto para la reflexión y el análisis. Los valores que atesoran impactan en la sociedad.

Abordar la memoria es relatar sobre recuerdos y olvidos; es contextualizar narrativas, actos, silencios y gestos. La recordación es selectiva, evoluciona desde la curaduría del presente. Una suma de generaciones trastoca la información, la interviene o interpreta, según el signo ideológico al que responde. Pero, si los pliegues del documento que atesora un repositorio no han descolorido sus esencias, la verdad pretérita aflora nítida, exuberante.

Operación Ucrania. Los zombies de Bandera asume ese insobornable cometido, capítulo consustancial de la ética del cine documental y sus hacedores. Históricamente el cine de no ficción ha contribuido con sustantivos arsenales de realidades vencidas, vital para la comprensión del presente. Serguéyev resuelve este apartado, con un contrapunteo entre estudiosos de Stepán Bandera, secundado con ese capital atesorado en los armarios de la memoria, patrimonio de la humanidad.

No son imágenes de factura manipuladora, no se advierten “ralladuras” en los pliegues de sus texturas, tampoco se apropia de las intervenciones estéticas que brindan las nuevas tecnologías. Resuelve recordar y entender, los procesos que hoy agitan a una Europa, entregada a los designios de una nación, que se atribuye la narrativa del “ego imperial”.

El cineasta documental, como el historiador, es un hacedor de historia, desde los cauces de su labor creativa, pero es obvio que no resulta suficiente el documento para restituir la relación con el pasado. Apropiarse de los archivos, es legitimar un discurso para la comprensión de hechos pretéritos o aproximaciones a estos. El archivo cobra sentido, por la singularidad de trabajar sobre el mismo a partir del material proporcionado por la memoria colectiva. El protagonismo de los documentos presentes en esta pieza cinematográfica, redondea una relación de convergencias entre el genocidio pretérito y la convulsa contemporaneidad, que evoluciona en la misma geografía que protagonizó la Segunda Guerra Mundial.

Bombardeos ucranianos causan destrucción de más de 70 iglesias en Donetsk. Foto. SANA

IV

Como en los pilares de la Operación Ucrania, los paralelismos habitan en este ensayo. La República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk son narradas por los medios de occidente desde las convenientes bases que marcan la geopolítica otanista. Las deslegitimación de un proceso llevado a cabo por el soberano de estas dos regiones europeas, son “resueltas” a golpe de titulares, descontextualizaciones y zapas diplomáticas. El acto legítimo de sus pobladores de adherirse a Rusia, es torpedeado convenientemente.

Detrás de todo ese arsenal de acciones, resumido en pocas líneas, se esconde un asunto mayor, un tema sustantivo: el derecho a la vida. La fotografía, en el filme, toma protagonismo para reseñar las arremetidas de las tropas nacionalistas ucranianas contra la población civil de estas dos regiones.

Vuelven sobre nuestras pupilas las escenas del horror nazi. Cuerpos quebrados (vestidos con un velo por respeto al lector cinematográfico) son puestas en los centros del encuadre documental. Las furias de balas, proyectiles y morteros son documentados en esta pieza, que escribe con fuerza el ejercicio del horror, siempre listo para aniquilar al otro. Edificios cercenados, calles inundadas de municiones “salvadoras” donde habitaban civiles. Siembra de la penuria y la incertidumbre mordaz.

Las palabras torturas, cuerpos incinerados o campos de concentración emergen en el documental. Son parte de ese capital simbólico incorporados al filme, los testimonios de víctimas o testigos de las execrables fuerzas que cercenaron el sentido del tiempo, o las tomas fílmicas de lo que fueron campos de concentración. La humareda de cientos de edificios habitados por civiles se viste como pintura surrealista. Guernica vuelve sobre nuestros pasos. Las alambradas, las condiciones penosas de esos recintos, son entremezcladas con la fuerza de las palabras.

Niños y los ancianos desvalidos, de la República Popular de Donetsk y de la República Popular de Lugansk, son también víctimas de estas arremetidas “simbólicas” que la tecnocracia europea esconde, apaga o reescribe con palabras vacías y puestas en escena.

¿Para cuándo los titulares de estos hechos en los medios de occidente? ¿Alguna vez la mentira, la omisión o la manipulación serán penalizadas?

En Operación Ucrania. Los zombies de Bandera,  la fuerza de las palabras y los encuadres fotográficos se erigen como recurso insustituible, eficaz, temido. La historia se hace también con los poderes de sus bordes.

V

Maxim Serguéyev retoma, en el tercer tercio del filme, los justificados paralelismos históricos. Se apropia de la historia y los esenciales testimonios sobre el capítulo Stepán Bandera, para contextualizar las bases de esta contemporaneidad en curso.

Los actos genocidas de los seguidores del Padre Bandera, aparecen como dibujos asimétricos. Son documentos de una poderosa fuerza, vestidos con dolorosas escrituras. No falta el dato contundente, la imagen de sustantiva semántica o el reciclado de acciones o comportamientos, cuyas bases nos transportan a los periodos en que los nacionalistas ucranianos eran servidores de Hitler.

¿Se quebró alguna vez la ideología nazi en la sociedad ucraniana? Las palabras de un soldado de las fuerza armadas ucranianas, incorporadas en el filme, despojadas de artificios, regala este mensaje:

“Mientras tenga vida y salud, quiero decir que si llego a Kajovka, colgaré de los robles a esos mal nacidos, a todos mis amigos con los que crecí. Ni siquiera me temblará la mano. Los colgaré, los mataré en el acto. Tengo muchas ganas de seguir con vida. A la mierda. Voy a colgar de los robles a esos desgraciados”.

Incrustaciones testimoniales de los genocidas ucranianos, son parte de las anchuras de esta pieza documental. Palabras de más de una treintena de integrantes de la 25 brigada de las fuerzas armadas de Ucrania, revelan las órdenes de su comandante:

“En este pueblo, todos los residentes son ocupantes. Aquí no hay civiles, disparen contra todas las casas, ventanas, autos. Lancen granadas en los sótanos. Por la mañana vimos como empezaron a salir de los sótanos. Aquí cerca salió una chica joven con un bebe de tres meses”.

VI

El epílogo de este filme resulta medular en la comprensión de los procesos ideológicos, culturales, mediáticos y militares que se avistan en Europa. Esta zona del filme, irrumpe como otro documental dentro de la narrativa de Operación Ucrania. Los zombies de Bandera.

El arte de su realizador y del equipo que lo secunda construye toda una lógica, esencial para entender los destinos que se juegan en una contienda donde la palabra geopolítica no puede resolver por sí sola. Stepán Bandera está en el centro de todo el discurso de cierre del filme.

Las imágenes y los testimonios sumados a esta zona del documental se articulan como audaces y simbólicos movimientos de ajedrez. No solo se escribe sobre el personaje objeto, las variables CIA (Agencia Central de Inteligencia), MI6 (Servicio de Inteligencia Secreto del Reino Unido), UPA (Ejército Insurgente Ucraniano), la diáspora de estos nacionales en otras regiones del mundo, el florecer de simbología nazi en la ucrania contemporánea, las antorchas de Hitler contextualizadas en las calles de la ciudad europea, la veneración de los ideólogos y líderes que secundaban al “Padre ucraniano”. Todo este arsenal se embiste en el filme con fuerza para relatar las lógicas por las que transitan las embestidas de las tropas ucranianas, acompañadas sin fisuras por la OTAN, liderada por el gobierno del Presidente Joe Biden.

El historiador y profesor ruso Oleg Kuznetsov, sentencia en el filme con meridianas palabras:

“Sin dudas, el occidente colectivo, apoya ahora el nacionalismo, no solo en Ucrania, sino también en los países bálticos. La transcaucasia y los países de Asia central. Toda la coalición de Hitler, es probablemente el prototipo de la actual Unión Europea. Todos los que estaban en contra de Hitler, actualmente no forman parte de la Unión Europea. No obstante, todos los que estaban de su parte, hoy en día están en la Unión Europea. Todos los que estaban del lado de Hitler, en la guerra, están en la Unión Europea. Así que cuando decimos que la internacional nazi se fomenta por Europa, es cierto, porque es un producto de Europa”.

Volviendo sobre los paralelismos, las analogías, el ejercicio de la crítica de arte entraña todo un proceso de creación que empasta, en muchos puntos, con la labor de un cineasta. Rufo Caballero, en su prominente libro: Nadie es perfecto. Crítica de cine, coeditado por Ediciones ICAIC y la Editorial Arte y Literatura, escribe palabras provocadoras, propias de sus modos de narrar.

“Siempre he sido un relativista y un subjetivo. No por figurar ahora frente a la Santa Inquisición Académica voy a retractarme. Mi carne no será nunca débil. No creo en el relativismo como agnosticismo posible. Creo en el relativismo como una herramienta sobregnóstica; es decir, que produce un excedente de sentido frente al cual es posible la decantación, la jerarquización racional, el deslinde. El relativismo te permite decantar información, comparar, colegir, actuar sin orejeras, sin monologismo. El relativismo es vecino de la complejidad”[viii].

¿Debemos darle espacio al relativismo, cuando se aborda el resurgir del nazismo en Europa y las fuerzas “ocultas” que las secundan? Ya sabemos que en los Estados Unidos habitan sin reparos, amparadas en una constitución, cuyas bases, remontan a los esclavistas fundadores de esta nación.

Maxim Serguéyev y su equipo de realización entregan toda una ejemplar puesta documental televisiva, donde las urgencias que abordan soportan todas las designaciones teóricas, que lastran el destino de la humanidad.

 

Ficha técnica

Dirección: Maxim Serguéyev

Producción: Lusiné Makaryan

Edición de video: Anastasía Prokofieva

Gráficos: Serguéi Lárchenkov

Transliteración: Ivetta Punánova, Vasili Punánov

Sonido: Román Makéyev

Música: Apollo Music

Año: 2023

Productora: RT “TV-NOVOSTI”

Referencias:

[i] Bourdieu, Pierre. Meditaciones pascalianas. Barcelona (Anagrama, 1999) pp. 227.

[ii] Lazare, Daniel. Who Was Stepan Bandera? https://jacobin.com/2015/09/stepan-bandera-nationalist-euromaidan-right-sector/

[iii] Pilger, Johh. La guerra que viene. Es la hora de alzar la voz. https://ctxt.es/es/20230501/Firmas/42886/john-pilger-propaganda-periodismo-medios-guerra-libia-irak-rusia-eeuu-ucrania-nazis.htm

[iv] Lacroix-Riz, Annie. Bandera, nazi ucraniano y campeón de Occidente. https://www.investigaction.net/fr/bandera-nazi-dukraine-et-champion-de-loccident/

[v] Ibídem. https://www.investigaction.net/fr/bandera-nazi-dukraine-et-champion-de-loccident/

[vi] Bueno, Rodolfo. Los entretelones del conflicto de Ucrania. https://rebelion.org/los-entretelones-del-conflicto-de-ucrania/

[vii] Ibídem. https://rebelion.org/los-entretelones-del-conflicto-de-ucrania/

[viii] Caballero, Rufo. “Con odio y con amor, como un hombre. Sentido y placer del crítico cubano”. Gaceta de Cuba, enero-febrero, 2000, no 1, pp. 3-6.

Imagen de portada: Nacionalista ucranianos homenajeando a Stepán Bandera. Foto: Sergei Supinsky/AFP.

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Octavio Fraga Guerra
Periodista y articulista de cine, Especialista de la Cinemateca de Cuba. Colaborador de las publicaciones Cubarte y La Jiribilla. Editor del blog https://cinereverso.org/ Licenciado en Comunicación Audiovisual por el Instituto Superior de Arte de La Habana.

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