Seguro que todo el mundo, en un contexto u otro, ha oído hablar del término Antropoceno y, rápidamente, lo ha asociado con Geología. También lo habréis visto reflejado en llamativas ilustraciones del tiempo geológico como la parte más moderna y actual del mismo. Incluso, podéis encontrar una entrada en el diccionario de la Real Academia Española (la RAE), en la cual la primera acepción dice textualmente: «adj. Geol. Dicho de una época: Que es la más reciente del período cuaternario, abarca desde mediados del siglo XX hasta nuestros días y está caracterizada por la modificación global y sincrónica de los sistemas naturales por la acción humana».
Con estos precedentes, es más que factible pensar que Antropoceno realmente es un término geológico que define el momento actual en el que vivimos dentro de la historia de la Tierra. Pero, ¿esto es así? Para comprobarlo, tenemos que acudir a una vieja amiga de la que ya os he hablado anteriormente, la tabla cronoestratigráfica internacional o tabla de los tiempos geológicos. La única referencia válida, desde el punto de vista geológico, para darle nombre a las diversas fases por las que ha pasado nuestro planeta a lo largo de su dilatada historia. Y si nos fijamos en la versión más actualizada de la tabla, no aparece por ningún lado la palabra «Antropoceno». Estamos viviendo en el Piso Megalayense, de la Época Holoceno, dentro del Periodo Cuaternario.
Entonces, ¿de dónde procede la idea de que el Antropoceno representa, geológicamente hablando, el momento actual? Pues vamos a bucear en la historia para descubrirlo. Corría el año 2000 cuando el químico atmosférico neerlandés Paul Crutzen gritó, de manera espontánea, durante una conferencia sobre la situación de nuestro planeta que no estábamos en el Holoceno, que vivíamos en el Antropoceno, término procedente de dos palabras griegas: anthropos —ser humano— y kainos —nuevo. Esta interrupción tan gratuita, así como el nombre tan llamativo que acuñó Crutzen, favorecieron la aceptación de su concepción por parte del público allí congregado. El químico desarrolló entonces esta idea, buscando pruebas científicas que evidenciasen esta influencia humana en el medio natural en época reciente. Y la conclusión fue demoledora: un incremento sin igual de la presencia de gases de efecto invernadero en la atmósfera, un aumento exponencial del consumo de recursos naturales, una aceleración en la subida de la temperatura y del nivel del mar, mayor velocidad en la pérdida de biodiversidad, eventos climáticos cada vez más extremos y recurrentes y un largo etcétera que sólo podían significar una cosa, que el ser humano había sido capaz de alterar los ciclos biogeoquímicos naturales de nuestro planeta en las últimas décadas.
Incluso, se le ha podido dar una fecha de inicio a todos estos problemas, a mediados del siglo XX. En concreto, a partir de 1950 todos esos indicadores socioeconómicos y ambientales experimentaron un crecimiento exponencial, lo cual, unido a las pruebas con bombas nucleares que dejaron un marcador temporal por todo el mundo, este año se considera como el comienzo oficial del Antropoceno.
Mientras que gran parte de la comunidad científica ha aceptado las propuestas de Crutzen, llegando a afirmar con rotundidad que nos encontramos en una época diferente a las anteriores, ¿qué opina el ámbito geológico? Pues aquí tenemos un bonito enfrentamiento. Por un lado, el geólogo británico Jan Zalasiewicz es un firme defensor del Antropoceno como una nueva época geológica dentro del Cuaternario, llegando a contar con cientos de especialistas que secundan su propuesta, habiendo constituido un grupo de trabajo sobre esta cuestión dentro de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS por sus siglas en inglés). Por otro lado, gran parte de las personas que conforman el resto de comisiones de la IUGS son reacias a su consideración.
El principal problema que se esgrime actualmente para definir una nueva época geológica es el concepto tiempo. Un evento que apenas tiene unas décadas de duración y cuya permanencia en el registro geológico dentro de miles o millones de años está seriamente cuestionada, no tiene suficiente entidad, dentro de las normativas formales actuales de la IUGS, para poder ser considerada como una nueva división temporal dentro de la tabla de los tiempos geológicos.
Aunque esta discusión entre especialistas de Geología sigue su curso, el antropoceno, y esta vez lo escribo con minúsculas, no supone ninguna división temporal formal de la historia de la Tierra. Al menos, de momento. Por lo que esa definición de la RAE que os ponía al principio es más que errónea.
Obviamente no estoy diciendo que la influencia humana en el medio natural no esté dejando una huella más que evidente. Si queréis un ejemplo muy llamativo y relativamente cercano de esto, podéis visitar la playa de Gorrondatxe, en Bizkaia, donde encontraréis unas rocas formadas hace menos de doscientos años por la cementación de los residuos de las industrias metalúrgicas de Bilbao vertidos al mar en la desembocadura del Nervión: escorias de fundición, ladrillos refractarios, vidrios, plásticos, latas de aluminio… pero el Antropoceno, como concepto temporal en la escala geológica, no existe. Lo que existe es el antropoceno como definición de nuestra inconsciencia a la hora de consumir, de manera desmedida, los recursos de nuestro planeta. Así que no confundamos términos y sigamos viviendo en el Holoceno, hasta que la IUGS nos diga lo contrario.
Tomado de culturacientífica