“Guabino, con esta te llenas de gloria o de m…”, le dijo el entonces jefe del departamento de fotografía del diario Granma, Emilio Argüelles, al jovencito que alternaba el trabajo diurno en el laboratorio fotográfico del periódico, con estudios universitarios en las noches y la paternidad de unas gemelas de dos años.
La misión: hacer las fotos del acto por el 35 aniversario del triunfo de la Revolución cubana, en Santiago de Cuba, en el que participaría el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz.
Un mes antes, la tarea encomendada por Susana Lee, jefa de información del medio, había sido otra: pasar todo el mes de diciembre en la Ciudad Héroe y escalar el último día del año el Pico Turquino, para esperar allí el 1 de Enero.
Cuenta Ismael Francisco que cuando La China solicitó un nombre, Argüelles miró con su rostro “garciamarqueano” a todos. Cierto silencio reinó entre los veteranos del lente, quienes bajaron la mirada.
En otros tiempos, la propuesta de ir a esa tierra del oriente cubano hubiese sido disputada, pero en 1993, realmente, no despertaba muchas ilusiones. Al peso de la edad, se sumaba la idea de que si La Habana en ese momento pasaba, según algunos, por la etapa más difícil del Período Especial, en cuanto a apagones, transporte y alimentación, ¿cómo estarían las demás provincias?
El sabio jefe de departamento acordó con Susana que más tarde le diría el nombre del caballero. Y lógicamente, en un colectivo de cincuentones, esa encomienda heroica le tocó al único veinteañero: Ismaelito.
Noviembre llegó a su otoño y diciembre también dejó caer sus primeras 20 hojas, cuando la jefa volvió a tocar a la puerta de Fotografía retomando la encomienda de la Ciudad Héroe, pero, por suerte, con objetivos diferentes. Ya no habría estadía de un mes, ni escalada; ahora la misión era hacer las fotos del acto del 1 de Enero, al que asistiría el Comandante en Jefe.
En esa ocasión, algunos mostraron disposición de ir. Emilio, previendo el posible interés de la dirección en enviar a un fotógrafo en particular, colegió con La China, quien le dijo que si confiaba en su anterior propuesta, por ellos no habría problema.
Entonces afirmó definitivo que iría Ismaelito, a quien él cariñosamente nombraba Guabino. Ahí fue cuando le dijo la sabia frase, porque ese sería su bautizo fotográfico: Fidel en el acto. Segunda vez que lo acreditaban por el periódico Granma. Su primer acto nacional en condición de fotógrafo. Una técnica de trasmisión de imágenes prácticamente nueva para él: la radiofoto.
¡Qué 31 de diciembre!
Nada de parrandas ni fiestas. En 1993 eso era una utopía. Lo que le tocaba a Ismaelito era convertir algún lugar de la habitación del hotelito del Partido en un laboratorio de fotografía.
Baño adentro: ampliadora, cubetas, químicas, revelador de rollo, revelador de papel, fijador, secador, pinzas, lámparas de seguridad… El sanitario quedó habilitado para revelar fotos e inhabilitado para su uso habitual.
Luego ayudó a su compañero, Aldo Medero, encargado de trasmitir las imágenes mediante aquella técnica de la Segunda Guerra Mundial, a montar el equipamiento y la línea telefónica fija, que les llevó un técnico de ETECSA, en bicicleta.
En la noche, luego de comer el arroz con picadillo, el fotógrafo fue a estudiar las condiciones del lugar del acto. Fidel hablaría desde el balcón del Ayuntamiento, ellos estarían detrás de los bancos del parque, la plaza estaba poco iluminada. En fin, la ocasión ameritaría invento.
Trucos de una foto icónica
Con una cámara digital, en aquellas mismas condiciones, el enviado del Granma no hubiese tenido que hacer fraude, pero con una Nikon F3 -por cierto, prestada- y un lente 70-200 F4, no le quedó alternativa.
“Las cámaras estaban bien, pero los lentes no eran los adecuados para trabajar de noche. La película disponible era de 400 ISO, por lo que tenía que forzarla, químicamente, o sea, llevarla a 1600 ISO, para aumentarle la sensibilidad.
“No era lo mismo tirar con una película original de tanto asaje, que ese invento, que afectaría la calidad de la foto, con un efecto de más grano (lo que hoy se llama ruido digital). Pero, si no lo hacía, la imagen saldría muy oscura. Por otra parte, tenía la alternativa de disminuir la velocidad, pero la imagen podría salir movida. Así que opté por el truco de la química”.
El valor de un instante
Tenía la luz medida, en su mente, posibles encuadres, pero el instante de hacer la foto lo decidió el corazón.
“Hice las cosas sin miedo. No me acuerdo de haber estado nervioso. Al contrario, creo que tuve paciencia y por eso se logra la foto, porque esperé, sin quitarme la cámara de la cara, ese cuadro que se produjo al final.
“Fidel levantó la réplica del machete del General Antonio Maceo. Estuvo varios segundos con él arma de frente para nosotros. Pero lo que se veía era un hilo, no un machete. Hasta que él hizo un medio giro hacia el otro lado. ¡Ese fue el instante!”, rememora nuestro fotorreportero.
Lo que Fidel pensó cuando levantó el machete
Su rostro trasluce coraje, firmeza, solemnidad ante lo que él consideraba sagrado: el pueblo, la patria y los héroes.
Pero la reflexión de Fidel de ese momento no se supo hasta que luego fuera entrevistado por los periodistas, pues la réplica del machete se le entregó al final del acto. Ese fue el cierre. A decir de Ismael Francisco, “un momento muy solemne”.
El Comandante en Jefe manifestó que en ese instante él deseó tener también un caballo y al enemigo delante para conminar al pueblo allí presente, a una carga mambisa, como tantas veces lo hizo el Titán de Bronce, uno de los hijos más dignos de esta Patria.
Porque a una carga se iba con la convicción de morir o ganar, era un momento, pero la guerra de desgaste que vivía el pueblo de Cuba era mucho más difícil.
Ecos de una imagen
A las tres de la madrugada, Guabino fue para su laboratorio improvisado sin certeza de haber captado ese cuadro fotográfico para la historia. Hasta que reveló los rollos. ¡La foto estaba!
En unas horas la icónica imagen llegaba a la redacción del diario en La Habana, mediante radiofoto.
La foto de Fidel levantando la réplica del machete del Titán de Bronce fue portada en la edición del día 4 de enero de 1994, y años más tarde, reproducida en la primera edición del Siglo XXI, que Granma conformó con sus escritos e imágenes más trascendentales de la centuria.
Cuando regresó a la capital Ismel Francisco, un día de esos en que juntos el aprendiz de fotografía y el jefe de departamento caminaban rumbo a la parada de guaguas, Emilio Argüelles le comentó a Ismaelito: “Alguien me dijo que yo te quise hundir mandándote para Santiago. Pero yo tenía plena confianza que tú harías un buen trabajo, como ellos”.
Una imagen tan llena de simbolismo ha dejado muchas satisfacciones en su autor, tanto en lo profesional como en lo personal. Pero el recuerdo más especial: la humildad y confianza de Argüelles hacia él. “Esa valentía de decir: Yo no tengo ningún tipo de miedo de que, por su juventud y poca experiencia, él no pueda hacerlo bien”.
Igual de grata, la sorpresa que el 20 de mayo de 1995 los avezados fotógrafos del Granma le dieron a Ismaelito por su cumpleaños 27. Le obsequiaron la foto de Fidel levantando la réplica del machete de Maceo, con sus firmas y las de otros compañeros. Era la forma de decirle que aquel había sido su bautizo como fotógrafo, con gloria y no con m…
Tomado de Cubadebate