Fue el 7 de junio de 1976. Una delegación de periodistas cubanos, asistíamos en México al acto fundacional de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
Recuerdo que ese día, mientras nos alistábamos en la habitación del hotel «Reforma» para salir hacia el lugar donde sería el acto, el colega Baldomero Álvarez Ríos, periodista de Radio Habana Cuba, con quien compartía habitación, me alertó: «Elson, salgamos del hotel que está temblando, es un terremoto».
De lo dicho al hecho. Al salir al pasillo ya venían a nuestro encuentro, Ernesto Vera, Carlos Mora, Magaly García, Roberto Pavón y Sergio Medina, también integrantes de la delegación cubana, y tropezando con otros colegas hospedados en la instalación, salimos a la calle, a «esperar que pasara aquello».
¡Qué segundos más largos y tensos!
Fue una primera y breve experiencia, pero a todos los no acostumbrados a similares embates de la naturaleza, nos pareció una advertencia, y de mal gusto.
Relajadas las tensiones tras el susto, la FELAP celebró su Congreso constitutivo y nació como organización gremial —pujante y necesaria— para una región de América Latina y el Caribe, donde ejercían su influencia, instituciones de derecha, que representaban a los dueños de la prensa y otras y predominaba la sumisión a los monopolios de los grandes medios.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y la Federación Internacional de Periodistas (FIJ) competían entre sí en favor del dominio mediático de los intereses oligárquicos, generalmente vinculados con Estados Unidos y algunas naciones europeas.
Eran momentos donde una buena parte de los países de América del Sur estaban dominados por dictaduras, generalmente llegadas al poder tras golpes de estado.
Con la irrupción fascista en algunos países, un blanco favorito fue el gremio periodístico, al que intentaron callar a través del cierre de medios, el despido masivo de colegas, la prisión, la muerte y desaparición de varios de ellos y el exilio.
En Latinoamérica, fueron México y Cuba, los principales países solidarios para quienes necesitaban abrigo, trabajo y protección, y hacia allí viajaron decenas de colegas, mientras otros recibían refugio en la Europa que había conocido en carne propia el fascismo, ese que, en los años presentes, intenta volver a impregnarse en algunos gobiernos que parecen haber olvidado sus graves secuelas para la humanidad.
De esta forma nacieron nuevas organizaciones gremiales en el exilio, bajo la impronta de la lucha por la verdadera libertad de expresión, el derecho universal a la comunicación, y en defensa de la prensa no monopólica ni controlada por consorcios cuyo único interés es el dinero.
La FELAP, desde el momento mismo en que nació y a través de los años, encabezó la lucha por la defensa del periodismo y los periodistas, contra el monopolio mediático y en favor de un nuevo orden mundial de la información.
Junto a la Organización Internacional de Periodistas (OIP), y contando con agrupaciones gremiales como la UPEC, los directivos de la FELAP, encabezados desde un primer momento por destacados periodistas como el peruano Genaro Carnero Checa, elegido secretario general de la institución nacida en México, y otros como Ernesto Vera, entonces presidente de la UPEC, el venezolano Eleazar Díaz Rangel, el chileno Hernán Uribe, el mexicano Luis Suárez y otros muchos, emprendió tareas favorables al gremio para defender su carácter social comprometido con las causas justas de los pueblos.
En dichas circunstancias, me atrevería a afirmar que fueron los años donde más brilló el gremio en toda América Latina y el Caribe y más se combatió el monopolio informativo y se luchó por un periodismo más veraz, bajo la premisa de su identificación con los intereses de nuestros pueblos.
Un mérito especial, entre quienes hicieron posible el nacimiento de la FELAP, lo constituyó siempre Ernesto Vera, conocedor como pocos y emprendedor de primera línea, en todo lo que tuviera que ver con la integración del periodismo latinoamericano y caribeño, virtudes que lo llevó a ser reconocido internacionalmente y convocado para cada proyecto en defensa de tales principios.
El proceso de fortalecer el periodismo comprometido en la región, emprendido por la FELAP y la OIP y apoyado por la UNESCO, permitió que se crearan grupos de trabajo encargados de interiorizar y hacer propuestas sobre el clamor generalizado de un Nuevo Orden Internacional de la Información y la Comunicación.
Recuerdo los cientos de colegas latinoamericanos y caribeños que se reunían en Cuba, en los llamados Seminarios Latinoamericanos de Periodistas, convocados por la FELAP, la OIP y la anfitriona UPEC, donde se socializaban experiencias, se concebían proyectos y se trabajaba en el fortalecimiento de los gremios en cada país de la región.
De igual manera, la FELAP, desde México, investigó y trazó ideas en defensa de los periodistas exiliados, la búsqueda de su inserción laboral en los países que los habían acogido, y la protección profesional a través de mecanismos oficiales, hasta tanto las condiciones les permitieran regresar a sus países de origen.
Desde su nacimiento en 1976 hasta inicios de la década de los años 90, la organización contó, en su sede e México, con destacados periodistas, como su primer secretario general, el peruano Germán Carnero Checa, su sucesor, el mexicano Luis Suárez, así como el cubano Baldomero Álvarez Ríos y el nicaragüense Danilo Aguirre.
Con el derrumbe del campo socialista, fueron muchas las organizaciones sociales del mundo que fueron impactadas con los nuevos derroteros en los que se entrecruzaban, algunos gobiernos en la Europa del Este, donde floreció el oportunismo a la vez que se extinguían las acciones de apoyo económico y solidaridad y se optaba por el neoliberalismo, el de nuestros días, nada más ajeno al proyecto social y de comunicación que defendió la FELAP y apoyaron completamente la OIP y la propia UNESCO.
Cuando se escriba la verdadera afectación causada por el derrumbe del socialismo y la desintegración de la Unión Soviética y el llamado campo socialista europeo, no pueden omitirse que muchas instituciones progresistas como la Organización Internacional de Periodistas (OIP), entonces con sede en Praga, Checoslavaquia, no pudieron sostenerse en el tiempo ante la falta de reconocimiento del país sede, así como apoyo y recursos para su sustento.
En América Latina, también la FELAP no escapó a esos avatares y se ha hecho difícil la consecución de proyectos y el vínculo de la organización con el gremio de periodistas.
Nos queda, a quienes asistimos a su Congreso fundacional y luego trabajamos y apostamos por la necesidad de organizaciones gremiales y sociales como esta, contribuir a que no se olvide en la historia, ni su existencia, ni la labor de sus iniciadores y continuadores, como tampoco, su programa de acción y sus proyectos a favor de un periodismo no amordazado por los monopolios mediáticos que lo mutilan.
Recordemos que la FELAP nació en México un día en que la naturaleza quiso que temblara la tierra, y su vida demostró que se podían hacer temblar los cimientos —como se hizo— de un sistema monopólico de medios de comunicación sostenido por mucho dinero y por la mordaza que se imponía a la prensa pública, en nombre de lo que se da en llamar «libertad de prensa».
En todo caso, voto a favor de los muchos que, en el sector del periodismo cubano, latinoamericano y mundial, seguiremos con la bandera en alto de nuestro querida FELAP, y con el compromiso de que volvamos a ella, con la sustentación de que solo unidos podemos ganar las batallas pendientes y futuras.