Ciudad de México.— En Argentina la lucha contra el centralismo de Buenos Aires hasta el presente es «un hecho que nadie puede negar»; los enemigos de quienes lucharon por la patria federal en el siglo XIX son los mismos y «realmente nunca hemos logrado una independencia definitiva», afirmó la periodista y escritora Stella Calloni, corresponsal de La Jornada en Argentina.
En entrevista con este diario, la analista política habló de su novela histórica La cabeza desaparecida de Pancho Ramírez, que fue presentada el lunes pasado, en torno al prócer de los años de formación de la República Argentina, Francisco Ramírez.
Calloni (Entre Ríos, 1935) afirmó que «muchas cosas de las que están pasando ahora son parte del proyecto de recolonización de América Latina por parte de Estados Unidos. También, de alguna manera, estamos viviendo un proceso de liberación nacional».
Refirió que las disputas que retomó para su narración «fueron muy importantes porque se referían a tener una patria federal. Argentina, por ser un país tan grande y tan disperso, nunca ha sido esa nación que soñamos. Eso se está viendo ahora con las acciones de la Corte Suprema, que desconocen la autonomía en ciertas cosas, y las constituciones que cada provincia se dio».
En el siglo XIX operaban las montoneras, «gauchos y guerrilleros de esos tiempos que luchaban por una patria federal». José Gervasio Artigas, «el protector de los pueblos libres», se enfrentó con el caudillo Francisco Ramírez, de la provincia de Entre Ríos en esa época.
La colaboradora de La Jornada destacó que el «libro está saliendo en un momento en que estamos reviviendo, por la situación política de toda nuestra región, algunas cosas de la lucha contra el colonialismo español y, aquí, contra el imperio portugués».
La también poeta enfatizó que trabajó mucho en las palabras de su novela porque «ese género está perdiendo lenguaje en estos tiempos, por lo menos en el Sur. Por ejemplo, los mapuches no son argentinos y se dice que tampoco los indígenas que pueblan la Patagonia, todo al Sur, los tehuelches y otros. Hay cosas increíbles que nos están sucediendo.
«Creo que es necesario recuperar el pasado histórico del país, porque nunca se ha estudiado a fondo. A los seres humanos, los saco del bronce, a los caudillos, porque si los dejamos así seguimos dividiéndonos por historias viejas que logró Buenos Aires: un extremo centralismo de esa ciudad porteña.
«En la actualidad hay una riquísima cultura en el interior del país. Hay escritores, artistas maravillosos en la provincia, Novelistas famosos. La provincia Entre Ríos, de donde soy, ha dado muchos escritores importantes, también el noreste argentino, en la música folclórica. Es como si no pasara por el filtro del centralismo porteño. El sueño era la patria federal de verdad».
Relató que, a diferencia de Bolivia, México, Perú y otros países, «aquí está el tema de la inmigración, con una enorme diversidad que de alguna forma enriquece. Todo eso no se muestra para nada en los libros, sino con un lenguaje muy cuidadoso que trata de recuperar, quizá de una manera demasiado poética, el lenguaje nuestro, el que llaman del interior del país. Hay muchas fronteras que cruzar todavía. Y en la cultura muchísimo más».
Calloni recordó que los caudillos jóvenes Ramírez y Estanislao López tomaron la ciudad de Buenos Aires dirigiendo al pueblo amontonado: gauchos, indios y negros que estaba viviendo en las provincias. «Se enfrentaron por el tratado que manejaron los porteños, quienes pactaban sus negocios con Europa sobre todo el país.
«Los sucesores de los virreyes persiguieron a Ramírez, quien tuvo una muerte muy romántica. Luchaba con una mujer que parece era portuguesa, se llamaba Delfina. Es increíble su historia de amor. Se conocieron y ella se puso el uniforme, la chaqueta colorada. Lo acompañaba en sus batallas y, en el duelo final, él se hubiera podido salvar, pero como tomaron a su compañera se volvió, la salvó y a él lo mataron y lo degollaron.
«La cabeza se la mandaron a su ex compañero de lucha, el general Estanislao López, quien la mandó a embalsamar y después la enterró en un lugar que nadie encuentra. Antes hizo que la pusieran en una jaula en el Cabildo y luego toda la vida fue prisionero del recuerdo de la cabeza. La novela empieza con un monólogo de ese caudillo» (Por Reyes Martínez Torrijos. Tomado deLa Jornada).