Marta Arjona
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Marta Arjona, consagración al Patrimonio

Cuando el Museo Nacional de Bellas Artes albergue hoy la inauguración del Primer Congreso Internacional de Patrimonio Cultural, en muchos de los presentes estará el recuerdo de Marta Arjona.

Entraña un connotado simbolismo que este 3 de mayo sesione en La Habana un foro de tanta trascendencia. La fecha marca un siglo de distancia del nacimiento de la notable artista y promotora que dedicó todas sus energías, y su pasión, al rescate, preservación, restauración y socialización de los valores patrimoniales de nuestra cultura.

Marta Arjona pudo ser y fue una creadora con nombre propio y destacada altura en el panorama cubano de las artes plásticas. Cultivó su talento en la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro, de donde se graduó en 1945, y se especializó en cerámica a su paso por la École de Métiers d’Arts de París, en 1952.

Pero el linaje mambí de Marta inclinó desde entonces su vocación de servicio. En la Cuba de los años 50, donde la cultura era esquinada por el gobierno existente, ella asumió el desafío de colocarla en su lugar desde su militancia revolucionaria.

Participó en la organización de la Anti Bienal de 1953, en la sección de Artes Plásticas de la sociedad cultural Nuestro Tiempo, y como parte de esta en la fundación de una galería que acoge a los maestros cubanos y los nuevos exponentes del arte moderno.

Desde 1959 consagró su existencia a las tareas relacionadas con el patrimonio, primero como responsable de Artes Plásticas en la dirección de Cultura del Ministerio de Educación y luego como Directora Nacional de Museos y Monumentos del Consejo Nacional de Cultura, germen de lo que sería posteriormente el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura fundado por ella, en el que llevó las riendas hasta su deceso el 23 de mayo de 2006.

Había que verla, infatigable, recorriendo el territorio nacional completo mientras creaba y atendía la red nacional de museos. Había que sentirla dando orientaciones precisas, atendiendo hasta el menor detalle y organizando el tejido institucional que permitió poner a salvo y en valor de uso reliquias históricas y artísticas destinadas a enriquecer el acervo cultural de nuestro país.

En una entrevista, ante la pregunta de que si se arrepentía por haber renunciado a su vocación artística para dedicarse a la promoción patrimonial, confesó: «No, no me arrepiento. Me dediqué a hacer este otro trabajo de creación, a crear cosas para la comunidad, lo que para mí era importantísimo. Yo me siento tan realizada como cuando hacía cerámica o escultura».

Muchos pueden dar fe de tan decisiva entrega. Marta, junto a Eusebio Leal, constituyen ejemplos de lo que se debe y puede hacer para jerarquizar la memoria de un país. Memoria sin la cual no seríamos lo que somos.

Tomado de Granma

Foto de portada: Imagen original de La Jiribilla

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