Fidel Narváez fue cónsul de Ecuador en Londres durante ocho años en la etapa de Rafael Correa. Durante ese tiempo, se encargó de establecer el primer contacto con Julian Assange para la publicación de los cables diplomáticos referentes a su país.
El 19 de junio de 2012, el fundador de Wikileaks llamó a la puerta de la embajada en busca de refugio y Narváez no dudó ni un instante en mediar para que se lo concedieran.
Durante los cinco años siguientes, ambos entablaron una estrecha relación truncada por la llegada a la presidencia de su país de Lenín Moreno, y el giro radical que imprimió a la política internacional de Quito.
Narváez fue obligado a abandonar el puesto y, desde entonces, participa activamente en la campaña internacional contra la extradición del periodista australiano a Estados Unidos, que se arriesga a ser condenado a 175 años de cárcel por espionaje.
Acaba de visitar a su amigo en la prisión londinense de Belmarsh, un centro donde los británicos recluyen a los más execrables criminales de la Tierra, y habla de la difícil situación personal que atraviesa y de los precedentes que ha instaurado su obsesiva persecución.
«El primero es la extraterritorialidad de las draconianas leyes norteamericanas. El segundo es la criminalización del periodismo. Y el tercero es la advertencia de lo que a uno le puede ocurrir si indaga, descubre y publica los crímenes de lesa humanidad cometidos por Estados Unidos.
«En mi opinión, este último punto ya lo han logrado porque la reputación de Assange ha sido destrozada», asegura.
—Ha tenido la oportunidad de visitar recientemente a Julian Assange ¿Cómo se encuentra?
—Estoy muy preocupado por mi amigo. Porque claro, Julian Assange es Julian Assange: es resiliente, es un luchador, es alguien que nunca va a rendirse en primera instancia, pero también es un ser humano. Y un humano tiene límites. Tenemos que entender que sus siete años en la embajada de Ecuador en Londres fueron un encierro pese a que estaba protegido y recibía un trato amable. Al menos durante los cinco primeros años. Un encierro tiene efectos muy fuertes, físicos y mentales, sobre cualquier persona. A todo eso hay que sumar que desde 2019 se encuentra en la prisión de Belmarsh, popularmente conocida como el Guantánamo británico. Así la llaman. Una cárcel donde se recluye a los prisioneros considerados de mayor peligrosidad del Reino Unido y en la que están sometidos a un régimen de seguridad muy duro, con muchas limitaciones.
—¿De qué tipo?
—Para comunicarse con sus abogados, para recibir visitas, para poder acceder a documentos. Por poner un ejemplo, te diré que las audiencias de extradición se realizaron en una corte situada en el otro extremo de la ciudad. Comenzaban a las 9 de la mañana y para que llegara a tiempo lo levantaban a las 5 de la madrugada, le hacían pasar por varios filtros de cacheo, donde básicamente lo desnudaban para luego meterle en un camión gélido que durante una hora y media o dos horas daba vueltas por Londres. En la corte, escuchaba la audiencia dentro de una caja de vidrio, como si fuera un animal.
—En su opinión, ¿qué trascendencia tiene la persecución y encarcelamiento de Julian Assange?
—Nos indica esencialmente que no somos libres. Si Julian Assange es extraditado o encarcelado, significará que no somos libres. En este momento, no existe injusticia más flagrante delante de nuestros ojos. Todas las organizaciones de derechos humanos se oponen a su extradición a Estados Unidos. Incluso los medios de comunicación, con los cuales tuvo fuertes encontronazos, se oponen. Los únicos que insisten en ello son el Pentágono, el complejo industrial militar y el establishment político militar de Estados Unidos. Y, obviamente, sus lacayos británicos. Si finalmente es extraditado, ellos ganan.
—Parece un aviso sobre cuál es el límite a la libertad de información.
—Efectivamente. Instaura varios precedentes. El primero es la extraterritorialidad de las draconianas leyes norteamericanas. Eso es algo terrible. El segundo es la criminalización del periodismo. Y el tercero es la advertencia de lo que a uno le puede ocurrir si indaga, descubre y publica los crímenes de lesa humanidad cometidos por Estados Unidos. En mi opinión, este último punto ya lo han logrado independientemente de si extraditan o no a Assange, de si lo liberan mañana mismo. El precedente ya lo han sentado porque la reputación de Julian ha sido destrozada.
—¿Y qué puede hacer la comunidad internacional ante una vulneración de derechos humanos como la que se está cometiendo con Assange?
—No hay que abandonarlo. Hay que sumar apoyos. Hoy tuvimos una reunión donde hemos escuchado a mucha gente con ganas de escribirle una carta, de escribir a sus diputados, de hablar con algún medio de comunicación y difundir la verdad de lo que sucede en sus redes sociales. O cuando escuchen a alguien que lo está denostando, decirle por qué no buscan una información mejor, más fidedigna.
—Pero los grandes medios de comunicación que un día difundieron a toda página los cables de Wikileaks hoy no parecen muy interesados por el destino de su fundador. ¿Le resulta paradójico?
—A los grandes medios de comunicación les resulta incómodo hablar de Julian por varias razones. La primera porque su reputación está tan deteriorada que la gente no quiere tenerle cerca. Ni siquiera se ponen al teléfono cuando tienes algo que contarles sobre el trato inhumano que sufre. Y dos, porque denunciar lo que están haciéndole es desafiar a Estados Unidos. Podemos aspirar a que publiquen un editorial o a que reproduzcan un comunicado pero no esperamos militancia de los medios tradicionales a favor de una causa que tiene como fondo la vulneración de los derechos humanos. No lo van a hacer.
—Usted vivió este proceso en primera línea como diplomático de la embajada de Ecuador en Londres. ¿Qué presiones sufrieron durante los años de asilo de Assange?
—La solicitud de asilo de Julian cogió por sorpresa a todo el mundo, pero, una vez que fue evidente que el Gobierno de Ecuador se jugaba todo con tal de proteger sus derechos, las presiones no se hicieron esperar. El día que se filtró que Assange ya se encontraba en la embajada y que Ecuador había decidido protegerlo, los británicos amenazaron con invadir nuestra embajada en Londres. No sólo lo hicieron por escrito sino de facto, en los hechos. El mismo día que recibimos la amenaza, la embajada fue sitiada por un centenar de policías que estuvieron amedrentando a quienes estábamos allí durante toda la noche para evitar que anunciáramos nuestra decisión de conceder asilo a Assange al día siguiente. Eso nos da una idea del nivel de importancia que otorgaban a esta protección y, al mismo tiempo, de la falacia del discurso que estos países utilizaron contra Julian sobre un supuesto mal comportamiento sexual en Suecia. Nunca en la historia del Reino Unido se invirtieron tantos recursos económicos, políticos y logísticos para investigar el mal uso de un preservativo.
—Ecuador siempre denunció que la trama urdida contra Assange fue planificada por Estados Unidos.
—Sabemos por los cables de Wikileaks y por las revelaciones de Edward Snowden que Estados Unidos, y también Reino Unido, utilizaron la desinformación para desprestigiar a Assange. Qué duda cabe que si destruían su reputación le restaban apoyos a nivel internacional y allanaban el camino a los mecanismos legales para su extradición. Con una persona como él, que había revelado los crímenes de guerra y otros actos atroces cometidos por Estados Unidos, no se acaba de una estocada sino de varias. Con Assange se practicó casi un linchamiento mediático al que fue sumándose la gente casi por inercia porque si el New York Times publicaba algo sobre él es que tenía que ser cierto. Hay un libro muy importante que es El juicio de Julian Assange, escrito por el relator de la ONU contra la Tortura, Nils Melzer, que es devastador porque accede a documentos que dejan en evidencia que la policía sueca, el poder judicial sueco y el político coludieron el supuesto abuso sexual para desprestigiarlo.
—Pero Ecuador aguantó la presión asfixiante de Reino Unido y Estados Unidos.
—Una de las claves principales de aguantar aquello fue el liderazgo político que Ecuador tenía en ese momento. Es indudable que la figura de Rafael Correa resultó fundamental, pero creo que mucho más meritorio fue la reacción mayoritaria del pueblo ecuatoriano a favor de la concesión del asilo y el respaldo que concedió a un cuerpo diplomático que tradicionalmente siempre ha sido pro estadounidense. Y ahí es donde surge otro liderazgo fundamental, como el del canciller Ricardo Patiño. Sin duda, creo que Correa y Patiño fueron dos figuras clave, aunque no puedo olvidar al personal que trabajaba en la embajada de Ecuador en los momentos más tensos del conflicto.
—En 2019, ya con Lenín Moreno en la presidencia de Ecuador, ceden y entregan a Assange a los británicos. ¿Lo esperaba?
—Aunque demoró su entrega dos años, Moreno desprotegió a Julian desde el mismo instante en el que llegó a la presidencia de Ecuador. Empezaron deshaciéndose de mí en 2018, porque me identificaban como una de las personas más cercanas a Assange. Para entonces, la embajada había dejado de ser un refugio para Julian para convertirse en un lugar hostil, casi como una prisión, con el objetivo de que saliera de allí por su propia cuenta. Decretaron su aislamiento durante casi ocho meses, le cortaron las comunicaciones con inhibidores y le prohibieron recibir visitas con la única excepción de sus abogados. Cuando vieron que nunca saldría por su propio pie, implantaron una especie de «protocolo» de convivencia con normas y castigos que banalizaban la institución del asilo político, que es un derecho humano. Todo diseñado para destruirlo psicológicamente. Y cuando se dieron cuenta de que eso tampoco funcionaba, confabularon con británicos y estadounidenses su captura dentro de la embajada. Algo que, en la práctica, era un secuestro.
—¿Cómo se produjo?
Bueno, no lo conozco al detalle pero evidentemente no fue como el gobierno de Lenín Moreno lo presentó. No fue una decisión ineludible en vista del comportamiento irresponsable que tenía dentro de la embajada, como dijeron. Ni mucho menos. Ahora sabemos que el operativo de entrega que se montó venía coordinándose con muchos meses de anticipación en reuniones con británicos y en acercamientos con los norteamericanos. Eso está absolutamente probado. Está publicado en las memorias de uno de los responsables de ese operativo, un político británico que trabajaba en el Ministerio de Asuntos Exteriores. En su diario cuenta cómo se reunió con el Embajador del Ecuador y su llamada al Canciller para tratar la salida de Assange.
“Luego está el tema de cómo lo llevaron a cabo. Sabemos que días antes del arresto, varios agentes británicos entraron en la embajada de manera encubierta. En el momento en que recibieron la luz verde, el embajador fingió entregarle una comunicación a Assange donde se le informaba de la finalización del asilo y se le pedía que saliese de allí por su propia cuenta, algo que Julián rechazó. A partir de ahí, todo se precipitó. Los agentes que ya estaban dentro del edificio lo arrastraron por la fuerza a la calle”.
—El gobierno de Moreno declaró que tenían la garantía de que los británicos no le extraditarían a Estados Unidos. ¿Quién mintió?
—Mintió Lenín Moreno. Lo único que dijeron los británicos es que su legislación no permite la extradición de personas a países donde existe la pena de muerte o donde puedan sufrir un trato inhumano. Y supuestamente, los propios estadounidenses aseguraron que no van a pedir pena de muerte para Julian Assange, lo cual puede ser cierto, pero es una degradación de la protección del asilo porque el asilo no equivale solamente a garantizar que no le enviarán a la silla eléctrica, sino a proteger todos sus derechos, su derecho a la libertad. Por lo tanto, es una tomadura de pelo porque no hay diferencia entre los 175 años de cárcel que piden y la silla eléctrica. Es cadena perpetua. Estás muerto. Te mataron.
(Tomado de CTXT)