Su carrera en la prensa comenzó en los talleres del periódico Hoy como tipógrafo y linotipista, y continuó en las redacciones de diarios y agencias noticiosas. El periodismo le interesó desde que estudiaba en la secundaria básica en la escuela de la mutualista Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana. Pero fue en la década del 50 del siglo XX que pudo iniciar su relación con el oficio y también con el de tipógrafo, desde el club de empleados de los periódicos Excelsior y El País. Su madre cocinaba allí.
A una convocatoria para aspirantes a aprendiz de imprenta en la Empresa editora El País, S.A., se presentó en 1957. Hizo una prueba de ortografía y redacción en ese lugar, donde luego debió trabajar ocho horas diarias, de lunes a sábado, sin garantía de salario. El aprendizaje dependía de la disposición de los operarios para enseñar y en mayor medida del empeño personal.
—A los seis meses ya me consideraba un operario tipógrafo y linotipista calificado, pero continuaba en plantilla como aspirante a aprendiz de imprenta. Un curso por correspondencia en la escuela de la fábrica de linotipos Mergentalen, me permitió superarme en el diseño gráfico. En El País los compañeros que militaban en el Partido Socialista Popular (PSP) me ayudaron a progresar en conocimientos.
—Al triunfo de la Revolución, en 1959, la Empresa El País fue la primera de su tipo en ser intervenida. Fidel Castro asistió a la asamblea con todos los trabajadores. Allí se anunció la creación de la Imprenta Nacional de Cuba. Mi salario fue entonces de 23 pesos semanales como aprendiz, aunque era operario. La primera edición que se hizo fueron cuatro tomos de El Quijote, de Cervantes…
—Unos meses después, Genaro Cajiao, cajista de Excelsior, asumió la regencia del periódico Hoy, órgano del PSP, y me invitó a participar en la reanimación de aquellos talleres, que habían sido destrozados por los sicarios batistianos. Trabajé como operario tipógrafo de la primera página y de otras dos más, sin sueldo, hasta que tres meses después de su reapertura el diario adquirió medios de financiamiento para pagar una nómina. Más tarde, se trasladó al taller del antiguo diario Alerta, en la Avenida Carlos III. En esa época aprendí de periodistas y directivos como Carlos Rafael Rodríguez, Blas Roca, Nicolás Guillén y Raúl Valdés Vivó.
Cuatro años transcurrirían para Roberto Pérez Betancourt alejado de la prensa e involucrado en el ámbito empresarial. Hasta que supo que el periódico Girón estaba a punto de clausurar. Sus ediciones diarias eran en formato “sábana” de seis páginas y se confeccionaban en un rudimentario sistema de impresión directa con escasez severa de tipos de imprenta y de otros materiales tipográficos. Se preveía la posibilidad de implantar un sistema de cilindro contra cilindro con estereotipia, que ocurrió poco tiempo después, pero los operarios no estaban capacitados para echarlo a andar.
Llegó al Girón para ayudar a resolver los problemas técnicos de la imprenta, pero en la práctica se inició como redactor de deportes. También ejerció las direcciones de redacción e información y se estrenó como periodista.
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En el acta de otorgamiento del Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la vida (2022) a Roberto Pérez Betancourt dice que él es un periodista lúcido e irreverente, que no cree en retórica ni fatalismos provincianos, y mucho menos en acomodamiento personal.
—Lo de lúcido será porque a mi edad, 82 años cumplidos, mantengo bastante fresca la memoria pretérita e intento estar al día en las tecnologías de la comunicación, aunque debido a mis dolencias acumuladas, afronto serias limitaciones físicas para desempeñarme en el terreno.
—Irreverente es un adjetivo que me regalaron en el Acta del Jurado… No creo que se trate de una actitud consciente, sino de la apreciación de otros sobre mi personalidad; en específico, el carácter y el temperamento, pues no acostumbro a reírle gracias a nadie, ni a funcionarios ni a dirigentes.
—Tengo el defecto de decir lo que pienso y siento. Intento no ser apasionado, pero a veces me desborda la pasión. Cuestiono lo que no comprendo para que me expliquen. Pero si concluyo que una decisión que me afecta a mí, o a terceros, se deriva de alguna arbitrariedad o extremismo, de cualquier tipo, entonces intento actuar para resolver el asunto. En la labor periodística, esa disposición me ha ayudado a romper barreras, abrir puertas y no rendirme ante obstáculos de tamaños diversos para cumplir con el principal deber de un periodista: hacer periodismo.
—Hay quien lo califica como un periodista orquesta ¿Esa apreciación se ajusta a su modo de ejercer el oficio?
—El calificativo se refiere a mi disposición para asumir tareas diversas en el sector periodístico, donde me he desempeñado como diseñador, redactor, corresponsal, jefe de departamentos, reportero, a mi tránsito por diferentes tipos de medios (prensa escrita, radio, televisión y digitales). También a que he atendido sectores diversos de la economía, el deporte, la cultura, la agricultura y la ganadería, la ciencia y tecnología. Aplico la máxima martiana de que el periodista debe ser capaz de saber desde la nube hasta el microbio, lo que no contradice que alguien con especial vocación pueda especializarse en un campo específico del quehacer humano y devenir experto en esa área…
—¿Por qué tiene predilección por la crónica? ¿Cómo define este género periodístico?
—Prefiero la crónica por las posibilidades que brinda para la exposición de sentimientos propios y ajenos, el uso de metáforas y otros recursos estilísticos que ayudan a la íntima comprensión de los fenómenos afectivos, tan importantes en la interiorización del acontecer humano. En mi libro Dinámica de la Noticia (2006) escribí que la crónica es el más polémico de los géneros periodísticos. Los estudiosos de la técnica periodística y de la literatura no se ponen de acuerdo sobre una definición, porque en realidad a veces se confunde la crónica con la reseña, y también porque se sectorializa el término, como cuando alguien se refiere a la crónica roja, deportiva, cinematográfica o de otro tipo en las que los estilos de redacción y uso de elementos comunicacionales difieren.
—Pero la crónica, como género, con estilo y contenido propios, parte de un suceso de actualidad. Interpreta la noticia. También intencionalmente se vincula a fechas conmemorativas. Posibilita ofrecer una valoración íntima del suceso que aborda e intenta comunicar un sentimiento al destinatario mediante recursos literarios que sensibilicen las fibras emocionales y produzcan un tipo de reacción afectiva, sin que alguien pueda recomendar patrones técnicos cerrados para su elaboración.
—Se trata de una creación de muy personal estilo, que admite el diálogo y la reflexión, describe y narra historias reales y las matiza con ingeniosidad sugerente. Puede ser corta o extensa, en dependencia del asunto y del aire creativo del cronista, que debe cuidar de no pasarse ni de quedarse corto. Cuando los alumnos o los colegas me piden definiciones de crónica, suelo invitarlos a que lean un pequeño libro escrito por Rolando Pérez Betancourt, titulado La crónica, ese jíbaro (1987). En este volumen el autor brinda una valoración del género desde la práctica.
Roberto Pérez Betancourt tiene un blog, Debate abierto, que actualiza desde 2006. Lo abrió por su deseo de estar en la comunicación digital, “una ventana nueva para los de mi generación”. Permite —dice— independencia en la publicación de contenidos, en relación con los perfiles editoriales de los medios de prensa.
—Luego de mi jubilación, también utilizo el blog para insertar cada día una síntesis del acontecer informativo que publican los principales medios cubanos, y algunos foráneos, sobre temas de interés económico, político y social. Lo vínculo a mi gestión diaria como comunicador institucional de una empresa nacional del Ministerio de la Agricultura, que incluye la publicación de otros blogs denominados Gente de Silos y Silos Cuba, un perfil propio en Facebook y la comunicación personal vía correo electrónico.
—En un comentario suyo publicado el 16 de julio de 2011 en su blog, titulado Cuánto puede el pensamiento, deja asentada su visión optimista de la vida ¿En qué circunstancias no ha conseguido que predomine esa certeza?
—En ese trabajo escribí: “Los que estiman que todo les saldrá mal y se resignan al Apocalipsis de sus pensamientos negativos, se autocondenan a sufrir hasta el ocaso de sus días. Triste decurso y final de una existencia que no compra boleto de retorno, simplemente porque no existe prueba alguna de que el viaje sea reversible. Entender esa verdad es crucial para evitar ideas negativas y transitar abiertamente en el universo de las proyecciones positivas, que abren puertas, delinean el futuro y permiten exclamar con sinceridad que vale la pena vivir la vida”.
—Este enfoque de la realidad y de la vida, me hace posible retroalimentarme cada día y sacar fuerzas de la flaqueza física y de los avatares psicológicos y afectivos, a los cuales todos, alguna vez, nos exponemos. Es verdad que en ocasiones ha parecido que estar sometidos a la voluntad de otros puede anular esa fuerza interior de sobrevivencia, como cuando mi esposa y yo padecimos la Covid-19, circunstancia en la que ella estuvo al borde de la muerte sin que los facultativos pudieran hacer algo, pues naufragábamos en un mar desconocido. Sin embargo, en esa ocasión la fuerza de la voluntad familiar se unió para conseguir los medios necesarios y alimentar la esperanza, hasta que ambos pudimos seguir a flote y volvernos a subir en el bote de la vida.
—Pero es cierto, estar sometidos a las determinaciones arbitrarias de terceros sobre asuntos existenciales, algunos tan aparentemente triviales como puede ser la subsistencia económica o el simple acceso a ciertos medicamentos, puede, en momentos específicos, intentar derribar las fortalezas del pensamiento positivo. Sin embargo, aquí seguimos. Y eso es prueba del poder de querer, sin que se desconozca que un día, en una hora indeterminada, dejaremos de ser y de estar. Esa realidad, igualmente irrefutable, no debe dejar de permitirnos respirar durante los minutos que resten hasta ese instante, cuando nos convertiremos en recuerdo de los que deseen recordarnos.
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Si en tres momentos ha de pensar el oficio del periodista, Roberto define que la investigación es la base de cualquier género que aborde el comunicador, el publicista o divulgador social, que el reporteo es el instante de obtener información de actualidad y que la escritura es el lapso durante el cual estructuramos los datos obtenidos en ese código, sobre la base de la intencionalidad con la que se actúa de acuerdo al propósito.
—Todos ellos se entrelazan y condicionan en función de la temática a tratar y el grado de profundidad que demande, de acuerdo con coyunturas de actualidad socioeconómica y política. La etapa de la investigación es la más retadora e interesante. En esa búsqueda de lo necesario y desconocido deben afrontarse barreras físicas, ideológicas, legales, jerárquicas y psicológicas que ponen a prueba la tenacidad y otros valores de quien se desempeña en el rol periodístico.
Roberto Pérez Betancourt no considera anticuado responder a las tradicionales preguntas del periodismo; todo lo contrario, cree que es necesario aplicarlas en todos los géneros.
—El orden no necesita ser lineal, sino adecuado al género y al estilo, en función de comunicar con la mayor eficacia posible. En ocasiones, se escuchan informaciones en la televisión o la radio a las cuales le faltan elementos básicos, en especial los referidos a dónde sucede el hecho y cuándo ocurre, incluso en entrevistas, reportajes y en comentarios.
—Entonces, ¿qué más le falta o le sobra a nuestro periodismo?
—Elementos esenciales. Uno de ellos es tomar distancia del comprometimiento administrativo. Mantener buenas relaciones interpersonales no debe implicar identificarse con lo que desea y cree conveniente la fuente noticiosa, representada por sus dirigentes y funcionarios, sino por la necesidad comunicacional, la pertinencia, la objetividad y otros valores clásicos de la comunicación periodística, que demanda informar con veracidad, prontitud y sin edulcoramientos.
—A nuestro periodismo, le sigue sobrando la referencia recurrente a los nombres de las presidencias en los actos públicos, la reiteración de efemérides como informaciones centrales de primera plana, la exagerada y reiterativa exaltación de algunas figuras históricas y de lo que estas un día dijeron sobre tal tema, utilizando ese recurso como especie de muletilla para avalar lo que el redactor pretende opinar.
—También sobran los títulos edulcorados y descontextualizados, como cuando se ensalza el sobrecumplimiento de planes, olvidando la escasez relativa sobre determinados bienes y servicios que afronta la población.
—Sobra, igualmente, la timidez con que se pregunta en entrevistas y la confusión de roles, cuando el entrevistador justifica los pretextos y explicaciones carentes de sentido que dice el entrevistado, ya sea por un evidente afán del entrevistador de caer simpático en sectores que le han sido asignados por el jefe de información, o por ‘no buscarse problemas’ con las fuentes.
—A nuestro periodismo le faltan análisis más profundos y causales sobre temas globales de la economía, la distribución, el cambio y el consumo, sobre todo los relacionados con la actualidad socioeconómica que afronta la población, investigaciones que revelen apropiaciones y procedimientos administrativos indebidos, mal trato, corrupción.
—El periodismo es para mí una profesión apasionante, que me da la oportunidad de aprender siempre de los demás y de las circunstancias, de no quedarme rezagado, de expresarme públicamente y de multiplicar el sentir propio y de otros a través de los medios. El periodismo me obliga a indagar siempre y estar al día en las tecnologías de la comunicación, fundamental para mantener las necesarias condiciones cognitivas a través del tiempo que nos toca vivir.
Lo eligió porque desde niño le apasionó la posibilidad de interactuar con otras personas, conocer sus historias y escribir acerca de ellas. Más tarde, en la práctica del oficio fue descubriendo otras posibilidades como las de ejercer la investigación en torno a temas económico-administrativos, campo de estudios y trabajo en el que se desarrolló en los primeros años de la Revolución. Esa experiencia le hizo posible ejercer la crítica sobre tales asuntos dentro de los perfiles editoriales de los medios para los cuales trabajó.
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Sus padres fueron Benedicta Betancourt y Rosales, cocinera, empleada doméstica, “trabajadora incansable” y Héctor Pérez Merelos, “desempleado crónico”. Roberto nació en La Habana el 7 de junio de 1940 y su hermano Rolando (recién fallecido) el 25 de septiembre de 1945. Viene de una madre, una abuela (Juana Rosales) y cinco tías muy luchadoras, de una familia amante de la justicia social, solidaria y combativa.
En 1962 contrajo matrimonio con la matancera Edelma Batista Castellanos. Procrearon dos hijos: Damaris y Roberto. Ella estudió economía y él ingeniería industrial. Edelma y Roberto tienen tres nietos: David, Jorge David y Roberto, y 60 años de relación conyugal.
De su niñez no olvida que, con siete años de edad, salió a pregonar por las calles café caliente y bollitos de carita para ayudar a su madre a sostener la casa. También retiene en su memoria cada uno de los días en los que, como vendedor ambulante en la Calzada de Galiano, tuvo que saludar a sus condiscípulos cuando pasaban frente a él; el día que terminó la secundaria básica y pudo trabajar a tiempo completo limpiando pisos en un edificio habanero; el día en que ingresó a aprender el oficio de tipógrafo en El País; el día en que lo invitaron a colaborar con el Partido Socialista Popular en la clandestinidad; el día en que triunfó la Revolución y salió a las calles a festejar con sus compañeros revolucionarios; el día que integró la escuela de administración, el que se graduó; el que se presentó como administrador ante la venerable asamblea de trabajadores de la fábrica de Jarcias, cuyo promedio de edad rebasaba los 50 años; el día en que se casó con su esposa; los días en que nacieron sus hijos y nietos; el día que asumió la dirección de la empresa nacional ECUCVA en el Mincin; el día en que el Partido le orientó retornar al periodismo para adiestrar a compañeros del periódico Girón en materias tipográficas; el día en que se graduó de licenciado en periodismo; los días en los que obtuvo declaraciones del compañero Fidel durante sus labores reporteriles; el día en que lo enviaron a cumplir tareas de asesoramiento en el diario Barricada en Nicaragua; el día en que subió a la Motonave Presidente Allende para realizar 52 crónicas durante un viaje de tres meses que incluyó reparaciones y labores en España y Francia; el día en que lo llamaron a cumplir misión internacionalista en Angola, y después en Etiopía; cada uno de los días de su estancia en África; el día de su retorno a Cuba; cada uno de los días en que ha podido ejercer su labor periodística; las varias veces en las que ha salido salvo del quirófano gracias a la magia de sus amigos cirujanos; el día en que se jubiló y se desactivó de las filas del Partido por razones de salud, y le negaron la posibilidad de seguir colaborando; el día en que rectificaron y lo llamaron para que colaborara en varios medios; las dos veces en las que le retiraron la militancia del Partido; las dos veces en las que rectificaron y le restituyeron la militancia del Partido; el día en el que el presidente Díaz-Canel le entregó el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida; el día en que interiorizó que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Los porqués espera desarrollarlos en un libro que titulará Irreverente.
Foto de portada: Omara García/ ACN
Un gran hombre. Excelente entrevista. Se ganó bien el Premio Nacional de Periodismo José Martí.