“El hombre lo que necesitó siempre fue una gran causa.
Nunca habrá hombre grande sin causa grande.
Cuando hay una gran causa, mucha gente,
mucha gente, casi todos pueden llegar a ser
un gran escritor, un gran periodista,
un gran comunicador (…)”
Fidel Castro, 1999 [1].
Conscientes de que comunicación es mucho más que información porque comunicar es poner en común contenidos y la información es contenido registrado que se brinda.
Conscientes de que comunicación es mucho más que medios técnicos y plataformas tecnológicas porque comunicar es parte constitutiva del ser humano, biológica y psicológicamente argumentado, y del ser social, sociológica y culturalmente demostrado.
Conscientes de que comunicación social es dialogar entre todos y con todos como lo definiera el destacado pedagogo brasileño Paulo Freire, y para el bien de todos apegados al legado Martiano.
Conscientes de que comunicación social es el intercambio de contenidos que trascienden lo individual porque competen a lo público, en tanto agendas, a la vez que espacios de socialización físicos y digitales.
Lo público, entonces como aquellos asuntos, temáticas, agendas; problemas y soluciones; preocupaciones y certezas; pesadillas y sueños de interés; y objetivos colectivos acerca de los cuales es pertinente y legítimo dialogar abierta y libremente en lo público, entonces como espacio.
Conscientes de que la comunicación social como diálogo interactivo es intrínseca a la construcción y establecimiento de relaciones humanas y organizacionales para la reproducción o cambio social, en tanto perpetuación o transformación de una comunidad/sociedad, y cuya función principal es promover o revitalizar representaciones colectivas -compartidas o diferentes- con el fin de otorgar sentido y evaluación a la acción social organizada en diferentes espacios de convivencia e interrelación; a constituir mediante interacción la identidad colectiva y el tejido cultural conformado por tradiciones y ritos, formas de expresarnos y entendernos mediante la lengua y disimiles lenguajes.
Es obligado, entonces, ser conscientes de la necesidad de establecer deberes y derechos legislativamente sobre tan importante y complejo proceso constitutivo de lo social y lo simbólico en los diferentes ámbitos donde tiene lugar; para el caso cubano identificados y definidos tres: el organizacional, el mediático, y el comunitario.
El ámbito organizacional tan diverso como las tipologías de modos de organización que han encontrado las sociedades, según sus ideologías, para la asociación de sus individuos en pos de trabajar por el sustento individual, colectivo y societal; producir y/o servir en diferentes formatos por el objetivo o fin que persiguen; el tamaño y estructuras que adoptan; el alcance geoespacial que adquieren; el sistema de propiedad sobre los medios y modos de producción que poseen.
Organizaciones donde se articulan/desarticulan las relaciones de producción de bienes o servicios, – en términos de Marx [2] “relaciones sociales y técnicas que incluyen la propiedad, el poder y el control de las relaciones que gobiernan los recursos productivos de la sociedad, a veces codificados como leyes, formas de cooperación y asociación, relaciones entre las personas y los objetos de su trabajo, y las relaciones entre las clases sociales” (donde también son organizaciones los medios de difusión tradicionales y digitales, y las industrias culturales). Para las cuales el capitalismo restringe la comunicación directa y mediática – incluido lo digital -; en lo interno para crear climas laborales que favorezcan los rendimientos y en lo externo, a la fabricación de imagen y reputación, además de vender más y mejor. En la literatura al uso han sido identificadas como “comunicación corporativa”, si bien, en el hacer como tal, se han diversificado sus denominaciones.
El ámbito mediático, o sea, los medios de información colectiva [3]; (que actualmente incluye las denominadas redes sociales) mal llamados de comunicación masiva con toda intencionalidad por el capitalismo, particularmente la academia de los E.U, al llevar a rango de comunicación, lo que resulta difusión y denominar redes sociales al uso de plataformas tecnológicas digitales para el intercambio social y el trabajo colaborativo, que no es lo mismo, ni es igual.
Lo hacen por conveniencia para su manejo simbólico de la sociedad, al punto de concebirlos, gestionarlos y hacerlos ver; como protagonistas de procesos culturales y políticos que no le son exclusivos a dichos medios porque otros muchos actores, institucionales y sociales, intervienen en estos procesos.
Tal comportamiento tiene como leitmotiv capitalista integrar el carácter lucrativo que para dicho sistema poseen los medios como formas económicas con su empleo como herramienta para la dominación hegemónica. Fenómeno tan complejo que para contrarrestar sus mediaciones nocivas emerge una disciplina que en nuestro país resulta asignatura pendiente: la Educomunicación, o sea la educación argumentada y responsable de la sociedad para el uso y consumo de la producción mediática en general, con énfasis en la monopólica lúdica, cargada de banalidad y patrones consumistas y conformistas; y la informativa saturada de desinformación (por exceso, por defecto, por negación y ocultamiento manipulativo de la realidad al que se incorpora hoy lo conocido como fakenews).
El ámbito comunitario donde convivimos por estar, sentir y ser, y que el capitalismo restringe a lo espacial, y en algunos casos a lo mediático muy local y puntual; cooptándoles constantemente su voz colectiva, popular, trasgresora, contrahegemónica que pasa con mucha volatilidad al accionar transformador que no se desea y manipula constantemente hasta con acciones comunicacionales, que eufemísticamente denominan “para el desarrollo”, que no se palpa, o “para el cambio social”, que no se materializa, al menos para las mayorías desfavorecidas; cuando no son aupadas para cambios convenientes al capitalismo global imperial, por ejemplo las revoluciones de colores instigadas desde las mal llamadas “redes sociales”.
Conscientes, entonces, de la complejidad de la comunicación social, el pueblo cubano en el ejercicio del poder político y gubernamental hace mucho viene apostando por mayor y mejor conocimiento y comprensión de este proceso, y sus prácticas para la construcción revolucionaria, la construcción socialista.
Esa construcción que a decir del investigador Fernando Martínez Heredia, entre otras muchas cosas, “Necesita rescatar en términos ideales y materiales las relaciones y la manera de vivir socialistas; mayor socialización dentro del ámbito y la gestión estatales (…) [4]”.
Esa misma construcción que en palabras del General de Ejército y líder histórico de la Revolución cubana Raúl Castro Ruz en su Informe Central al VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba planteara que “si tenemos un solo partido debemos promover, en su funcionamiento y en general en nuestra sociedad, la más amplia democracia y un permanente intercambio sincero y profundo de opiniones, no siempre coincidentes, estrechar el vínculo con la masa trabajadora y la población y asegurar la participación creciente de los ciudadanos en las decisiones fundamentales”[5].
Porque el pueblo necesita dialogar de manera directa en su centro de trabajo y/o estudio, en su lugar de residencia, con quienes los representan política, social y gubernamentalmente. Es por ello que se ha considerado un “pilar esencial de la gestión del Estado y Gobierno” en palabras del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, compañero Miguel Díaz Canel Bermúdez[6].
Y ese diálogo, el pueblo también lo hace de manera indirecta a través de quiénes canalizan su pensar y su voz de manera institucionalizada en los ámbitos organizacionales, mediáticos, y comunitarios con su accionar técnico y profesional, o sea el rol de comunicador social [7], “amplia definición que concibe a este profesional como un intelectual con perspectiva humanista, capaz de impulsar la transformación de la dinámica sociocultural conforme a marcos axiológicos bien definidos”.
Poco conocida y mal interpretada, esta denominación no hace perder la especificidad de desempeños técnicos, profesionales y artísticos especializados, que a la vez deben ser éticos y responsables. Esa denominación – rol, no minimiza la valía de las diferentes prácticas que subsume como algunos piensan, más bien las ensancha cuando se acepta como mediador, consensuador, concertador de voces y de relaciones para las prácticas culturales, sociales y del ejercicio ciudadano.
De la preocupación política y humana, por tan complejo proceso articulador de otros muchos como ya se ha señalado, dan fe los documentos políticos y disposiciones normativas (no ley) que a lo largo de estos últimos 60 años han llamado la atención sobre el diálogo necesario con y para el pueblo al que primero se alfabetizó y para el cual se trazó, tempranamente, una clara política cultural.
No ha faltado en este devenir nacional el acompañamiento del pensamiento más lúcido de nuestros padres fundadores; se puede afirmar que comunicadores todos con la voz en tertulias y debates en grupos e instituciones culturales de otras épocas (recordar las tertulias de la Acera del Louvre en La Habana que comenzaron en los años previos a las luchas independentistas iniciadas en 1868 y los clubes revolucionarios que organizó José Martí en 1892 en Nueva York); el epistolario oportuno, la oratoria ardiente, la pluma fecunda, el verso comprometido, las obras de arte transgresoras, las reuniones febriles de obreros, campesinos e intelectuales, mujeres y hombres para organizarse contra poderes despóticos.
El empleo de cartas, espacios culturales y de socialización; la máquina de escribir; el periódico; la radio; la televisión; el cine y todo el tiempo los debates institucionales y sindicales (Parlamentos Obreros de los años noventa) y públicos sobre llamamientos políticos, propuestas legislativas y agendas de interés público; las Asambleas del Poder Popular en la circunscripción dos veces al año y los despachos con el Delegado de la circunscripción del Poder Popular, al menos mensualmente, entre otros muchos. Todos como medios – espacios para difundir, polemizar, proponer; también para dialogar, consensuar, participar.
Desde disímiles profesiones (el escritor, el poeta, el artista, el político, el periodista y hasta los publicistas que hicieron desde la publicidad de finales de los años cincuenta, tribuna para convocar a la lucha (como olvidar la campaña 03C [8]: “cero compras, cero clubes, cero cabarets”), y una vez que triunfa la revolución, -bajo la dirección del Che -, convertir sus habilidades y competencias creativas en mensajes de bien público, en una campaña que respaldara la alfabetización, o que se hiciera comunicación interna en el Ministerio de Industrias para ofrecer información necesaria a los trabajadores para realizar mejor su labor y conducir de manera humana y respetuosa la relación entre cuadros y subordinados.
Buenas prácticas del hacer comunicativo mancomunado entre pueblo, especialistas de todas las áreas técnicas, profesionales y artísticas, cada uno desde su manera- medio- posibilidad de expresión y debate, y la guía del liderazgo del Partido y el Estado encarnado en la figura trascendental del Comandante en Jefe, Fidel Castro, resultan ser las sendas campañas de comunicación social con objetivos humanistas y políticos (en ese orden) que se llevaron a cabo para el regreso a la patria primero, de Elian González, y segundo, de los Cinco Héroes desde los Estados Unidos hasta donde llegaron y penetraron esas acciones comunicativas contentivas del sentir de una nación por sus hijos.
Un análisis reposado de ellas permite ver a un pueblo en las calles marchando con pancartas, pendones, consignas a viva voz a lo largo y ancho de toda Cuba. Permite constatar a una prensa muy comprometida con periodistas muy profesionales diciendo, argumentando y polemizando a través de todos los medios tradicionales y emergentes, físicos y digitales, así como con todos los géneros de expresión (la noticia, el editorial, la crónica, el reportaje, la investigación rigurosa y documentada, la opinión, la fotografía testimonial). Permite observar un hacer gráfico visual de vanguardia sígnica y simbólica; una realización audiovisual y sonora diversa en formatos y géneros. Permite advertir el actuar sublime de artistas profesionales y aficionados de diferentes manifestaciones y modos de crear y expresar la estética revolucionaria: escritores, poetas, dramaturgos, pintores, escultores, actrices y actores, músicos y una larga lista porque fueron muchas y muchos.
El resultado: voces amplificadas y multiplicadas, solidaridad internacional globalizada y justicia obligada que los devolvió porque todo ese arsenal comunicacional cultural, que no cabe citar en este párrafo, estuvo acompañando de acciones diplomáticas, humanitarias y políticas.
Claro, que todo eso tiene como contexto un país y su pueblo: Cuba que en su particularidad puede y debe hacer las prácticas todas, y las comunicativas sociales de modo diferente, de modo revolucionario.
Del pueblo cubano surgieron aquellas figuras y las que a lo largo de todo este tiempo más técnicos y profesionales, muchas veces empíricos, pero muy comprometidos, con diferentes denominaciones al uso según el oficio y la práctica (lo cual no es casual porque el capitalismo de ello se ha encargado pues fragmenta, divide, desune) han hecho y hacen comunicación social de diferentes matices+, con disimiles propósitos y con heterogéneas directrices. Porque siempre existen líneas de pensamiento e ideología que guían ese accionar más objetivo o subjetivo; más sublime o cotidiano, más individual o colectivo, más comprometido o inocuo.
Una Ley de Comunicación Social en Cuba hoy, entonces, resulta una síntesis de la historia de prácticas populares democratizadoras y de experiencias profesionales que por ser propias y particulares han tenido siempre su dosis de universalismo.
No es un capricho gremialista, ni academicista, ni legislativo, normar lo que se ha ido constituyendo en el día a día y sus imperativos, no siempre acertados, ni asertivos que, dejados a la libre espontaneidad o al actuar parcelario, daña más que beneficia.
Una Ley de Comunicación Social en Cuba hoy tal y como está formulada, es una necesidad de estos tiempos de guerra de cuarta generación declaradamente dirigida al conocimiento y su soporte neurofisiológico, el cerebro humano y al pensamiento colectivo, la cual exige resistencia creativa que estructure los ámbitos comunicacionales en pos de una sociedad más culta, democrática y con mayores niveles de justicia social.
Ella tiene que ayudar a vislumbrar y accionar sobre la gran complejidad de un proceso que ya se ha descrito, y llevarlo a cabo con un planteo no menos difícil de lograr, pero factible y urgente: una concepción sistémica e integradora con añadidos importantes: el pleno autorreconocimiento y reconocimientos mutuos de los diferentes ámbitos (subsistemas) y actores que lo constituyen en pos de la necesaria integración y complementariedad.
Construirlo, además, con mirada estratégica, no cortoplacista con principios y objetivos humanistas y transformadores. Ambicioso empeño, difícil conducción, pero no imposible para quienes han demostrado “hacer posible la maravilla” como ha dicho el trovador Silvio Rodríguez. De paso apuntar que, para nada, este resulta un modo de pensar y hacer respecto a diferentes acciones comunicativas en otros lares; todo lo contrario, pues como ya se ha apuntado anteriormente no es de conveniencia ni económica, ni política, ni ideológica. Por tanto, tiene y tendrá muchas incomprensiones y hasta detractores, pero eso es superable en unidad revolucionaria con pensamiento crítico e innovador.
Sin dudas, tiene muchos riesgos: el desconocimiento, la incomprensión, la tozudez, la indiferencia, la mediocridad, la falta de voluntad de hacer con conocimiento de causa. Y claro está la mayor alerta, ya comentadas por algunos colegas: hacer de la letra escrita, el accionar practico revolucionario de todos los días, por parte de todos los que hacemos comunicación social, que en última instancia somos el pueblo.
[1] Castro Ruz, Fidel (1999) Discurso en la clausura del VIII Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.
[2] Marx, Carlos (1858) Grundrisse. Cuaderno VI. Sobre El Capital.
[3] Definidos así por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) en 1965.
[4] Heredia, Fernando (2015). Problemas del socialismo cubano en A la mitad del Camino.
[5] Castro Ruz, Raúl (2021). Informe Central al VIII Congreso del PCC.
[6] Diáz- Canel, Miguel (2018). Entrevista para TeleSur realizada por Patricia Villegas.
[7] Denominación propuesta por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) en la década de los años ochenta.
[8] Radio y Televisión cubanas, finales de 1957.
Imagen de portada: Osval