Palabras de Eduardo Heras León al recibir el Premio a la Dignidad, otorgado por la UPEC, en ,marzo de 2019
Estimados amigos:
Otorgar un premio es como apuntar directamente un dardo dirigido al corazón de las emociones; recibirlo es como hacer vibrar el espíritu alimentado por esas mismas emociones. Hoy la Unión de periodistas de Cuba al hacerme el grandísimo honor de otorgarme el Premio a la Dignidad, que es como decir a la lealtad a los principios que han regido mi vida y la seguirán rigiendo mientras viva, han clavado para siempre ese dardo en la bandera de la dignidad, que siempre he tratado de enarbolar, como quería el Apóstol.
Me han pedido un discurso, unas palabras, y apenas he podido articular unas torpes frases que nunca podrán definir lo que significa este galardón para mí. Pero ¿qué hacer, si hay premios que no caben en discursos?; ¿qué hacer si a veces, en días como hoy, las palabras no logran alcanzar su definición mejor?
Entonces, en estos casos, más describir unas pobres frases, prefiero darles paso a los recuerdos, sentirme feliz y pedir como pide Silvio, que me perdonen los muertos de mi felicidad como Norma Heras, Salvador Redonet, Luis Rogelio Nogueras, Guillermo Rodríguez Rivera o Renato Recio, que ya no están, pero estarán siempre y los que todavía están como Mirta Rodríguez Calderón, Niurka Lípiz, que me ayudaron casi adolescente, con su inestimable amistad, y su ejemplo de coraje revolucionario, a hacer realidad mis sueños de periodista y escritor.
Este premio es también de ellos, y a su recuerdo imperecedero se lo dedico.
Gracias