La Unión de Periodistas de Cuba se ha estado moviendo con sorprendente dinamismo y mucha inteligencia en la materialización de propuestas de gran trascendencia para el sector, sus afiliados y las políticas del país, a pesar de las dificultades y contingencias de estos tiempos que, como otros, exigen continuar tirando de la historia, a fuerza de entrega, innovación, conocimiento y experiencia.
La participación directa y constructiva en el proyecto de Ley de Comunicación Social y, más recientemente, en el Coloquio Internacional “Patria”, con asistentes de 14 países, fue escenario propicio para un intercambio con otras voces, sobre tecnologías de la comunicación, la comunicación política y el enfrentamiento a las campañas de odio y desinformación global.
El espectáculo de masas en la Escalinata de la Universidad habanera, con el cual se festejó el Día de Prensa Cubana, trasladó como en pocas citas las ideas revolucionarias, el sentimiento patriótico y la unidad entre artistas, periodistas y las organizaciones políticas, como evidencia de que en la lucha de ideas, hoy más que nunca, la estética es política, colocando en la mochila de los jóvenes una brújula atractiva para navegar seguros en el torbellino del ecosistema digital dominante.
La XXIII Bienal Internacional del Humor, convocada por la UPEC, su Círculo de Humoristas e Historietistas y el Museo del Humor de San Antonio de los Baños, ratifica dos cosas: una, que la risa es otro componente, necesario y reflexivo de la vida, y la otra, que el aparato conductor de la organización de los periodistas cubanos no está en Modo Avión.
La nueva Bienal, como las anteriores nos invitó a entender el mundo y meditar desde la sensatez del humor sobre la irracionalidad humana, estimulada por adversarios malhumorados, amenazantes y de muy mal gusto, que en su impotencia insisten en aguarle la fiesta al planeta con todo adentro.
En su historia, la UPEC que en julio cumplirá 60 años, dispone de un tesoro de escenarios para contribuir desde su ámbito, con el quehacer de sus miembros y sus aliados, a la construcción de una Cuba y un periodismo mejores. Por el impacto social y político, recordemos su VII Congreso en marzo de 1999 que siguió en pocos meses al VI Congreso de la UNEAC. Ante periodistas latinoamericanos en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en noviembre de ese año, Fidel Castro expresó:
“He tenido el privilegio de participar, hace alrededor de siete meses, en un congreso de periodistas cubanos. Antes habíamos tenido un congreso de escritores y artistas de nuestro país, unas cuantas semanas antes puede decirse, y puedo asegurarles que en los largos años de Revolución no había tenido oportunidad de ver dos reuniones tan fecundas como esas”, señaló Fidel en aquella ocasión.
Realmente fueron reflexiones profundas y amplias que aceleraron la adopción de medidas de gran impacto en la política cubana y su implicación estratégica interna “frente a ese colosal imperio y la infinita fuerza que poseen aquellos que están haciendo retroceder al mundo y amenazan con llevarlo al exterminio, cuyas ideas, conceptos y mentiras hay que destruir”, como expresó el máximo líder de la Revolución Cubana.
Pero hoy, ante el cierre de la Bienal en San Antonio de los Baños y La Habana, no es posible dejar de recordar en la última de las cinco jornadas del mencionado Congreso de la UPEC ─en marzo de 1999─ el diálogo de Fidel con el periodista y escritor espirituano Tomás Álvarez de los Ríos, sobre un pasaje de la política local que desencadenó una explosión de carcajadas en serie que estremecieron la sala 4 del Palacio de Convenciones.
Allí, después de referirse a la sabiduría popular contenida en los refranes, como aquellos escritos por miles de visitantes en los ladrillos de su vivienda-museo, a la entrada de la capital espirituana, Tomás se refirió a las incomprensiones de que fuera víctima, cuando la provincia de Sancti Spíritus ganó en 1986 la emulación nacional y, por tanto, la hizo acreedora de la sede del acto central por un aniversario del asalto al Cuartel Moncada.
Como un reflejo del sentimiento general, él se sumó a la alegría de aquellos días sorprendiendo a todos una mañana con un nuevo y muy destacado refrán, rotulado en grandes letras frente a su casa, que rezaba: “Ahora sí se cagó el buey: Sancti Spíritus siempre en 26”.
A partir de ese momento la hilaridad se adueñó varias veces de la sala cuatro del Palacio de Convenciones, en la medida en que Tomás iba explicando las peripecias relacionadas con su polémico cartel hasta que este fue retirado finalmente.
La justicia llegó después, dijo el propio intelectual de ascendencia muy humilde, cuando Raúl Castro entró a la vivienda “con unos cuantos generales que llenaron de estrellas la sala de la casa”. El Ministro de las FAR con suspicacia le preguntó ese día: “¿Ven acá, Tomás, dónde está ese buey que se estaba cagando aquí”. La respuesta apenada de este fue que ya no estaba porque lo habían mandado a quitar. “¿Entonces –inquirió Raúl- por qué a alguien le puede parecer mal que un buey haga eso?”
Pero faltaba algo importante que aclarar en aquel curioso intercambio en nuestro congreso: ¿quién había ordenado retirar el cartel? Tomás daba evasivas a requerimientos de Fidel en ese sentido, hasta que el Comandante lo apremió cariñosamente: ─Pero, dinos, Tomás, ¿quién te ordenó quitar el cartel? ─Fue el Partido, Comandante, respondió el interpelado, ante lo cual Fidel exclamó: “¡Ahora sí se cagó el buey!”
Los que estábamos en la sala y en especial desde la privilegiada posición de la presidencia del Congreso, no se nos olvidará jamás, cómo los delegados, invitados, ministros, escoltas, la oficial de sala y la prensa acreditada reían a mandíbula batiente en estruendosas carcajadas. Unos se enjugaban las lágrimas, otros se miraban divertidos, mientras afuera, en los pasillos, los empleados se preguntaban asombrados y curiosos qué podría estar sucediendo adentro, según nos comentarían después.
El encuentro, que propició análisis tan serios y profundos, tomó trascendentales acuerdos, estableció alianzas estratégicas y aunó voluntades en torno a un gran programa de transformaciones de la realidad social y de la propia prensa, fue también un escenario, alegre, optimista, que disfrutó del humor, de esa felicidad de reír, tal como se ha probado que sonríe el nuevo ser todavía en el vientre materno.
Foto de portada: Tomada de Cubadebate