Acabo de ejercer mi derecho ciudadano al voto y no mi obligación, como sucede en una veintena de países, la mayoría latinoamericanos, en los cuales su incumplimiento puede acarrear multas.
Por limitaciones físicas y a solicitud mía, una autoridad de mi área, acompañada de dos pioneros, llevó la boleta hasta mi hogar para que pudiera ejercer ese derecho, como lo he hecho en todas las ocasiones en que me ha sido posible.
Las primeras que me perdí fueron las históricas del período 1976-1979, cuando fui corresponsal jefe de la oficina de Prensa Latina en la entonces República Democrática Alemana, desde donde reporté las que allí se realizaron al Parlamento (unicameral, como es el caso cubano).
Con el paso de los años y las experiencias en suelo patrio saltaron a relucir similitudes y diferencias en ambos procesos, aún cuando se realizaron en países de similares sistemas sociales, el socialista.
En la RDA existían cinco partidos que compartían escaños en el Parlamento. Junto al Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA), principal del país, se encontraban el Liberal Demócrata, el Social Cristiano, el Nacional Democrático y el Agrario o Campesino.
Asimismo, en la máxima instancia legislativa tenían representación los sindicatos y las organizaciones de la juventud y las mujeres. Todos ocupaban escaños establecidos según la constitución en vigor desde la creación de ese estado, en 1949.
Desde mi primera experiencia reporteril, cubriendo lo que sucedía en una circunscripción de una barriada de nuevos edificios construidos en años recientes (a la que toda la prensa extranjera tenía acceso) constaté la famosa organización alemana impecable y la atención al mínimo detalle. Incluía el llevar una urna custodiada por escolares a la residencia de los que no podían acceder al local asignado, si así lo pedían.
En esta narración se nota claramente coincidencias y diferencias entre aquel proceso electoral y el cubano. Entre las primeras hay que añadir que no existían campañas electorales a la usanza de otras sociedades y el interés en la promoción de las jóvenes generaciones (recordar que ese estado había nacido de un país dividido tras una arrasadora guerra que desde allí había nacido).
La diferencia esencial, más allá de aquel multipartidismo en el que todos optaban por el socialismo (al menos de palabra), es en la falta de un público contacto (directo, franco, transparente y crítico) de candidatos-electores.
Esa carencia pudo ser causa del espejismo en el que se vivió y que fue aprovechada por el adversario: un poderoso estado germanoccidental, con historia, cultura, lenguaje y hasta familias comunes, amamantado desde sus inicios por sus aliados-antiguos enemigos, encabezados por Estados Unidos.
En aquel desigual combate de ideologías, la de avanzada perdió, desintegrándose el proyecto, asimilándose los territorios orientales, históricamente menos fuerte en lo económico, en un solo estado alemán, historia ya bien conocida.
De ella, en día de elecciones cubanas, hay que refrescar la memoria para tener clara conciencia de lo que se juegan en ella los millones que han luchado y luchan por conceptos e ideales encarnados en términos como Cubanía, Soberanía, Independencia, Revolución, Humanismo, Socialismo…
Nunca perder el contacto con las bases; tener oídos atentos a sus expectativas, necesidades, sugerencias o propuestas; no vivir de ilusiones (de lo que suponemos sin saber con certeza) para no verlas sucumbir ante la guerra de pensamiento que, además de bloqueos y otras agresiones, resultó mortal para el socialismo en otros lares.
Hoy, yo voté Sí por mi Patria y por el Socialismo.
Foto de portada: Yury Díaz Caballero/ACN