Querida por muchos, temida por algunos, la incansable Paquita de Armas ha dejado hoy de chasquear su látigo de la crítica oportuna, necesaria y sin mordazas, vencida por una de las principales causas que afectan a nuestra profesión: problemas cardiovasculares.
Lo sabemos sobre todo los más veteranos y veteranas, los que sobrepasamos durante años sofocones, sobresaltos y disgustos, así como euforias, emociones y satisfacciones por el deber bien cumplido, en un oficio incompatible con el estatuto de aburrido jubilado, si se es periodista de legítima cepa.
Y ella lo fue, siempre y a toda hora, con el afán de saber y compartir los más diversos asuntos en los que se veía involucrada. Así me lo demostró a lo largo de las décadas de compartir ideas, inquietudes e incluso asistencia común a lugares para combatir dolencias.
Ese fue el caso, hace lustros, de coincidir en tratarnos afecciones con un personaje singular, Eleuterio Páez, llamado “El brujo de la Marina”, creador del ahora reconocido antioxidante Vimag, cuando en su consultorio-laboratorio-vivienda en las afueras de La Habana atendía a todo el que llegaba para males diversos (en mi caso la diabetes). De ese fascinante contacto nació un libro suyo que sacó a la luz pública un proyecto con mucho potencial en la medicina natural.
Me divertía enormemente conversar con Paquita, un poco contrapartida en su carácter a su hermana mayor y querida amiga, Irma, directora de la Editorial Pablo, de la Unión de Periodistas de Cuba. Esas holguineras merecen ser siempre recordadas por su organización gremial.
En lo personal a Paquita le debo incluso la osadía, junto a Lisette Vila, de haber propuesto e incorporado a las filas de la Unión de Escritores y Autores, en la década del 90, por considerar que mi labor profesional trascendía lo rutinario de un redactor-reportero.
Nuestra relación político-intelectual-personal llegó al punto en que le pedí (y ella asumió con entusiasmo) la presentación, en la UPEC, en el 2007, de mi libro testimonial sobre la Campaña de Alfabetización.
En los últimos años no tuvimos el contacto regular de entonces aunque nos seguíamos a distancia, ella leyendo mi página de Facebook –que he dejado desde hace par de meses—y yo por sus diversas publicaciones, en especial en lo concerniente a la programación televisiva. Y constataba que su espada analítica no había perdido su habitual filo.
Extrañaremos mucho a Paquita los que pensamos que vale la pena vivir y luchar por lo que creemos, como ella lo hizo. Queda en pie en nosotros el compromiso de honrarla, manteniéndonos en combate por las ideas y principios por los que ella vivió.
Foto de portada: Paquita, en el extremo derecho; a su lado el autor y otros compañeros de la UPEC. Foto: archivo del autor