Omar George
GLORIAS DEL PERIODISMO CUBANO NOTAS DESTACADAS

Omar George: Ni músico ni filólogo, periodista

Una mañana de un día de marzo de 2018 —sentado en un recoveco en el que convergen una escalera culebreada y puertas cerradas de habitaciones de hotel, en una antigua casa del Vedado habanero que desde hace unos años se llama El costillar de Rosinante— Omar Lincoln George Carpi dice: Mi primera estancia perdurable fuera de Cienfuegos fue para estudiar música en La Habana. Primero, como clarinetista en el Conservatorio Alejandro García Caturla; luego, en la Escuela Nacional de Arte, como fagotista. Pero una afección pulmonar interrumpió mi carrera. Definitivamente.

—¿Ha vuelto a tocar alguno de los dos instrumentos?

—No. Fue muy frustrante abandonar la música.

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Del padre, heredó uno de sus nombres. Su abuelo —un instruido maestro rural, admirador del decimosexto presidente de los Estados Unidos y del papel que jugó en la historia— influyó para que se mantuviera la tradición familiar.

Lincoln, linotipista y periodista de uno de los dos rotativos más importantes de Cienfuegos, El Comercio (que existió casi por cinco décadas), y luego del Vanguardia con el primer oficio, ya en la Revolución, nunca pretendió encaminar al hijo por esos derroteros.

Tal vez esa razón hizo inconsciente a Omar Lincoln de su otra vocación — aun ante el destino de su infortunada carrera musical— y a pesar de que siempre estuvieron muy frescos en su memoria el olor de los linotipos y el ajetreo de los talleres donde se tiraba el diario.

Pero esa inspiración dormida tuvo otros nutrientes, como la lectura de la sección En Cuba, de Bohemia, y de distintos articulistas de la revista. A una profusa serie de la publicación tuvo acceso en casa de unos tíos suyos, solteros —tres tías y un tío— que les tenían a su hermano y a él casi como hijos.

—Sentía mucho placer cuando iba a aquella casa y me pasaba horas leyendo ejemplares de diferentes años. Lo que bebí en esas páginas me aportó parte de todo lo bueno y trascendente del periodismo cubano.

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Todavía, a cierta distancia del periodismo, la Filología fue su siguiente desfiladero, en la Universidad Central Martha Abreu, de Las Villas. Hasta que, a la hora de hacer prácticas docentes fue al periódico Vanguardia. No por influencia del padre —en esa época Lincoln ya no trabajaba allí—, sino “porque esa carrera lo hizo posible, al abrir al estudiante horizontes culturales muy amplios y no tener un perfil de empleo definido”.

Así, empezó a escribir artículos, entrevistas y textos periodísticos de varios géneros. “Sentí entonces que desde mi niñez había tenido mucha conexión con el mundo de la prensa”.

Como Licenciado en Filología, se especializó en Lingüística. Pudo haberlo hecho en Literatura, pero le interesaron más las herramientas que proporciona este campo científico para aprender a expresarse.

—Terminé mi licenciatura y me acerqué enseguida al recién fundado periódico 5 de Septiembre, inaugurado un año antes de mi graduación. Y ese fue mi primer centro de trabajo.

Fue una prueba difícil —dice— porque yo estaba “tiernecito” y me acogieron como jefe de redacción: tenía que enmendarles la plana a periodistas de experiencia. A veces en el oficio, y más en un periódico, se escribe con premura y se soslayan determinados requerimientos gramaticales o de redacción y estilo.

—Hubo encontronazos y desencuentros inevitables, aunque no fueron traumáticos para mí. A la postre, la experiencia tuvo más saldos positivos que negativos porque también me entrenó en las relaciones personales, en cómo convivir con colegas independientemente de las diferencias.

Como parte de su larga experiencia en el medio, Omar se desempeñó también como director y conductor de programas en el telecentro Perla visión de Cienfuegos. En la foto, una grabación del espacio informativo cultural El Zarapico. Foto: Cortesía del entrevistado.

En el 5 de Septiembre, durante esos primeros tiempos como periodista imberbe, mucho aprendió de su amigo y maestro Pedro de la Hoz.

—Pedro atendía la sección cultural del periódico; además, escribía sobre otros ámbitos de la vida cienfueguera. Con él compartí numerosos trabajos y, después, cuando vino para La Habana, me quedé a cargo de la página que llevaba sin abandonar la jefatura de redacción.

Transcurridos dos años en el 5 de Septiembre, no esperaba un cambio, se sentía bien con lo que hacía. Pero surgió un nuevo desafío y la idea le entusiasmó. Así, aceptó integrar la naciente corresponsalía de Tele Rebelde en la provincia, cuando este era el canal informativo de la televisión en Cuba.

—Fue en 1983, a partir de la incorporación del video tape en la gestión informativa de la televisión nacional y la formación de corresponsalías en todas las provincias.

Foto: Cortesía del entrevistado.

Así se bautizó Omar George como periodista del Sistema Informativo de la Televisión cubana hace 40 años.

—Casi toda la vida, dice.

Hasta que en enero de 2022 se jubiló. Pero, “a su paso”, sigue activo en el periodismo.

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En 1985, dos años después de llegar a la televisión, contrajo matrimonio con Lilia Teresita Farray Alfonso, logopeda y psicoterapeuta. Al año siguiente tuvieron una hija y cinco después, en 1990, un hijo.

—Llevamos casados 37 años. Formamos una familia de aries: ella y yo somos del 27 de marzo de 1963 y del 18 de abril de 1956, respectivamente.

Liz Laura, periodista como él, nació el 8 de abril, y Omar Ernesto, ingeniero informático, el 9 del mismo mes que ella.

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Es Máster en Educación, profesor auxiliar de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez, de Cienfuegos, profesor principal del Centro de Estudios del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) y profesor de la Cátedra de Periodismo audiovisual del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, e imparte cursos de locución y periodismo audiovisual en diplomados promovidos por dicho organismo y la delegación de la Unión de Periodistas de Cuba en la provincia. Eventualmente, colabora con el Periódico 5 de Septiembre. Estas son sus ocupaciones como periodista jubilado.

Para él la docencia es un ejercicio al que está obligada toda persona que acumule cierta experiencia en su desempeño profesional. De alguna manera —asegura— lo he hecho desde el momento en que empecé a trabajar en la corresponsalía de los servicios informativos de la televisión en el entrenamiento de jóvenes en los rudimentos del periodismo, independientemente de que fueran técnicos, camarógrafos, luminotécnicos o grabadores de sonido, porque todos tributábamos a un fin común que era el de facturar un producto periodístico audiovisual.

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Corresponsal de guerra fue el nombramiento y la condición bajo la cual Omar George viajó a la República Popular de Angola en 1988. Su misión consistió en atender la colaboración civil cubana en el país africano. Allí prevalecían durante aquellos años las situaciones de guerra y esa ayuda solidaria había quedado un poco relegada.

—Eran más visibles los episodios bélicos que los de este otro ámbito de la colaboración cubana en Angola, que abarcaba varias esferas.

En Menongue, un lugar remoto del África Austral y capital de la provincia de Cuando Cubango, vio cómo los médicos cubanos, en condiciones de campaña, atendían a heridos de las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola (FAPLA) con mutilaciones diversas, víctimas de emboscadas.

—Fue la primera vez que vi a personas con muñones o desangrándose. También, cómo seres humanos —incluso los médicos—, por su seguridad, trabajaban con un fusil al hombro y atendían a los heridos como si les fuera en ello la vida propia.

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En Ciudad del Vaticano, en 1996, y en la cumbre de estadistas que la FAO, la Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura de la ONU promovió en Roma ese año, fue uno de los periodistas que acompañó la visita de Fidel Castro.

—A la responsabilidad de asumir una cobertura de esa magnitud, se añadía la del encuentro de Fidel y el Papa Juan Pablo II, hecho que promovió un acercamiento entre el estado cubano y la iglesia católica, al menos en una dimensión en que antes no se había producido.

—También fue una oportunidad de medir el desempeño propio. Mantener la información actualizada significaba una carrera contra el tiempo.

Y en Roma, tuvo una confirmación vivida de la cual tenía referencias, si no conciencia: Fidel era un símbolo en una ciudad tan cosmopolita y acogedora, de tendencias tan diversas como aquella.

—Uno de los títulos de la prensa de esa ciudad en aquellos días decía: Fidel se robó el show. Y realmente todos los que lo querían más, los que lo querían menos y hasta los enemigos, tuvieron que extender una alfombra roja ante su presencia en ese escenario.

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Omar dirige un programa en vivo en el master de Perlavisión. Foto: Cortesía del entrevistado.

En su periodismo pondera el interés humano. Piensa que esta es una condición sine qua non para que, además de conseguir un impacto, sea transmitida una enseñanza en valores, “de aquellos que nos han sustentado como sociedad perfectible, pero empeñada en el mejoramiento de la vida de las personas.

“Y esta premisa le asiste a todo tipo de manifestación periodística, independientemente del formato en que se exprese. Por ese camino, hay que dejar a un lado ese discurso al que se le cuelga la ideología como una cosa más, sin pensar que la ideología es un nivel de significación en cualquier manifestación cultural y, entre ellas, por supuesto, el periodismo”.

Un mejor desempeño de la profesión —añade— excluye esos lugares comunes del discurso denso, de trinchera, como suelen catalogarlo muchos colegas. Y, mediante un estilo depurado, transparente, y siempre buscando un acercamiento con los temas que preocupan y ocupan a nuestros conciudadanos, tomar la ruta más expedita hacia una mayor efectividad en nuestros mensajes comunicativos.

—Puedo resumir en dos aspectos fundamentales los retos que tiene delante el periodismo cubano: insertarse en un mundo cambiante y retador en términos de ideas y de pensamiento, que por supuesto, nos configuran internacionalmente y, hacia lo interno, recuperar toda una serie de habilidades profesionales que lamentablemente se han ido perdiendo en el transcurso de los últimos años.

En cuanto al periodismo audiovisual, prefiere no hablar de ventajas, para ser consecuente con su origen en la profesión. Porque sigue pensando que no hay mejor escuela que el periodismo impreso.

—Hasta tanto las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones no homologaron los formatos, en el audiovisual a veces se perdía esa noción tan importante de la trascendencia de lo que se hacía.

—Mientras, lo escrito podía ser revisado muchas veces, y ese es un legado que tiene la prensa escrita: preparar a los periodistas para incursionar en cualquier otro medio de comunicación. También entrena en el ejercicio de la síntesis, que se traduce en tiempo en el periodismo audiovisual.

De este medio disfruta el manejo de la imagen con sus múltiples posibilidades. “Porque las herramientas que conforman el periodismo audiovisual hacen posible mostrar la vida palpitando, las voces de los protagonistas y la propia voz e imagen de cara al público; tiene también toda la riqueza de los sonidos de la realidad”.

—La multiplicidad de discursos que integra el periodismo audiovisual proporciona un acercamiento más incisivo y atractivo al ambiente. Y también tiene riesgos, porque hay quienes lo tachan injustamente de ligero.

—Cierto es que, a veces, no se profundiza como en otros medios, aunque eso depende de no dejarse ganar por la superficialidad o el acomodamiento y proponerse aprovechar todas las potencialidades que el discurso audiovisual y su tratamiento le aportan al ejercicio de la profesión en el mundo de la imagen y el sonido.

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En el Costillar de Rosinante, residencia dedicada al hospedaje de colegas del gremio que están de paso por La Habana —sentado en una silla en el mismo recoveco en el que convergen una escalera culebreada y puertas cerradas de habitaciones de hotel—, Omar George dice que su vida ha estado en el periodismo.

“Y también en todo el empeño por apoyarme de las personas que más quiero, mi familia, mi esposa y mis hijos, que siempre me han acompañado en estos avatares con una fidelidad a toda prueba”.

Así que no hace deslindes entre el periodista, el hijo, el padre, el esposo.

Cuando se trata de su profesión, porque le ha permitido conocer con hondura al ser humano y, sobre todo, confiar en sus perspectivas de mejoramiento constante.

Y porque ha podido experimentar en su propia existencia cómo una circunstancia lleva a otra, desde que del músico frustrado —y sin tradición familiar en ese arte— emergió el filólogo lingüístico y del filólogo lingüístico el periodista audiovisual que no puede abstraerse de buscar gazapos en fuga de cuanto texto lea.

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Flor de Paz
Periodista y Editora.

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