No puedo precisar la fecha, fue a finales de la década de los 80 cuando lo visité en su casa-estudio con el fin de organizarle una exposición retrospectiva sobre su obra gráfica.
Por aquéllos años yo era tan sólo una joven artista frente a un consagrado creador.
Entré en aquel impecable estudio lleno de luz, en un ático de La Habana Vieja. Olía a resinas y al indescriptible aroma del papel y, por encima de todas esas percepciones predominaba el sonido crujiente del mordisco de una cebolla.
Allí en medio de la luz, sentado en una banqueta, vi por primera vez a Posada. Antes de pronunciar palabra alguna volvió a dar otra mordida a su cebolla y me ofreció imitarle. Luego empezó a contar sus historias, a hablar de sus costumbres.
Posada residía y trabajaba en la casa que había sido de Víctor Manuel. Él le acompañó y cuidó en sus últimos años. Era aquel un lugar estremecedor, inspiraba sensaciones desbordantes relacionadas con la vida y la obra del autor de la Gitana Tropical.
Y allí estaba yo, frente a José Luis Posada, un gran artista de la gráfica, un magistral dibujo. Han pasado muchos años y su imagen ha quedado en mi recuerdo como un contraluz: él sentado en su banqueta mordiendo una gran cebolla.
(José Luis Posada, el gallego Posada, falleció el 25 de enero de 2002, en San Antonio de los Baños, a los 73 años de edad. Sus obras como caricaturista e ilustrador aparecieron en los principales medios cubanos. Trabajó en Bohemia, Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo y otros periódicos y revistas).
Imagen de portada: Posada. Dibujo de Isis de Lázaro.