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Darcy Ribeiro contra lo evidente (I)

La Ventana publicará en dos entregas el texto leído en el homenaje a Darcy Ribeiro con motivo de su centenario, organizado por la Fundación Darcy Ribeiro y la Universidad de Brasilia, en el mes de octubre de 2022, y cuya primera publicación ha sido en la revista Casa de las Américas, #308-309 – julio-diciembre/2022 pp. 170-185.

No es necesario advertir que el tema de las relaciones de Darcy Ribeiro con la zona hispánica de la América Latina –que me hubiera gustado que fuera el eje central de mis palabras– desborda con mucho el marco de esta intervención. Necesitaría, para empezar, un abarcador volumen para dar cuenta de cómo sus exilios en Uruguay, Venezuela, Chile y Perú, y su tránsito por otros países hispanoamericanos transformaron en latinoamericana –según propia confesión– su visión de brasileño. Serían necesarias páginas y páginas para hablar de cómo se convirtió en experto en varios temas de alcance continental –en el campo de la educación, por ejemplo– e influyó en ellos; cómo fundó y presidió entidades del tipo de la Sociedad Latinoamericana de Estudios sobre América Latina y el Caribe; cómo estableció contactos y redes con intelectuales e instituciones del ámbito continental y trabajó «para que el Brasil, antes más inclinado a mirar hacia el otro lado del Atlántico, volviese los ojos a la región de la que era parte», esfuerzos que «culminaron en la creación, en São Paulo, en 1989, del Memorial de América Latina»[1]. Ante tal imposibilidad me centraré, sobre todo, en sus relaciones con Cuba, o para ser más preciso, en parte de esas relaciones.

Visto a la distancia de varias décadas resulta llamativo que Darcy no formara parte de un rito casi ineludible: el «viaje a Cuba», esa peregrinación recurrente para centenares de intelectuales latinoamericanos a lo largo de los años sesenta y setenta. De hecho, su relación estable con la Isla fue, en cierta medida, tardía. Hasta donde conozco, el primer intercambio con él que se conserva fue una carta que le enviara Manuel Galich, entonces subdirector de la Casa de las Américas, fechada el 21 de octubre de 1970. Se trata de una invitación para ser jurado del Premio Literario que tendría lugar en enero del año siguiente. No hubo respuesta de Darcy ni en esa ocasión ni un año después, cuando volvió a invitársele. Evidentemente, las cartas no estaban llegando a destino.

Huelga decir que más allá de sus propios valores intelectuales, Darcy encarnaba ese modelo de intelectual con el que Cuba se identificaba: el que participaba, desde una izquierda más o menos radical, en la cosa pública. De modo que algunas de las más famosas y repetidas frases suyas –cierto que pronunciadas muchos años después– permiten conectar su figura en aquel modelo:

Nunca gostei de ser político. No fundo, acho que sou político por razões éticas. Um poeta inglês pode ser só poeta. Mas num país com o intestino à mostra, como o Brasil, o intelectual tem obrigação de tomar posição. Essa é uma briga séria e eu estou nessa briga.[2] [Nunca me gustó ser político. En el fondo, creo que soy político por razones éticas. Un poeta inglés puede ser solo poeta. Pero en un país con las tripas afuera como el Brasil, el intelectual tiene obligación de tomar partido. Esa es una pelea seria y yo estoy en ella].

Al mismo tiempo, la satisfacción de saberse del lado correcto de la historia, aunque ello implique reveses, lo llevó a expresar a inicios de los ochenta, exagerando sus fracasos, esta otra idea tantas veces citada: «Fracasé en todo lo que intenté hacer. Traté de salvar a los indios, no lo logré. Traté de hacer una universidad seria, y fracasé. Intenté que Brasil se desarrollara de un modo autónomo, y fracasé. Pero mis fracasos son mis victorias. Detestaría ocupar el lugar de quienes me vencieron».[3] Hay en esa frase una hondura moral que nos acerca aún más, si cabe, a su autor.

La primera señal de vida que se recibe de Darcy Ribeiro en la Casa fue una carta fechada el 8 de marzo de 1973, dirigida a Roberto Fernández Retamar, entonces director de la revista Casa de las Américas. Otras tres cartas cruzadas entre ambos a partir de entonces y en menos de dos meses –cuando no se habían conocido personalmente– fue el más intenso intercambio epistolar que sostuvieron. Desde Lima, donde trabajaba en el Centro de Estudios de Participación Popular, Darcy comentaba que el común amigo Marcio [Moreira] Alves le había escrito solicitando que mandara sus libros a la biblioteca de la Casa. Alves, por cierto, había ganado el Premio Literario convocado por esta institución un año antes, o sea, en 1972, con el volumen Un grano de mostaza. El despertar de la revolución brasileña. No es un dato menor el hecho de que fue en esa ocasión cuando el certamen permitió a los autores de Brasil concursar en el género testimonio junto con los hispanoamericanos, cada cual en su propia lengua, como preámbulo de la apertura posterior a todos los géneros. El 11 de abril de 1972, al agradecer el Premio, Alves le escribiría a Haydee Santamaría, celebrando «la decisión de la Casa de las Américas de admitir al concurso obras escritas en portugués, esperando que la excepción hecha en 1972 se convierta en norma en el futuro». Es fácil conjeturar que la Casa le pidió a Alves mediar ante Darcy para establecer el contacto y solicitarle los libros.[4] El hecho es que en aquella primera carta este explicaba que si no los había enviado antes era porque creía que ya la institución cubana los tenía. Y anunciaba allí el envío de cinco títulos, entre los que se encontraba la edición de Las Américas y la civilización realizada el año anterior en Buenos Aires por el Centro Editor de América Latina (CEAL). Ofrecía la opción, incluso, de que cualquiera de ellos fuera publicado en la Isla. No se trataba de un anzuelo en busca de editor, pues dos años antes la edición cubana de uno de sus títulos había sido anunciada por la revista Pensamiento Crítico.

Dos semanas después de la misiva de Darcy, el 22 de marzo, Retamar le respondería agradeciendo carta y libros, y expresando «nuestra alegría por entrar en relación contigo, cosa que deseábamos desde hace mucho tiempo», pero había sido infructuoso porque en la Casa ignoraban a dónde escribirle. A reserva de que más adelante se publiquen sus libros en Cuba, Retamar le solicita un texto para la revista Casa... Además, le anuncia el envío de «Calibán», ensayo «que escribí cuando aún no había leído Las Américas y la civilización, el cual me hubiera sido muy útil. Apenas tuve tiempo de citarlo al pie de página en algunas ediciones». Y a renglón seguido añadía el cubano: «Encuentro tus libros estimulantes y ricos. Aquí cuentas, como sabes, con fervientes admiradores, sobre todo entre los jóvenes». Y concluía augurando «que nuestra relación será cada vez más estrecha».

Lo de «fervientes admiradores jóvenes» era rigurosamente cierto, como habían demostrado quienes hacían la ya mencionada Pensamiento Crítico (1967-1971). Fue en esa publicación donde por primera y (por mucho tiempo) única vez se publicó a Darcy en Cuba. El número 51, correspondiente al mes de abril de 1971, dio a la luz «Configuraciones histórico-culturales de los pueblos americanos», fragmento de Las Américas y la civilización, que ocupó las primeras setenta y cinco páginas de aquel número. La revista decidió presentarla con una larga nota inicial (5-12) firmada por Ramón de Armas en que anunciaba también, por cierto, la próxima edición cubana de El proceso civilizatorio. Etapas de la evolución sociocultural (1968). La lectura del autor brasileño sin duda los conmocionó. En su nota, De Armas menciona «lo temerario de [la] tentativa» de Darcy, «el carácter inevitablemente polémico» tanto de ese libro como del resumen publicado [5]. Una y otra vez añade: «Hemos insistido en el carácter polémico de la obra emprendida por Darcy Ribeiro. En la valoración que del trabajo que a continuación ofrecemos haga el lector, se podrá, efectivamente, estar o no de acuerdo […]» (11). Y luego precisa:

Por encima de los numerosos posibles desacuerdos, ninguno de los puntos señalables invalidan (sic), en nuestra opinión, el conjunto. Y habrá –eso sí– que estar de acuerdo acerca de la amplitud de las posibilidades que el trabajo de Darcy Ribeiro abre, como enfoque general, para una revalorización del devenir americano, y para una explicación –perfectamente integrable al esquema propuesto– de nuestras sociedades actuales [12].

«Configuraciones histórico-culturales de los pueblos americanos» apareció en un momento poco propicio, pues Pensamiento Crítico fue clausurada dos números más tarde. De hecho, la publicación del texto de Darcy coincidió con la polémica internacional suscitada por el «caso Padilla», que abrió el denominado Quinquenio Gris de la cultura cubana. Aquel no era, definitivamente, el contexto más adecuado para leer las «temerarias» y «polémicas» propuestas del brasileño. Varias décadas después, haciendo un balance del momento, uno de los editores de la revista, Aurelio Alonso, recordaría en un texto aún inédito que «se nos consideraba aventureros, revisionistas, trotskistas, antisoviéticos, pues el estilo doctrinal del llamado “socialismo real” nos resultaba un cliché, ajeno a la Revolución Cubana, y no lo disimulábamos». Incluso, apuntaba Alonso tal vez hiperbólicamente, cada vez que un número de Pensamiento Crítico salía a la luz, la embajada de la Unión Soviética se quejaba.

Pero estábamos hablando de 1973, es decir, el momento del intercambio epistolar entre Darcy y Retamar. Y el día 10 de abril, a poco más de un mes de su primera carta, aquel vuelve a escribir. Le agradece a su interlocutor el envío tanto de «Calibán» como de los números de la revista Casa de las Américas. Manda, además, fragmentos de un texto introductorio a unas propuestas de reestructuración de la universidad peruana, por si fuera de interés su publicación. Añade que se vislumbra alguna esperanza en Perú y Chile, donde los gobiernos de Velasco Alvarado y Allende encabezaban procesos más o menos revolucionarios, pero considera que solo en Cuba están adelantados en ese sentido. Cree posible, asimismo, que se haga realidad su deseada visita a Cuba a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), junto con Gabriel Valdés y Pablo González Casanova. Retamar le agradece en los primeros días de mayo el envío de esas páginas «luminosas como tuyas», si bien le hace saber que la preparación de varios números monográficos les impedirán salir de inmediato.

De hecho, por razones que desconozco, tales páginas nunca aparecieron en la revista. Lo que sí vio la luz fue una extensa reseña de Alberto Díaz Méndez, editor de la revista Casa de las Américas, en el número 82 de 1974 («Darcy Ribeiro:notas para una interpretación de su visión americana»). Se trata de un acercamiento crítico a tres de los libros enviados el año anterior por su autor: El proceso civilizatorioLas Américas y la civilización El dilema de América Latina. El 19 de julio de 1974 Darcy le agradece a Díaz Méndez la reseña y le comenta:

Lo que me propongo en toda mi actividad intelectual es contribuir para la elaboración de las teorías que nos faltan sobre cómo desencadenar la revolución necesaria y sobre cómo, después, reconstruir nuestras sociedades según los intereses de las grandes mayorías. El tema es no sólo complejo sino también necesariamente polémico, de lo que resultan muchas de mis deficiencias y algunos de tus cuestionamientos.

Ese año, por fin, Darcy y Retamar se conocieron personalmente y coincidieron tanto en México como en Venezuela. En este último país ambos, junto con Leopoldo Zea, Sergio Buarque y Arturo Ardao se reunieron con Ángel Rama –fundador y alma de la colección Biblioteca Ayacucho– para ofrecer opiniones y sugerencias sobre el naciente proyecto. Tal encuentro tuvo lugar el 18 de septiembre de 1974, y lo sabemos porque de él dio fe el propio Rama en su Diario 1974-1983. Casi un año después, el 5 de septiembre de 1975, Retamar le escribiría una esquela a Darcy recordando aquellos «días gratos mexicano-venezolanos, en que eras la sal del grupo y la alegría de tus amigos». Ese tipo de opiniones, dicho sea de paso, se reiterará, y más de quince años después, refiriéndose a un encuentro entre ambos en el congreso Amerindia hacia el Tercer Milenio, Retamar le comentará a Darcy que sus «intervenciones tuvieron la chispa y la gracia de una cohetería sagrada» (carta del 27 de junio de 1991). Pero volviendo a 1975, el 25 de noviembre Rama le escribe a Darcy desde Caracas preguntándole si le parece bien incluir en Biblioteca Ayacucho estos dos títulos: Casa-Grande y senzala Las Américas y la civilización. Paralelamente le pide una pequeña lista de obras de ese tipo representativas de Brasil.[5] Darcy, por supuesto, concordó con la propuesta de Rama, y después de hablar largamente con Antonio Candido y Mário da Silva Brito –según le cuenta al uruguayo–, le recomienda una veintena de títulos y promete veinte más (carta del 7 de julio de 1976).

Entre 1977 y 1982, Biblioteca Ayacucho publicará, mezcladas con las obras hispanoamericanas y atendiendo a las propuestas de Darcy y de Candido, nueve títulos: Casa-grande y senzalaMemorias de un sargento de miliciasCuentos de Machado de Assis, Recuerdos del escribiente Isaías Caminha El triste fin de Policarpo QuaresmaQuincas BorbaObra escogida de Mário de Andrade, Los sertonesObra escogida de Oswald de Andrade, y Ensayos literarios de Silvio Romero.[6] Es interesante notar cierto matiz que diferencia las posiciones ideológicas de Darcy y de Rama, si bien ambos eran inequívocamente de izquierda. Pablo Rocca ha notado que si en la década del sesenta el horizonte visible era la Revolución Cubana, Biblioteca Ayacucho consagró una idea de la América Latina con una inflexión clásica, despojada de la lucha inmediata, apostó por una redención diferida a partir de la creación de una gran memoria escrita continental. De ahí la moderación de los prólogos frente a la más libre y hasta radical del propio Rama en proyectos anteriores, como el de la Enciclopedia uruguaya que él dirigió. Por eso, aun cuando admirara la brillante introducción a la obra de Freyre de su viejo amigo Darcy – afirma Rocca–, Rama no creía que ese prefacio consiguiese el tono adecuado para una serie en la cual era necesario ser precavido.[7]

Ese texto, como sabemos, logró complacer al propio Freyre tanto como a Darcy, al punto de que aquel expresó: «nunca ninguém prefaciou, no Brasil ou foura dele, Casa-Grande & Senzala com tâo aguda inteligéncia e tâo abrangente sensibilidade» [nunca nadie prologó, dentro o fuera de Brasil, Casa-grande y senzala con tan aguda inteligencia y tan profunda sensibilidad]. Meses antes de que dicho libro apareciera en la colección venezolana, Retamar le escribía a Darcy diciéndole que el historiador Manuel Moreno Fraginals le había contado del reciente encuentro entre ambos, y del trabajo de aquel sobre Gilberto Freyre, del que Retamar le pide copia para su eventual publicación en Casa de las Américas (carta del 29 de octubre de 1976). Nunca se publicó en la revista porque obviamente ya el texto estaba comprometido, pero no es difícil imaginar el entusiasmo con el que Moreno –cuya monumental obra El ingenio tiene más de una equivalencia con el libro de Freyre– escuchó a Darcy; entusiasmo que luego reprodujo en su conversación con el director de Casa de las Américas.

Hay una curiosa analogía que vale la pena mencionar porque vincula a Darcy Ribeiro con José Martí. En 1981, cuando había dejado atrás sus años venezolanos, Ángel Rama le escribe al brasileño desde Washington para contarle que estaba preparando una antología de pensamiento latinoamericano del último siglo, con vistas a su publicación en Alemania. Quiero cerrar la serie cronológica con un texto tuyo –le dice Rama–, de tal modo que sería algo así como «de José Martí a Darcy Ribeiro» (carta del 6 de marzo de 1981, p. 97). Y al mes siguiente insiste: Martí abrió un tiempo nuestro, proféticamente, y eres tú quien debe ser la voz profética de este momento revuelto, desesperanzado, para encender de nuevo la confianza de todos nosotros (carta del 15 de abril de 1981, p. 99). De manera indirecta, un trayecto similar había sido evocado diez años antes por Ramón de Armas en aquella nota de presentación en la revista Pensamiento Crítico, cuando expresaba que «el polémico estudio de Darcy Ribeiro» era producto de un contexto cultural revolucionario que exigía una explicación de nuestra América a partir de sí misma, tal como había propuesto Martí casi un siglo atrás (7). No es tampoco azaroso que cuando el brasileño invitara a Retamar a participar en el Seminario Sagração da Liberdade, realizado en Río de Janeiro en abril de 1992 con motivo de los doscientos años de la ejecución de Tiradentes, Darcy le solicitara hablar de Martí como ser humano y como héroe. En consecuencia, Retamar leyó allí «José Martí: del anticolonialismo al antimperialismo», que dedicara a Darcy Ribeiro y Leopoldo Zea, al menos en la versión publicada en el número 198 de Casa de las Américas (1995).

Desde finales de la década del setenta se reiteran las invitaciones a Darcy para que visite Cuba: de nuevo como jurado del Premio Literario de la Casa, al Festival Carifesta en 1979, al I y II Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América celebrados en 1981 y 1985. Por una razón u otra la presencia de Darcy en la Isla no se concreta. Sin embargo, ello no es obstáculo para que el brasileño involucre a la Casa en proyectos que él va generando, varios de los cuales también quedan por el camino. Así, a principios de los años ochenta propone realizar un Seminario titulado «Proceso de la revolución en América Latina» para reflexionar sobre los procesos ocurridos en Cuba, Nicaragua, México, Brasil, Chile y Granada, que debió convocar a políticos o pensadores de cada uno de esos países. Asimismo, propuso a la institución cubana coordinar un volumen a propósito del centenario de la muerte de Marx (en 1983). Tal volumen, según su propuesta, debería recopilar textos de figuras como Antonio Candido, Antonio Houaiss y Pablo González Casanova, entre otros, para que dieran fe de cómo el pensamiento de Marx había influido en sus respectivas obras. No se concretan su viaje a Cuba ni algunos de los proyectos conjuntos pero sus opiniones no dejan margen a dudas. Por esas fechas expresaría:

O Brasil vai poder fazer muito no dia que tiver a influência internacional que tem Cuba, por exemplo. Veja: Cuba, com 10 milhões de habitantes, tem mais papel que nós na política internacional, mais influencia no mundo. // Outro exemplo é Angola, que não pode sobreviver sim os soldados cubanos. Pois deviam ser soldados brasileiros[8] [Brasil va a poder hacer mucho el día que tenga la influencia internacional que tiene Cuba, por ejemplo. Mire: Cuba, con diez millones de habitantes, tiene un papel mayor que nosotros en la política internacional, más influencia en el mundo. // Otro ejemplo es Angola, que no puede sobrevivir sin los soldados cubanos. Pues debían ser soldados brasileños].

Al mismo tiempo, Darcy colabora en el número que Casa de las Américas dedica a Brasil (159, noviembre-diciembre de 1986) en el que también toman parte, entre muchos otros, Celso Furtado, Roberto Schwarz, Octavio Ianni, Cecilia Meireles, Antonio Callado, Clarice Lispector, Lygia Fagundes Telles, Dalton Trevisan, Rubem Fonseca, Thiago de Mello, Ferreira Gullar, Nélida Piñon, Ignácio de Loyola Brandáo, Affonso Romano de Sant’Anna, Roberto Drummond, Caetano Veloso, Chico Buarque, Fernando Morais, Frei Betto y Paulo Freire. En el editorial de aquella entrega se reconoce que durante muchos años la revista acarició la idea de dedicar un número al Brasil pero la magnitud de la realidad de ese país fue uno de los obstáculos que lo pospusieron una y otra vez, hasta que con la reanudación de relaciones entre los dos países, los editores decidieron asumir finalmente la tarea tantas veces postergada. El texto de Darcy incluido en aquella entrega fue uno de deliciosa ironía pese a la gravedad de los temas que toca: el conocido «Sobre lo evidente» («Sobre o obvio»), que más tarde, como sabemos, daría título a un libro suyo. «Nuestro tema es lo evidente», dice el autor al inicio mismo de sus palabras, y a partir de ahí va desmontando aquellas supuestas «evidencias» que nos han inoculado a lo largo de siglos, incluido «el elogio de la clase dominante brasileña». Entre las «evidencias» que desgrana menciona una que atañe al tema de estas páginas:

Otra evidencia, tan evidente como esta o más evidente aún, es que los pobres viven de los ricos. ¡Está claro! ¿Sin los ricos qué sería de los pobres? ¿Quién podría hacer una caridad? ¡Deme un trabajito! Sería imposible obtener cualquier ayuda. ¡Deme un poco de dinero! Sin los ricos el mundo estaría incompleto, los pobres estarían perdidos. Pero llegaron unos barbudos diciendo que no y lo confundieron todo. Eliminaron aquella evidencia y pusieron otra opuesta en su lugar. Además, una evidencia subversiva [9].

En el mes de octubre de 2022, la Casa de las Américas organizó la exposición bibliográfica Darcy Ribeiro. 100 Años como parte de las actividades del quinto Coloquio Internacional de Estudios sobre Culturas Originarias de América.

Finalmente, en los últimos días de febrero de 1988, Darcy Ribeiro llegó a Cuba como parte del propósito que ese mismo año lo llevó a Argentina, Ecuador, Guatemala, México y Perú: establecer o afianzar contactos y conseguir colecciones de arte popular, libros, discos y películas para el acervo del naciente Memorial de América Latina. El 1 de marzo, acompañado del poeta Eliseo Diego, visitó la Casa para formalizar la relación entre ella y el Memorial,[9] y tres días más tarde regresó, ahora con otro grupo, como experto de la Unesco. La carta que le escribió a Retamar el 18 de ese mes, a su regreso a Río de Janeiro, no tiene desperdicio. Comienza con una humorada no recomendable en tiempos del MeToo, que alude a las muchas y eficientes mujeres que trabajaban en la Casa (a las que el pintor chileno Roberto Matta llamaba «las Casadas de las Américas»); no obstante la repetiré:

Foram lindos meus dias de Cuba. Agradeço imenso a você e a esta sua extraordinária equipe. Você não quer me emprestar suas moças? Com elas aquí, o Memorial da America Latina poderia até funcionar [Fueron lindos mis días en Cuba. Les agradezco mucho a ti y a tu extraordinario equipo. ¿No quieres prestarme tus muchachas? Con ellas aquí, el Memorial de América Latina podría incluso funcionar].

De La Habana viajó a Buenos Aires, donde también tuvo encuentros fructíferos –según dice–, pero al llegar a Río ocurrió el desastre: le robaron su automóvil, un bello Ford del 87, por si fuera poco, con todos los libros y discos que le dieron en la Casa, y peor aún, con las listas de direcciones de latinoamericanistas que se le entregaron, como relaciones para el Memorial. Desconsolado, pide que se le envíen esos listados (lo que ocurrió a vuelta de correo), y añade otra solicitud:

O que espero mesmo de Casa é que me edite o romance Maíra. Não me consolo de que as moças de Cuba não leiam para seus moços, na cama, esta minha novela [Lo que espero de la Casa es que me edite la novela Maíra. No me consuelo de que las muchachas de Cuba no lean para sus parejas, en la cama, mi novela].

Ese mismo año en que Darcy llegó por primera vez a Cuba vería la luz en Brasil, con prefacio suyo, el volumen Calibán e outros ensaios (São Paulo, Ed. Busca Vida, 1988). «¿Cómo presentar a Roberto Fernández Retamar?», es la pregunta inicial de sus palabras, en que recuerda que ambos se conocieron en algún congreso, y que poco a poco él, Darcy, se fue haciendo un retrato de ese hombre, «lo más parecido a un Quijote que cabe imaginar, sin dejar de ser dionisiacamente caribeño».[10] En esas escasas páginas, el brasileño –que no puede evitar referirse, ahora de manera pública, al hecho de que como presidente de la Casa de las Américas Retamar es «ayudado por mujeres admirables»– pasa del elogio al autor de Caliban, quien encarna, según sus palabras, «la conciencia crítica latinoamericana, como cubano convicto, martiano confeso y fidelista fiel», a su opinión sobre Cuba: «a los dolores que a todos nos duelen, de nuestras revoluciones inconclusas y fracasadas, corresponde en los cubanos la alegría de la revolución viviente, encarnada por figuras como las del Che y Fidel, que devuelven dignidad y belleza a la imagen del revolucionario» (244). «Cuba demostró, contra todo y contra tantos, que la América Latina es viable, que sus problemas de desempleo, hambre, ignorancia y salud tienen, todos, solución, y, sobre todo, que el mundo precisa de nosotros a fin de ser más habitable para todos los hombres. Véase Angola, que sin Cuba no sería». Y reprocha al «mundo exterior» ser «casi siempre tan ciego a su fea realidad como exigente ante los cubanos, sin darles nada, ni siquiera su mezquina comprensión» (245).

Si en la primera versión de «Calibán» Retamar no había citado a Darcy por la sencilla razón de que apenas lo conocía, a partir de nuevas ediciones y ya en el resto de la saga dedicada a ese «personaje conceptual» o «concepto-metáfora», Darcy aparecerá con frecuencia. En la versión revisada del texto de 1971, aparece citado al pie. De hecho, la primera nota del ensayo alude a la «sugestiva y polémica» tipología de los países extraeuropeos que ofrece Darcy en Las Américas y la civilización. Y luego lo incluye en la larga lista de grandes nombres del Continente, esa suerte de canon que le permite preguntarse «¿qué es nuestra historia, qué es nuestra cultura, sino la historia, sino la cultura de Caliban?», que en la enumeración de Retamar se inicia con Túpac Amaru, Tiradentes, Toussaint L’Ouverture y Simón Bolívar y avanza hasta hoy incluyendo, entre varias decenas de figuras más, a Darcy Ribeiro, acompañado, entre sus compatriotas, por el Aleijadinho, Villa-Lobos, Oswald y Mário de Andrade, Tarsila do Amaral, Portinari, Niemeyer, Guimarães Rosa y Glauber Rocha. Retamar volverá a citar y utilizar a Darcy en la Posdata de enero de 1993 («Adiós a Caliban») y en «Caliban quinientos años más tarde». El último texto de la saga, «Caliban ante la antropofagia» (1999), reflexiona sobre la escasa presencia de Caliban en Brasil, por contraste con su larga e intensa vida en las tradiciones hispanoamericana y caribeña. Menciona su excepcional presencia en el poema de Machado de Assis: «No alto», y señala que no fue sino hasta la década de 1980 que Caliban entraría en la tradición brasileña por la puerta grande. Darcy, lo sabemos bien, lo convirtió en personaje de Utopia selvagem. Saudades da inocencia perdida. Uma fábula, la novela suya «que recupera con gran vitalidad la herencia antropofágica del modernismo brasileño».[11] Tiempo después su autor diría, no sin exageración al menos en lo que respecta a la Isla:

Utopia selvagem é um livro de brincadeira e teve muito êxito na América Latina e muita influência em Cuba. Na América Latina, en geral, porque há uma crítica de melhor qualidade que a brasileira. Eles perceberam como o livro tenta retratar o ser latinoamericano na sua versão brasileira.[12] [Utopía salvaje es un libro juguetón y tuvo mucho éxito en la América Latina y mucha influencia en Cuba. En la América Latina, en general, porque hay una crítica de mejor calidad que la brasileña. Ellos percibieron cómo el libro intenta retratar el ser latinoamericano en su versión brasileña].


[1]  Leopoldo Zea: «Darcy y la inmortalidad», en Cuadernos Americanos, No. 57, 1996, p. 39.

[2] «No meio da luta», entrevista de Altair Thury Filho (Veja, 18 enero 1995), en Darcy Ribeiro, present. Guilherme Zarvos, org. Rodrigo Reis, Sergio Cohn y Simone Campos, Rio de Janeiro, Beco do Azougue, 2007, p. 191.

[3] Cit. por Rubén Wisotzky: «Darcy Ribeiro: emperador del mejor sueño latinoamericano», en Cuadernos Americanos, No. 62, 1997.

[4] Márcio Moreira Alves, cuya relación con Darcy se mantuvo hasta el final, dijo de su excepcionalismo que ningún político en su sano juicio dedicaría tiempo a un tema que no da votos, la condición del negro en Brasil, y a un acontecimiento ocurrido hace tres siglos, como la derrota del Quilombo de Palmares. Cit. por Haydée Ribeiro Coelho (org.) en Darcy Ribeiro, Belo Horizonte, Centro de Estudos Literários UFMG, 1997, p. 190.

[5] Diálogos latino-americanos. Correspondência entre Ángel Rama, Berta e Darcy Ribeiro, org., est. y notas de Haydée Ribeiro Coelho y Pablo Rocca, São Paulo, Global Editora, 2015, p. 63.

[6] Se ha repetido más de una vez, por cierto, que Biblioteca Ayacucho fue la primera colección de envergadura que, en Hispanoamérica, se propuso publicar conjuntamente a los clásicos latinoamericanos de lengua española y portuguesa. En honor a la verdad, tal empeño tuvo un precedente cercano en la colección Literatura Latinoamericana, que la Casa inició en 1963 con Memorias póstumas de Blas Cubas, y a la que Rama, por cierto, no fue ajeno. A partir de esta novela de Machado de Assis y hasta 1975, o sea, antes del nacimiento de la colección venezolana, la cubana incluiría en su catálogo Vidas secas, de Graciliano Ramos; La favela (Quarto de despejo), de Carolina Maria de Jesus; Niño de ingenio, de José Lins do Rego; Poemas, de Carlos Drummond de Andrade; Varias historias, de Machado, y Gabriela, clavo y canela, de Jorge Amado.

[7] Ibíd., p. 54. El 29 de diciembre de 1977, desde Río de Janeiro, Darcy le anuncia a Rama el envío de la edición mexicana de Las Américas y la civilización «debidamente revista, atualizada e desradicalizada de algumas ilusões guerrilheiras daqueles idos nossos de 68» (95).

[8] «Sou um homem de paixões», entrevista de Ismael Penalva y Alberto Silva (Cadernos Rio-Arte, No. 3, 1985), en Darcy Ribeiro, present. Guilherme Zarvos, org. Rodrigo Reis, Sergio Cohn y Simone Campos, Rio de Janeiro, Beco do Azougue, 2007, p. 137.

[9] La Casa de las Américas, diría en su prólogo a la edición brasileña de Caliban, «vincula toda la intelectualidad de nuestra América, haciendo de nosotros una comunidad interactiva». Acerca de Roberto Fernández Retamar, sel., prólogo y notas de Ambrosio Fornet, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2001, p. 244.

[10] Acerca de Roberto Fernández Retamar, ed. cit., , p. 243.

[11] Adolfo Colombres: «Darcy Ribeiro como narrador y su tributo al modernismo brasileño», en Casa de las Américas, No. 270, 2013, p. 123. Dato curioso: la referencia a Utopía salvaje en el ensayo de Retamar genera su última nota al pie, de manera que las referencias a Darcy aparecen tanto en la primera como en la última nota de la saga.

[12] «Depoimento», en Haydée Ribeiro Coelho (org.): Darcy Ribeiro, ed.cit., p. 46.

(Tomado de La Ventana)

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Jorge Fornet
Director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas y de la revista Casa de las Américas. Miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua. Escritor y ensayista.

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