Cubaperiodistas publica el libro inédito AJEHÉROES: Los héroes cubanos y el ajedrez, el cual consta de 11 capítulos dedicados a héroes cubanos que han tenido relación con el noble juego. El orden en el que aparecen las personalidades es sencillamente cronológico.
Pero -hoy o ayer- ante la infamia airado
No hay como tú quien se revuelva y vibre,
Y, tras tanto vivir, no te has cansado
Del constante deber de un pecho libre.
. –José Martí
Nicolás Domínguez Cowan nació el 12 de marzo de 1840 en La Habana. Es uno de tantos patriotas que no son del dominio popular. No combatió en la manigua, pero fue un activo colaborador de José Martí y de la causa independentista. Apasionado ajedrecista, gran parte de su vida transcurrió en México, donde falleció el 9 de mayo de 1898.
Martí y Domínguez Cowan se conocieron en tierra azteca y establecieron temprana amistad. Prueba de ello es que el 30 de junio de 1876 dirigieron una comunicación a la Agencia General del Gobierno cubano en los Estados Unidos, con el propósito de ser inscriptos en el registro de ciudadanos, abierto para quienes fueran acreedores de este derecho por sus servicios y por su conducta en favor de la patria. El 2 de agosto recibieron respuesta positiva.
Escribió en cierta ocasión Emérito S. Santovenia: La Revolución tenía en 1895 un representante magnífico en la ciudad de México: Nicolás Domínguez Cowan. Este cubano prestaba a su patria servicios que se traducían en auxilios materiales y morales. En México había algunos cubanos ricos, y de ellos recabó Domínguez Cowan contribuciones pecuniarias. De los mexicanos aspiró a obtener una disposición favorable a la emancipación de la Isla.
Durante la Guerra de Independencia fungió como agente del Partido Revolucionario Cubano en México. Su casa era centro de reuniones y actividades patrióticas. También su casa fue el lugar donde Martí jugó la célebre partida con el niño Ludovico Viesca. Precisamente es por su obra ajedrecística que le dedicamos un capítulo en este libro.
Difícil resulta encontrar datos de su vida, aparte de los relacionados con el ajedrez, Martí y la Patria. En dos o tres sitios se le da el tratamiento de abogado, pero es atendible lo que aparece en un trabajo titulado “El ajedrez en la Ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XIX”, presentado en el III Congreso Nacional de Estudios Regionales, de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, México, en 2013.
El autor, Omar García Zepeda, afirma que El tercer cubano radicado en México fue el Doctor Nicolás Domínguez Cowan, nacido en 1840 y naturalizado mexicano en 1877. Fue un médico y miembro de la Sociedad de Geografía y Estadística, que arribó a la capital para el torneo que se llevó a cabo con motivo de la Exposición Nacional de 1875. Además arribó en busca de apoyo de los cubanos adinerados radicados en el país, con el fin de patrocinar el movimiento
independentista.
Aclaración necesaria es que cuando se refiere a que fue “el tercer cubano”, se trata de compatriotas ajedrecistas. Anteriormente había presentado a Andrés Cemente Vázquez y a Manuel Márquez Sterling.
Desconozco de qué lado está la razón. Todavía hoy, se da el caso de personas que confunden profesiones, porque a otros profesionales, y especialmente a los abogados, suele llamársele doctores.
Algo muy curioso es que con 22 años Nicolás Domínguez Cowan rivalizó en Filadelfia nada menos que con William Steinitz, quien más tarde sería el primer campeón mundial de ajedrez. Cowan le planteó una Defensa Escandinava y fue superado en 37 movidas.
Pero no voy a dejar al lector con el sabor de la derrota. He logrado una partida que jugó, también en Filadelfia, el 20 de marzo de 1882
Blancas: Nicolás Domínguez Cowan – Negras: I.D. Barboue
Defensa Petrov
1.e4 e5 2.Cf3 Cf6 3.d4 Cxe4 4.Cxe5 d5 5.Ad3 Ad6 6.Dh5 0-0 7.f4 f6 8.0-0 c5 9.b3 c4 10.bxc4 dxc4 11.Axc4 Tf7 12.Cxf7 Dc7 13.Cxd6, y al fin se rindieron las negras.
En 1875 intervino en el torneo de la exposición nacional de México y en 1986 disputó un match con Andrés Clemente Vázquez, quien fuera campeón de México y también de Cuba. Ganaba el duelo quien primero obtuviera siete victorias. Triunfó Vázquez, quien solo perdió una e hicieron 2 tablas. Justo es consignar que como paliativo por la diferencia de fuerzas, se jugó con handicap (ventaja de pieza), algo bastante frecuente en la época.
La biblioteca de ajedrez que tenía Domínguez Cowan era elogiada por sus contemporáneos y por una nota que publicó Clemente Vázquez el 15 de noviembre de 1891 en la revista mensual El Pablo Morphy, que fundó y dirigía en La Habana, nos enteramos que era un coleccionista de libros raros.
Dice así la nota: Sabemos que el Sr. D Nicolás Domínguez Cowan posee un ejemplar auténtico de la primera edición del Tratado de Ruy López (1561), impreso en Alcalá. Se refiere el periodista al “Libro de la invención liberal y arte del juego de ajedrez”.
El libro Pifias del ajedrez
De la Imprenta del Gobierno Federal de México, en Palacio, dirigida por Sobrás A. y Munguia, salió en 1886 el libro Pifias del ajedrez (136 páginas) de Nicolás Domínguez Cowan, a la sazón miembro del Club Moctezuma, de México, de la American Chess Asociation y de Philadelphia Chess Club.
Durante más de un siglo ha sido conocido este libro solo como Pifias, tal vez por el elogio que le hizo Andrés Clemente Vázquez en El ajedrez magistral, La Habana 1900: Nicolás Domínguez Cowan tuvo la feliz ocurrencia de reunir y publicar las “Pifias” estupendas de los famosos maestros, antiguos y modernos, y el libro así intitulado adquirió bien pronto extraordinaria y merecida celebridad.
Son 100 las partidas incluidas por el autor en esta obra, que concluye precisamente con la última del primer match oficial por el campeonato del mundo entre William Steinitz y Johannes Zukertort, jugada en Nueva Orleans el 29 de marzo de 1886,
Se trata de partidas, en su mayoría de ajedrecistas de fama, que se deciden por alguna jugada errónea. Los comentarios son muy breves y casi todos del autor.
Luego de los duelos aparece un Apéndice, en el que se muestra un poema del rabino español Abraham Aben-Ezra, escrito en el siglo XII y que comienza así:
Contaré la batalla celebrada
Por los antiguos sabios inventada
Que con juicio y prudencia la idearon,
Y en ocho órdenes la formaron;
Y para cada orden destinadas
Hay ocho divisiones concentradas
En un solo tablero; y divididas
Las órdenes en cuadros repartidas.
Cada partida está nombrada como “JUEGO” y numerada en romanos. Pues bien, en el JUEGO XVII el autor se permite mostrar una suya, en la que derrota a Clemente Vázquez, como tomando desquite de aquel match que perdiera 10 años antes, ¡y esta vez sin recibir ventaja!
Hallazgo histórico: lo que escribió Martí sobre ese libro
Cuando Martí residía en Nueva York intercambiaba cartas de forma esporádica con Nicolás Domínguez Cowan. En una misiva fechada en Nueva York el 22 de abril de1886, Martí le anuncia que le envía su libro Ismaelillo, y entre otras cosas le dice: le tengo como muy bueno entre mis mejores amigos.
En cuanto salió Pifias del ajedrez, su autor se lo remitió a Martí. Respondiendo a otra carta de Domínguez Cowan, le escribe, también desde Nueva York, el 24 de febrero de 1887: ¿Con que no han llegado a manos de V. dos números de El Economista Americano que puse yo mismo, en diciembre, en el correo, y le hubieran dicho que sí recibí las Pifias, y me parecieron todo lo que allí digo?
También expone algo que para el lector resultaba poco comprensible: Tomé ocasión de las Pifias para pagar mi deuda a Andrés Clemente Vázquez.
Sucede que hasta 2016 no se habían encontrado dos números de El Economista Americano, pero el investigador Jorge Camacho, escritor y profesor en la Universidad de Carolina del Sur, en El poeta en el mercado de Nueva York (2016), da a conocer un ejemplar de El Economista… hallado por él, en el que aparece la reseña del libro Pifias del Ajedrez, ligada con la de otro de Clemente Vázquez, Análisis del Juego del Ajedrez.
¡Bravo por ese investigador! Los amantes de la historia y del ajedrez les estamos muy agradecidos.
Bostezo de los dioses
Ese es el título de la reseña que hace José Martí en El Economista Americano del libro que le remitiera Domínguez Cowan y de uno de Clemente Vázquez. Leamos:
Nos viene de México, hermosamente impreso, un libro hidalgo, ya por la elegancia y discreción que todo él respira, ya por lo castizo y sabroso de los comentarios con que su autor, el distinguido cubano Nicolás Domínguez Cowan, apunta las pifias de ajedrecistas afamados en las partidas que transcribe. Y tan bien hecho está el libro, que burla burlando viene a ser como una guía literaria del noble entretenimiento del ajedrez, aunque en apariencia no sea más que una colección de juegos, escogida por mano de maestro para que se vea como pueden “bostezar los dioses.” Entre las “pifias” no ha de incluirse por cierto el prólogo, que es donairoso y ameno, ni los comentarios, animada revista en que pasan contritos los jugadores más gallardos, desde Ruy López de Segura, que divertía los ocios acres de Felipe II, hasta Eguiluz, de México, y Andrés Clemente Vázquez, de Cuba, brillantes y novísimos mantenedores.
Esto nos trae a la memoria, para que se vea como nuestra raza sobresale tanto en lo sutil como en lo hojoso, que el cubano Andrés Clemente Vázquez, sobre ser orador de empuje, cabeza de fuerza, y abogado de mérito, ha escrito un “Análisis del Juego del Ajedrez” que goza ya de justa fama, y debe estar en la mesa de todo jugador, por no haberlo tan bueno que no tenga algo que aprender del libro. Allí está todo: las reglas generales y la apertura de los juegos, y sus fines, habilidades y problemas. No hay tratado más claro y completo, ni escrito con mayor urbanidad y soltura, como que el autor se sabe de memoria en todos sus lances y osadías cuantas combinaciones puedan ponerse en el tablero. Avalora el libro, que es un verdadero código, una buena colección de juegos difíciles o célebres.
A un cubano también, al eminente ajedrecista Dionisio Martínez, que es persona magna entre los de esta afición, dedica sus “Pifias” Nicolás Domínguez Cowan, quien pone curioso remate a su libro con una traducción hecha en verso español por David León del poema que escribió sobre el ajedrez aquel rabino de Aben Ezra, cuyos cantares son todavía himnos cotidianos en las casas judías. Si se han de entretener los hombres, sea en cosas tan intelectuales y honestas como el juego que tiene tan cabal tratadista en Andrés Clemente Vázquez, y comentador tan pulido y donoso en Nicolás Domínguez Cowan.
Hasta aquí este texto que estuvo desconocido por 130 años. Me preguntaba por qué Martí le dio el poético y poco común título. La respuesta la encontré cuando tuve la ocasión de fisgonear en Pifias del Ajedrez. El primer comentario que hace el autor, en la novena jugada de las blancas -claro, en la primera partida- es: “¡Hasta los dioses bostezan! A2R y C3AD después era lo prudente”.
Por cierto, el otro comentario en esa partida ocurre en el lance 12 y es: “!Pifia! P3AD era la jugada mejor”. Y a lo mejor el nombre del libro viene por esta expresión.
Dedicado a Dionisio M. Martínez
A Dionisio M. Martínez
Hijo de Matanzas y notable ajedrecista,
Dedica estas páginas su casi hermano
El Compilador.
Esta es la dedicatoria del libro, que tiene un prólogo fechado en junio del propio 1886.
¿Y quién es Dionisio M. Martínez? Nació el 26 de junio de 1837 en Matanzas y vivió hasta el 11de marzo de 1928, cuando dejó de existir en Filadelfia, ciudad norteamericana en la que residió la mayor parte de su vida, y donde fue el primer presidente del Franklin Chess Club.
Él y Celso Golmayo eran eternos rivales en La Habana. Se cuenta que en la mesa que jugaban, se apilaban los aficionados. Logró ganarle partidas sueltas a Steinitz y Zukertort.
Derrotó en un match al capitán Mackenzie y en otro al inglés James Mason. Fue el primer ajedrecista nacido en Cuba en participar en un torneo internacional, el VI Congreso Americano, en 1889. (Antes, en 1867, el cubano Celso Golmayo, nacido en España, intervino en el torneo de París).
Dionisio M. Martínez era acaudalado y su riqueza le permitió ser un promotor del ajedrez. En cierta ocasión, en declaraciones a una revista norteamericana, Steinitz afirmó que estaba entre los mejores jugadores del mundo.
La primera partida del libro, de la que ya adelantamos los comentarios, es de Dionisio, quien fue el que cometió las pifias. Veámosla en el sistema algebraico, que es el utilizado hoy, en lugar del descriptivo.
Dionisio M. Martínez – E. Alberoni
Contra Gambito de Greco
1.e4 e5 2.Cf3 f5 3.Cxe5 d6 4.Dh5+ g6 5.Cxg6 Cf6 6.Dh4 Tg8 7.Cxf8 Tg4 8.Dh6 Txe4+ 9.Rd1 De7 10.Ad3 Cg4 11.Dh5+ Rxf8 12.Tf1 Te1+ 0–1
Esa parida no consigna fecha ni lugar. Debe pertenecer al match que Dionisio le ganó en 1875 en Filadelfia 3,5 por 1,5 al francés Eduardo Alberoni.
Pero el JUEGO XV es también de Dionisio, quien le gana nada menos que a Henry Bird empleando solo 14 lances.
Dionisio M. Martínez – H. E. Bird
Filadelfia 1876
1.e4 e5 2.Cf3 d5 3.exd5 Dxd5 4.Cc3 De6
Mentira parece que un jugador tan hábil, tan original y tan fantástico como Bird olvidase que Anderssen formuló aquí D4TD como la mejor jugada.
5.Ae2 Cc6 6.0–0 Ae7 7.d4 exd4 8.Cb5 Dd7 9.Af4 Ad6 10.Axd6 cxd6 11.Cfxd4 a6 12.Cxc6 axb5 13.Te1 Ce7
R1A, como asegura el comentador citado, es mejor, si bien no quedan dudas de que las negras navegan contra viento y marea.
14.Cxe7 Se rinde.
(Henry Edward Bird,1829-1909, ajedrecista inglés de la escuela romántica, le dio nombre a una apertura y escribió dos libros sobre ajedrez).
Poema de Martí a Domínguez Cowan
Tal vez lo más novedoso de este libro sea este capítulo, el cual lo he escrito con mucho trabajo y a la vez placer. Para concluirlo, nada mejor que el poema que José Martí le dedicó en México, el 31 de julio de 1894.
A Nicolás Domínguez Cowan
Bravo y viril, audaz, los dominantes
Ojos, como decretos, encendidos
En el enjuto rostro, así eras antes,
Amigo tierno, en años ¡ay! vencidos.
Cano el bigote ya, por la imperiosa
Piedad de un fiel hogar, manso y sujeto,
Así eres hoy, en tu jardín de rosa,
Orlado y nardo y myosotis discreto.
Pero -hoy o ayer- ante la infamia airado
No hay como tú quien se revuelva y vibre,
Y, tras tanto vivir, no te has cansado
Del constante deber de un pecho libre.
¡Gracias, Jesús!
Admirado amigo Toledo Sande, un
fuerte abrazo.