Cuando, a mitad del debate, la periodista Yolanda Molina pidió la palabra y dijo que había que soñar con los pies en la tierra porque no tienen condiciones suficientes, la plantilla está incompleta y —obligados por pura necesidad al pluriempleo— el tiempo no les alcanza, enlazaba su crédito al sello particular de la asamblea del XI Congreso de la UPEC en el periódico Guerrillero. A partir de ahí, el diálogo fue más rico.
«Quisiera vivir para ver que los medios somos más autónomos, que el salario alcanza, que crecen nuestro prestigio social y nuestra relación con el público», afirmó esta colega antes de aclarar que, en bien del cambio, ella está dispuesta a hacer los aportes que se necesite.
A seguidas, Félix Témerez, el presidente de la UPEC en Pinar del Río, comentó que nos abocamos a una profunda transformación en la prensa justamente porque las cosas no han estado bien. «Lo primero es ubicar qué necesita cada medio, pintar la paloma para que pueda volar», dijo en frase singular.
Partiendo del entendimiento del estado de Yolanda —que no es solitario ni mucho menos—, Ricardo Ronquillo Bello, presidente nacional de la organización, refirió la disyuntiva: «Nos quedamos parados, pendientes de lo que nos dé “Papá Estado” por los siglos de los siglos, o peleamos por otro modelo que rescate la condición industrial de los medios y nos permita aprovechar nuevas oportunidades».
La respuesta es obvia, así que miles de periodistas, bajo el liderazgo de la UPEC, están «pintando palomas» para volar de alguna manera a los cambios de modelo de gestión económica y editorial que, primero como experimento y luego como generalización, comenzarán a ejecutarse tras su aprobación a todos los niveles no solo en el gremio, sino en las más altas estructuras de Gobierno y Partido del país.
Como otros colectivos, Guerrillero está lastrado por una marcada descapitalización tecnológica, tanto en equipamiento general como en accesos a internet y, de cara a la andadura económica más suelta que se avecina, su propia subdirectora, Daima Cardoso, reconoce que están desfasados en lo empresarial.
Osmay Pérez, el webmaester, contó que ha soñado mucho en 16 años allí, pero acotó que al final el sueño no llega a concretarse y por eso hay gente que se desalienta. Lo curioso es que, avanzada la asamblea, tanto Daima como Osmay aclararon que su periódico no quedaría al margen de los cambios porque atesora calificación profesional para asegurarle el progreso.
Tejiendo con pulso fino su Congreso —al final, sería ratificada con votos por sus compañeros— la presidenta de la delegación de base, Dorelys Canivell, aportaba equilibrio a la balanza. Además de convocar a «reanimarnos y oxigenarnos con las fuerzas que nos quedan», la joven ubicó, entre las cosas que hay que hacer, el estudio de experiencias exitosas de los medios más audaces de Cuba, como Escambray, en la gestión de las cuentas y los contenidos periodísticos; algo así como asomarse a los más experimentados en experimentos.
La fragilidad material es tal en el periódico que Marisabel Perdigón, de la página web, lamenta que se pierdan opciones de conquistar nuevos talentos simplemente porque no disponen de computadoras ni garantías de conexión para que eventuales arribantes hagan su trabajo.
Son los contrastes de estos tiempos: el periódico, que en varias situaciones de crisis ha hecho valer la condición de su nombre, está preocupado por la captación de relevo, desde la formación vocacional y el paisaje de los pinareños en la Universidad de La Habana hasta la aspiración de reabrir la carrera en su propia provincia.
En su transcurrir, la reunión hizo palpable el entendimiento del colectivo de los nuevos tiempos y ventajas de todo tipo que se pueden sembrar en ellos. De momento, su primera tarea es diseñar esa transformación del modelo y dar los pasos para convertirse —cuando su ritmo y solo él lo haga posible— en multiplataforma.
Aunque los anuncios a veces pueden parecer un tanto vertiginosos, Ronquillo les hizo una consideración que debe honrarles, como a todos los periodistas cubanos: «En medio de un recio ataque externo, nosotros hemos sido nuestros más firmes críticos, pero tenemos un sistema de prensa triunfador, que ha vencido la bestial maquinaria de tergiversación contra Cuba. Este sistema de prensa es vital en el fomento de la resistencia de los cubanos».
Nación «a la pinareña»
La muy pequeña —solo en tamaño— delegación de medios nacionales en Pinar del Río, liderada por el destacado periodista Ronald Suárez Rivas, hizo una asamblea XI Congreso concreta y enjundiosa, como buen reporte de corresponsal.
Tras la lectura de un informe de trabajo quinquenal en el que su presidente de base tuvo el detalle de incluir en una idea un apellido esencial del periodismo que suele pasarse por alto: la belleza, sus integrantes apuntaron preocupaciones recurrentes.
Alina Cabrera refirió la seria desprofesionalización del gremio en la provincia, realidad que pudiera aliviarse con un diplomado de reorientación, pero no más que eso: aliviarse.
La solución —dijo ella, como dicen tantos colegas de su tierra— sería rescatar la carrera, pero las discusiones han dejado claro que ese rescate implica otros «salvamentos» previos, como la formación de másteres y hasta doctores que, desde nuestras filas, satisfagan las exigencias de la academia.
Las insatisfacciones de Alina no quedan ahí. También incluyen el hecho de que ciertos organismos de la provincia no los consideren como prensa a la hora de las coberturas y lleguen hasta a dejarlos fuera, en su propia valla, cuando llegan los periodistas de La Habana. La corresponsal de Radio Rebelde añadió que debe hacerse más en la atención básica al periodista en cobertura, pues a veces los han dejado tirados justamente cuando les urge enviar.
Por su parte, la periodista y comercial de la revista Opciones, María Bárbara Hernández, criticó que a veces a algunos les tome días dar ciertas informaciones de alto interés público. «Las determinaciones informativas tienen que ser más ágiles y el grupo admitido en las coberturas debe ser más abierto», demandó en franca concordancia con Alina.
«El periodista que se queda en su provincia, que normalmente no viaja al exterior, no puede aspirar ni a hacer una cobertura de primer nivel en su territorio», puso de ejemplo.
Dada la reiteración aquí de la preocupación por la carrera, Ricardo Ronquillo concordó con ellos en que es estratégico luchar por restablecerla, aunque las condiciones han cambiado sobremanera.
Ahora que se refieren variables tan singulares como las dificultades para una familia de sostener un becado en la capital, la jubilada Olga Crespo congeló a todos con una pregunta: ¿por qué no se puede estudiar periodismo a distancia?
De momento, Pinar del Río sabe que tiene 24 hijos en la capital del país, en distintos escalones de la carrera, pero tiene también el pesimismo de que tal vez ninguno llegue mañana a ejercer la profesión en casa.
La demanda de personal periodístico en el territorio, según precisó Félix Témerez, anda por los 60 profesionales, y la tendencia puede apuntar a crecer, de ahí que en la pequeña delegación de Ronald el plan de acción apunte a la superación profesional en las dos vertientes de gestión en experimento, de manera que lleguen a los 60 años de la UPEC y al XI Congreso, en julio de 2023, con buenos titulares propios.
Aunque su «carga» sea otra, la de Ronald Suárez Rivas es otra guerrilla de nuestra prensa que puede aportar a la aspiración de Ronquillo: «el mejor regalo sería que lleguemos a ese aniversario sin escepticismo, con fe, con otro modelo de prensa que nos premie en lo profesional y en lo personal».
Lo curioso es que la mejor respuesta de todo, desde todos, para todos, la vio Cubaperiodistas en un cuadro inmenso, en la pared del periódico pinareño, justo al salir de su asamblea. El diploma, obsequiado por sus 50 años, les premió con esta frase de Ernesto Guevara, el guerrillero mayor: «La única lucha que se pierde es la que se abandona».