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Las certezas de la Revolución de Octubre

La Revolución de Octubre, como el Eleguá de los yorubas, abrió caminos que comenzaron a desbrozarse desde la rebelión de Espartaco, la Comuna de París, desde que el primer terrícola soñó que la vida podía ser diferente sin explotadores, sin clases privilegiadas, sin dioses que parecían inclinados a proteger a los poderosos.

La Revolución de Octubre fue la certeza de que se podía derrumbar un poder que parecía imbatible.

Pero también la incertidumbre de cómo usar ese poder inédito frente a las agresiones externas que inmediatamente se manifestaron, a los conflictos internos que surgieron con los conocidos demócratas que estaban contra la tiranía zarista, pero también contra los excesos democráticos respecto a las masas, cómo estructurar ese poder para que beneficiara a los desposeídos y no repitiera fórmulas conocidas a pesar del apego de los muyik al padrecito zar, convencidos de que la aristocracia era mandato de Dios.

Demasiado pronto la sabiduría de Lenin desapareció con su muerte temprana y la llegada de Stalin. A pesar de la advertencia de Lenin, comenzó la deformación que a la larga condujo a la desaparición de la Unión Soviética no obstante las transformaciones enormes de la Rusia original, de los beneficios para la mayoría de la población, de la gran victoria contra el fascismo, la inauguración a escala mundial de la carrera espacial, porque no se alcanzó la participación real de la ciudadanía en la gestión gubernamental, ni el control popular sobre la misma, factores esenciales para conseguir una democracia que supere a la fallida impuesta a favor del capital, democracia que requiere aprendizaje, entrenamiento y la insuperable pedagogía del ejemplo para influir sobre las veleidades de la naturaleza humana y conseguir una sociedad con una cultura de vida diferente a las conocidas.

El espirítu rebelde contra la explotación como fuente de desdicha, la posibilidad de tomar el poder con el indispensable apoyo de las mayorías son legados que no pierden vigencia en este mundo que parece retroceder a la barbarie. También lo que no se debe hacer si se quiere mantener el poder revolucionario frente a enemigos tan cruentos decididos a aprovechar cualquier fisura para destruirlo.

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Soledad Cruz Guerra
Periodista, ensayista y escritora cubana. Trabajó en Juventud Rebelde como una de sus más sobresalientes articulistas. Fue la representante Cuba en la UNESCO.

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