Se opuso a Machado, pero cambió de postura cuando el dictador, en 1927, lo nombró agregado comercial de Cuba en París, Londres, Berlín, Bruselas y Madrid, cargo generosamente remunerado que mantuvo hasta el derrumbe de la dictadura en 1933, y desde el que pasaba información a la Policía del régimen sobre el movimiento y las actividades de los revolucionarios cubanos en Europa. Al regresar a la Isla, en 1936, gracias a la amnistía que benefició a los machadistas, se empeñó en conseguir la rehabilitación del Partido Liberal, proscripto por el presidente Grau por su apoyo a Machado, y presidió esa organización política hasta 1940.
Dos años después ocupó la cartera de Educación en el gobierno constitucional del presidente Batista y desde ese cargo promovió la legalización de la CTC. Al perder el candidato de la coalición batistiana las elecciones de 1944, se afilió al Partido Auténtico, aunque no tardó en enfilar sus dardos contra el nuevo gobierno. Senador hasta 1948, quiso Prío entonces incluirlo en la boleta senatorial del Partido Auténtico y lo consiguió pese al criterio de Grau de que a los traidores se les paga, pero no se les premia. Ministro sin cartera en el gabinete de Prío, se desmarcó del gobierno tras el asalto al periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular. Militó en el Partido Ortodoxo, de Eduardo Chibás, el más encarnizado enemigo de dicho mandatario. Apoyó el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y fue de los doce periodistas, junto a Gastón Baquero, Luis Ortega, Miguel de Marcos, Gustavo Urrutia… que integró el Consejo Consultivo, que asumió funciones legislativas durante los dos años iniciales de la dictadura. Fue Ministro de Comunicaciones de Batista entre 1954 y 1958…
Famoso por sus zigzagueos políticos, Ramón Vasconcelos Maragliano fue, se dice, arquetipo del columnista temperamental. Justificaba esos virajes. Decía que él no cambiaba, que la que variaba era la realidad política. Se comenta que Chibás cuando aludía al personaje, decía: “Vasconcelos vas con plata”.
Por la agudeza de sus opiniones y la elevada elegancia de su prosa, sus artículos y, en especial, sus panfletos resultaban siempre admirables y despertaban poderosas sugestiones en los lectores, que no vacilaron en exaltarlo como “la pluma de oro del periodismo cubano”, expresión que caló en la conciencia colectiva y que aún se repite sin que se sepa con exactitud su origen.
Fue además un polemista agresivo. Su polémica con Gastón Baquero, por citar solo una de ellas, fue subiendo de tono y llegó a alusiones personales más o menos molestas. En un momento Baquero afirmó que pondría en blanco y negro asuntos que al ilustre director de Alerta no le gustaría ver en letra impresa. Zorro al fin, Vasconcelos se percató por donde venía el poeta de Saúl sobre su espada y Palabras escritas en la arena por un inocente, y sin esperar a que se materializara la amenaza contactó con Miguel Ángel Quevedo, director-propietario de Bohemia. Le dijo. “Miguel, llámelo a capítulo porque si me menciona a Gloria (la esposa) lo mato”. No se sabe ya si fue la mediación de Quevedo, que fructificó o que Baquero se tomó en serio la advertencia de su rival. De cualquier manera, la agria discusión se diluyó. Tal vez pesara en el ánimo del poeta el saber que el 24 de febrero de 1919, en Santiago de Cuba, en el curso de una reyerta callejera, Vasconcelos mató de un tiro al joven liberal Alfredo Justiz, por lo que se le condenó a seis años de privación de libertad, que no cumplió del todo pues el presidente Zayas lo indultó en 1921.
Vuelvo a mi origen
Ramón Vasconcelos Maragliano nació en Alacranes, provincia de Matanzas, el 8 de febrero de 1890. En 1907 fue maestro de primaria en una escuela pública que dirigió Antonio Iraizoz, otro periodista notable, y formó parte, en 1908, del claustro de la escuela Luz y Caballero, considerada entonces un centro escolar de excelencia. En 1910 viajó a México e hizo estudios en Francia, Italia y España. Fundó los diarios El Cuarto Poder, El Universal y El Liberal, dirigió La Opinión y Rebeldía, y a partir de ahí colaboró con los más importantes periódicos y revistas cubanos. En 1920 estuvo en Marruecos, fue corresponsal en Madrid del periódico El Mundo , y desde de ese año, y hasta 1924, Historiador de La Habana. Promovió la creación del Patronato Nacional del Teatro, que llegó a presidir, y fue determinante su concurso en la creación de la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, empeño que le hizo rememorar sus días de maestro de primaria y que evocó en una crónica sentida y bellísima que dio a conocer con el título de Vuelvo a mi origen.
En marzo de 1934, en Belascoaín y Virtudes, la Comisión de Acción de la organización Joven Cuba lo hizo objeto de un atentado que lo puso al filo de la muerte.
Entre otros títulos, publicó Lenin, el camarada dictador (1936) y en el rubro de la literatura de viajes, poco frecuente en Cuba, libros como URSS y el ensayo ruso (1937) y Bulevar; Iluminaciones sobre el Sena, Montparnasse; Impresiones de arte, París bien vale una misa, y República española número dos, todos de 1938. También la novela La letra de molde (1936). Antes, en 1935, dio a conocer Dos años bajo el terror, compilación de materiales publicados en la prensa y entre los que figura el titulado Media hora en Columbia. Vasconcelos acude a ese campamento para tratar con el coronel Fulgencio Batista, el hombre fuerte del momento, la legalización del Partido Liberal y no puede dejar a un lado al periodista que es y que reproducirá juicios y opiniones del militar a quien capta en sus gestos más nimios. Una entrevista antológica, memorable, como lo son asimismo la crónica que dedicó al arte escultórico de Florencio Gelabert, y el artículo El último espartano, publicado a raíz de la muerte de Chibás. Mención especial merece su artículo ¿Por qué mirar el trabajo como una maldición?, que le valió el Premio Justo de Lara en 1946.
En 1949 Vasconcelos asumió la dirección del vespertino Alerta que tenía a Rafael Esténger como jefe de su plana política y contaba con colaboradores como Guillermo Villarronda, Salvador Bueno, Ramón Loy, José de la Luz León y Agustín Acosta. Era Vasconcelos entonces propietario de la mitad de las acciones del periódico, que con el tiempo traspasó mediante contrato de venta, a la Compañía Inmobiliaria Rocar S. A., propiedad secreta de Fulgencio Batista, aunque conservó la dirección hasta 1957. Recibía de la dictadura un pago de diez mil pesos mensuales. Su finca de recreo se asentaba en lo que hoy es Expocuba.
Fidel Castro, en vísperas de su salida de México para iniciar la lucha contra Batista en la Sierra Maestra, envió a la revista Bohemia el famoso documento en el que expresa: “Sin salgo, llego. Si llego, entro. Si entro, triunfo”. Miguel Ángel Quevedo se negó a publicarlo porque, dijo Enrique de la Osa a este cronista, “es un llamado a la insurrección”. Enrique intervino entonces en el asunto y decidió que el periodista Benjamín de la Vega, de la redacción de Alerta, viajara a México para que con la anuencia de Fidel y su supervisión transformara aquel documento en una entrevista en la que el futuro expedicionario del Granma expusiera, al igual que en documento remitido a Bohemia, su decisión de lucha contra Batista. Aquella entrevista apareció el 19 de noviembre de 1956 en Alerta, periódico dirigido por un ministro de Batista y que contaba con una fuerte contribución monetaria de la dictadura que la Revolución se proponía derrocar.
Parece que Vasconcelos salió de Cuba antes del triunfo de la Revolución no después de 1959, como se dice. En su periódico de Carlos III, 615 se instaló el periódico Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio. Estuvo en México y en España. Un día el Comandante en Jefe Fidel Castro se topó con Gloria, hijastra de Vasconcelos y casada con Ramón Santé, que fuera importador y distribuidor en La Habana de la Mercedes Benz y los camiones Berlietz. El entonces Primer Ministro se interesó por el viejo periodista que enfermo y ciego se hallaba asentado en Yucatán. Exploró ella la posibilidad de su regreso y Fidel la creyó posible. Parece que el Comandante intervino directamente en el asunto y Vasconcelos retornó, en 1964.
Fidel se interesó asimismo por el regreso a Cuba de Max Lesnick, periodista y líder de la Juventud Ortodoxa y confió a Alfredo Guevara la tarea de hacerle saber su decisión. Idéntica tarea confió al dirigente obrero ortodoxo Javier Lezcano con el comentarista radial José Pardo Llada, y Raúl Roa recibió encomienda de trasmitir a Miguel Ángel Quevedo la propuesta de Fidel.
Ya en Cuba, Vasconcelos fue a residir a Santa María del Mar donde, decía Conchita Fernández, Fidel lo visitó alguna que otra vez para abordar temas de una historia que el periodista conocía bien por haberla vivido a veces como protagonista y otras como testigo. Allí murió el 11 de agosto de 1965, olvidado por amigos y enemigos.