Todos hemos sido afectados por el impacto del huracán Ian. Es comprensible la lógica irritación de quienes llevan varios días sin servicio eléctrico: la pérdida de alimentos o el llanto de un niño que no se duerme debido al calor no generan calma, sino desesperación. Pero veo gente aprovechando las penurias eléctricas en Cuba para llamar a la violencia… de lejos. Son los mismos que han llevado el bloqueo a un extremo violentísimo.
Estarían felices de un muerto para convertirlo en bandera y llamar a la intervención militar que tanto desean. La mayoría de los cubanos no les hace caso pero puede haber quien les regale un grito con la consigna que quieren escuchar y les envíe el video para que moneticen sus sucios perfiles. Sin embargo, no he visto un solo acto de violencia de las autoridades que han acudido contra quien ha expresado públicamente su irritación en estas difíciles circunstancias, algo que sería un tesoro con el que los enemigos de Cuba puedan justificar su odio.
Es la hora de la serenidad, de argumentar, explicar y comunicar, oportuna y pacientemente, también de saber diferenciar entre la protesta que surge de la falta de información en una situación tan difícil, de quien se presta como peón del veneno. Tenemos organizaciones, delegados y consejos populares para, al margen de la prensa y el mundo digital, hacer llegar la información oportuna a cada ciudadano. Donde eso falla, fallamos. Son gente ejemplar que sufre penurias al igual que todos pero necesitan que se les brinden datos y argumentos para hacer ese trabajo insustituible. Como ellos, los cubanos buenos son más, muchos más y prevalecerán, como la palma enhiesta de Carlos Enríquez y Sindo Garay ante el viento de la dura tempestad. Prevalecerán aún desde esta hora difícil. Son los que prefieren trabajar por el bien común, esos que vemos arrimando el hombro para dar luz, agua e higiene para todos.
(Tomado de La Pupila insomne)