Para cerrar la intensa jornada de exposiciones sobre los 60 años de la Crisis de Octubre, el Doctor Eduardo Torres Cuevas apeló a la semilla de este pueblo: los jóvenes. «Quiero hablar del espíritu de aquella generación que ahora ronda los 80 años. Quienes manejaban las cuatro bocas eran estudiantes. Ahí sí se cumplía la idea de ¡Patria o muerte! No estábamos tristes ni acongojados; cantábamos, vivíamos la intensidad del momento sin temer lo que enfrentábamos», dijo en una primera persona, pluralísima ella, que dio más brillo a sus saberes de cubano.
El presidente de la Academia de la Historia y director de la Oficina del Programa Martiano recordó en las palabras finales del Seminario Docente «Aniversario 60 de la Crisis de Octubre», del Instituto Superior de Relaciones Internacionales «Raúl Roa García», la capacidad de cultura para el ejercicio diplomático del Canciller de la Dignidad y la condición de dirigente original con que Fidel Castro, el estadista que más brilló en ese pasaje, rompió todos los dogmas para hacer la Revolución en Cuba.
«Fidel conocía demasiado bien a Estados Unidos y era un gran martiano. ¿Quién mejor que Martí para entender la amenaza de la nación del norte?», comentó el historiador antes de acotar que el Comandante en Jefe entendía las características específicas de ese imperio que, a la larga, ha dominado a los antiguos imperios.
Torres Cuevas elogió la riqueza del seminario, desarrollado en dos paneles, con la asistencia de diplomáticos —el embajador ruso en Cuba, Andrei Guskov, entre ellos—, profesores y alumnos del ISRI, investigadores y combatientes. El primer panel, denominado «1962, un año de crisis», contó con la disertación de los Doctores Pedro Etcherry Vázquez y Jacinto Valdés Dapena y el Máster en Ciencias René González Barrios.
Etcherry Vázquez, del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, abordó la lucha contra bandidos y piratas en 1962, año que en enero registraba 41 bandas con unos 500 alzados contrarrevolucionarios, en el centro del país, pero que ya para junio eran 181 de estas formaciones terroristas con casi 1600 miembros.
Estos grupos asesinaron durante ese año a 215 personas y ejecutaron, con respaldo de la CIA, múltiples infiltraciones y sabotajes. Su misión era entonces sembrar el pánico como preludio de la invasión de sus amos, pero aun el país no se ha librado de semejante odio. «Cuba acumula —dijo el investigador— 64 años de sobrevuelos espías».
El Doctor Valdés Dapena, también del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, centró su exposición en la Operación Mangosta. Partió de la expresión de Robert Kennedy de que «Cuba es la máxima prioridad de los Estados Unidos. Todo lo demás es secundario», para explicar el más grande programa subversivo de Washington contra el Gobierno revolucionario en los años 60.
Esta Operación arrancó en noviembre, a partir de las consideraciones que dejó el fracasado ataque a Girón, y concluyó a finales de 1962, como otra derrota para Estados Unidos. El investigador destacó que no fue una simple operación, sino todo un programa del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, con la contribución de múltiples agencias.
«Contemplaba 33 tareas de tipo económico, político, militar, de inteligencia, de guerra sicológica y de guerra biológica», señaló Valdés Dopena, quien agregó que la agresión a Cuba estaba prevista para octubre de 1962, justo el momento en que, a la postre, se desataría la Crisis. Una evidencia de ello fue la creación, en el sur de La Florida, de la estación CIA más grande del mundo, con un presupuesto superior a los 100 millones de dólares, más de 500 oficiales de caso y unos 4000 colaboradores en plantilla.
René González Barrios, historiador y director del Centro de Estudios Fidel Castro, ofreció elementos de la acción contra Cuba desde la Base Naval de Guantánamo, en 1962. El investigador aclaró que esas agresiones comenzaron el primero de enero de 1959. «La base ocupó un sitial en la agenda electoral de Estados Unidos», afirmó para introducir elementos como la campaña en torno a un presunto desalojo forzoso de sus ocupantes a manos de fuerzas cubanas.
En el mismo mes de abril de la invasión a Girón, 40 navíos de combate se concentraban cerca de la base, que después fue sede de un grupo de inteligencia radioeléctrica enfocado en hacer daño a Cuba.
Entre las trampas que se concibieron para hacer lobby guerrerista estuvo la idea de hacer volar un barco estadounidense en la base para culpar a Cuba. Un Maine de nuevo tipo.z
González Barrios recordó cómo desde ese enclave se probaba continuamente los nervios de nuestros soldados, sometidos a humillaciones y a retos que no podían contestar. Solo el 6 de julio de 1962 —puso como ejemplo— se hicieron, desde el otro lado, 94 disparos contra las postas cubanas.
Para el mes de la Crisis de Octubre estaban en la base 16 000 efectivos estadounidenses. Luego de ese capítulo, esas fuerzas se dedicaron a proveer a los alzados contrarrevolucionarios.
Durante el segundo panel del seminario, los Doctores Tomás Diez Acosta y Hassan Pérez Casabona y el Máster en Ciencias Santiago Espinosa Bejerano disertaron sobre «La batalla diplomática y política en torno a la Crisis de Octubre».
Pérez Casabona, analista del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana (CESHEU) abordó «La Crisis de Octubre en la Geopolítica Hemisférica». El profesor refirió la paranoia norteamericana al percibir en peligro su supuesta excepcionalidad mesiánica, ese basamento doctrinal de la guerra fría.
«En medio de la lucha Este-Oeste —dijo— triunfó la Revolución Cubana y Estados Unidos no aceptó la rama de olivo que ésta le ofreció. Por el contrario, optó por las agresiones. Demócratas y republicanos querían, por igual, socavar a Cuba de cualquier modo y emplearon a la OEA como punta de lanza».
El profesor del CESHEU enunció la diferencia de Cuba sobre el secreto de la URSS acerca del traslado de los cohetes y remarcó que la Isla siempre comunicó su posición al aliado, sin titubeos. De atenderse los Cinco puntos defendidos por Fidel y obligar a la Casa Blanca a un compromiso formal, se hubieran solucionado claves de la agresión yanqui al país, ahora recrudecida.
«No fue ético ignorar a Cuba —que corría los mayores riesgos— y eso dejó huellas en las relaciones entre La Habana y Moscú. Se dañó la confianza, pero toda la Crisis dejó en claro que debíamos cifrar las esperanzas en nuestras propias fuerzas», concluyó el académico.
Tomás Diez Acosta, autor de una decena de libros sobre la Crisis de Octubre, comentó la estatura política de Fidel en aquel suceso. «El Comandante en Jefe no fue sorprendido por el estallido de la Crisis. Antes de que John F. Kennedy hablara el 22 de octubre ya Cuba estaba en alarma de combate, ejecutando su plan de aviso, y el 23 tenía a sus hombres sobre las armas», señaló.
La visión de Fidel fue tal que antes, desde el 10 de octubre, las tropas tenían la Directiva Operacional de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para su despliegue en caso de agresión. Los estados mayores, en varios niveles, habían hecho el trabajo.
Diez Acosta reiteró la postura de Fidel de decir la verdad sobre los cohetes, poniendo énfasis en que armarse para la defensa era un derecho de Cuba que no violaba ninguna ley. «Se confió en la decisión soviética, pero ello, a la larga, dio pretextos a Estados Unidos para decirse engañado, justificar su cerco naval y sacar ventaja política», consideró.
Sobre la batalla diplomática de ese tiempo, el Máster Santiago Espinosa Bejerano, profesor del Centro de Investigaciones de la Política Internacional (CIPI), destacó los nuevos modos de defender internacionalmente los derechos de Cuba que instauró la Revolución, con Fidel Castro y el canciller Raúl Roa a la cabeza.
El investigador del CIPI contó que apenas cuatro meses después del triunfo de la Revolución, Cuba y Estados Unidos chocaron en la ONU porque a la Casa Blanca le molestó sobremanera la Ley de Reforma Agraria promulgada por Fidel, que afectaba sus intereses.
Luego, mientras se bombardeaban aeropuertos cubanos como preludio de la invasión por Girón, Roa peleó por una sesión de urgencia del Consejo de Seguridad para denunciar ante el mundo lo que pasaba.
Vencidos en Girón, los yanquis intentaron negar su participación, pero el aplomo de nuestros diplomáticos permitió enfrentarlos hasta que el mismo Kennedy tuvo que admitir su responsabilidad y su derrota.