COLUMNISTAS

Una guerra en expansión

¿A quién creer cuando las verdades de unos son contrarias a las de otros? En tiempos en los que cada vez hay más medios de información al alcance de crecientes conglomerados humanos (hasta los menos desarrollados enarbolan instrumentos digitales) encontrar certezas sin contaminar se hace un desafío impostergable.

La guerra que se desarrolla militarmente en territorio ucraniano (y por momentos rebasa sus fronteras) es global en lo económico y política e ideológica entre dos polos claramente identificables, como consecuencia de ese enfrentamiento al que llevaron a un estado largamente combatido. En lo informativo lo que ha logrado este episodio es hacer más visibles las anomalías históricas entre lo que se dice y la realidad de lo dicho.

Soy de los que sigo el palpitar del mundo (el inmediato y el remoto) por hábito profesional, iniciado hace más de medio siglo en un atestado salón, entre máquinas de escribir, humo de cigarrillos y muchos, muchísimos papeles llamados “cables”, recibidos en ruidosos teletipos en otro salón anexo, en los que se recibían los despachos informativos de decenas de agencias noticiosas.

Por mis manos pasaron a lo largo de los años los “flash” y “urgentes” hasta los más sesudos análisis de los medios cablegráficos de alcance planetario como AP, UPI, AFP, Reuter, EFE, Ansa y Tass y de otras regionales e incluso nacionales, con las que Prensa Latina tenía (o no) acuerdos de intercambio. La aclaración es necesaria porque con las anglosajonas del norte americano nada era posible en tiempos de bloqueo estadounidense y por tanto se las “pirateaba” del éter (como hacíamos con las radiofotos).

Esta historia viene a cuento para explicar que desde entonces tuve que entrenarme, como mis colegas ya eran duchos, en discernir entre las líneas donde estaba la verdad: desde temprano aprendí que la presunta objetividad era relativa y había que cruzar fuentes, no dejarse llevar por entusiasmos coyunturales ni creencias a ultranza ni suposiciones falta de fundamentos.

El propio fundador de la agencia latinoamericana en la que nació mi vida profesional, el argentino Jorge Ricardo Masetti, había sentenciado que este medio era objetivo, pero no imparcial, porque “no se puede ser imparcial entre el bien y el mal”. También, por tanto, había que tener en cuenta lo que era bueno y malo para otros. El color que teñía el arcoíris informativo cotidiano dependía de ello.

El propio primer director de PL advertía: “Quienes se tomen el trabajo de leer la historia de las agencias imperialistas, historia escrita por ellos mismos, van a ver que desde principios del siglo pasado se repartieron el mundo como un pastel, para que cada imperio pudiera ocultar a los pueblos que oprimían las noticias que más les interesaban, a nosotros nos tocó ser la parte del pastel que le correspondió a los yanquis”.

Hay muchas historias que contar en este terreno tan vasto, en el que algunos medios desaparecieron, como UPI, y otros muchos y en distintos soportes aparecieron, pero todas con un guion similar, en casos idénticos como ahora Ucrania y el “temible oso ruso”.

Y como la vida misma se enriquece con nuevas cosas, el nefasto periodismo prepotente y con pretensiones hegemónicas apela a “fake news”, distorsiones y omisiones para adormecer, desestimular, reencauzar y buscar respaldos de ingenuos, superficiales o almas sanas que se horrorizan ante el mal ajeno, sin verificar antecedentes y realidades.

Ese es un desafío histórico, desde mucho antes de lo que Masetti denunciara en 1959, pero que hoy cobra cada vez mayor importancia. Por eso hay que respaldar la causa de Julián Assange, fundador de Wikileaks, medio que difundió interioridades monstruosas nacidas de las esencias depredadores del que se considera amo del mundo.

En tan complejas y críticas circunstancias por la que atraviesa la humanidad y ante la compaña de falsedades convertidas en verdades es válida invocar la convocatoria que hizo un mártir del periodismo mundial, como el checo Julius Fucik, cuando, al pie de la horca, ante el peligro del fascismo, escribió: ¡Estad alerta!”

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José Dos Santos
José Dos Santos (1947) Periodista cubano. Bachiller en Ciencia. Licenciado en Ciencias Políticas. Comenzó su vida periodística en 1969 en la Agencia Prensa Latina, donde fue desde auxiliar de redacción y Jefe de Servicios Gráficos, corresponsal jefe en la RDA y la RFA y vicepresidente para la Información (1984-1993). Quince años vicepresidente primero de la UPEC (1993-2008) y dos años subdirector de la revista Bohemia (2014-2016). Entre sus condecoraciones cuenta con seis Distinciones, tres Medallas y dos Sellos. Es autor de varios libros testimoniales y sobre el jazz, materia sobre la que es fundador de un sitio web del Ministerio de Cultura y escritor y productor de programa radial La Esquina del Jazz, desde 1993.

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