Rápido para el intercambio, sutil bromista empedernido, agudo en sus observaciones, preciso en sus criterios, revolucionario cabal y, por tanto, siempre dispuesto a crecerse ante los desafíos: así recuerdo al Guille luego de 15 años de su ausencia física.
No podré estar en el homenaje, organizado para recordarlo en los tres lustros de su muerte, pero la justa convocatoria me remueve el dolor por esta pérdida y se hace necesaria la recapitulación que exhorte a seguir las huellas que dejó.
Guillermo Cabrera Álvarez fue —y sigue siendo— de los seres humanos con los que era —y es—necesario interactuar en el campo del periodismo cubano en épocas de desafíos, como son los actuales, en aras de enfrentar los entretelones de un diferendo ideológico que intentaba —e intenta— socavar el apoyo de las nuevas generaciones al proceso social nacido en 1959.
Creció en el combate de los primeros tiempos, desde aquella organización en la que compartimos filas, aún sin conocernos: la Asociación de Jóvenes Rebeldes. Ya en el periodismo, reportero en la revista Mella, fue fundador del diario Juventud Rebelde y primer director de la revista Somos Jóvenes.
Yo lo vine a conocer en persona como subdirector del diario Granma cuando ya me parecía estupenda su labor profesional, con los oídos y los pies bien pegados a la tierra que le vio nacer, lo cual se expresaba en artículos y reportajes de variada índole. Estuve entre quienes lo propusieron para asumir la dirección del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, perteneciente a la Unión de periodistas de Cuba (UPEC), en el mandato que recibió su nueva presidencia luego del VI Congreso de la organización, en 1993.
Transcurría pleno Período Especial, cuando Guille asumió, con la perseverancia e imaginación que le caracterizaban, la tarea de rescatar un esfuerzo de superación profesional que abarcaba, en sus orígenes, a toda Latinoamérica bajo los auspicios de la ahora desaparecida Organización Internacional de Periodistas (OIP), inspirada en el también extinto campo socialista de Europa del este.
Acerca del éxito de ese empeño habría que hablar hoy mucho y bien, un camino continuado —tras su muerte— por Antonio Moltó Marturell (fallecido en 2017), otro paradigma del periodismo cubano contemporáneo.
Todos los que vivimos aquellas etapas de intensa labor con el objetivo de recuperar al sector del periodismo de los embates del Período Especial, disfrutamos de las intervenciones de Guillermito en Congresos y Plenos que le valieron, en 1999, el cariñoso mote de “El Genio” por parte del Comandante en Jefe, infaltable en esos debates.
Ya había escrito libros sobre hechos y personajes históricos como Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, y colaboraba regularmente —incluso redactando discursos—- con dirigentes juveniles de la época que ocupaban importantes cargos de dirección nacional, de lo cual jamás hizo ostentación y sólo unos pocos conocíamos.
Con el autor de las secciones Abrecartas, de Granma, y la Tecla ocurrente, de Juventud Rebelde y del Gran Premio de la OIP, en 1972, por un reportaje a un soldado estadounidense destacado en la guerra de Vietnam, compartí muchos momentos en aquellos años en la UPEC, tanto en Cuba como en tareas foráneas, que cimentaron una relación más que amistosa, de hermanos. Y hoy me animo a proclamarla.
Murió con las espuelas en las botas, el 1 de julio de 2007 víctima de un paro cardíaco, en buena medida por desoír los consejos de que aminorara la marcha. Ya había tenido una compleja intervención quirúrgica en el Hospital Cardiocentro Ernesto Che Guevara, de la central provincia de Villa Clara y se había recuperado bien, pero… nada le impedía alejarlo del fragor del combate ideológico-profesional permanente.
El Guille era un entusiasta visionario de tiempos por venir, y un creador de iniciativas; aún recuerdo su propuesta para imponer, en la Plaza de la Revolución, un récord Guinness por el mayor beso colectivo en la historia. Con idealistas y periodistas íntegros como él, debemos nutrirnos hoy para avanzar en la búsqueda del camino justo y sustentable hacia el socialismo del siglo XXI.
Recopilar y publicar sus escritos es mi propuesta para finalizar estas líneas dedicadas a quien, en su jocosidad permanente, llamaba “Flaco” a amigos como yo, quien sobrepasaba las 200 libras entonces. Se le recuerda siempre.
Foto de portada: Nuestra última foto juntos, tomada en un acto en la sede habanera del Partido Independentista Puertorriqueño (2007).