De pronto, sin previo aviso aparentemente reconocible, cambió la vida de todos y de todas. La esquizofrenia social, resultado de la opresión del mercado y la enajenación, sufrió una parada en seco. Tal vez el ejemplo más evidente en términos de cultura de masas y comunicación es que, por primera vez, los aplausos a los millonarios clubes de fútbol y a sus estrellas mutaron a los médicos y al personal de salud, hasta ahora ignorado o subestimado en gran parte del orbe. Por primera vez, también, en el llamado primer mundo muchos se percataron de que los médicos, las enfermeras y los científicos representan un bien mayor y que sus salarios resultan misérrimos allí donde los futbolistas son millonarios.
Desde los balcones, más que poéticos protagonistas de las gestiones de las crisis, cobraron visibilidad la construcción de narrativas de la cotidianidad desmaquillada, la desventura heroica y la solidaridad vs insolidaridad, tres ejes fundidos e impensados para el corporativismo neoliberal.
Aún observamos el desarrollo del después de la pandemia. Existirán, como siempre en narrativas múltiples, pero mucho habrán cambiado los mundos: los plurales se habrán impuesto y la naturalización de la fragilidad humana podría dar lugar preeminente a la paciencia de la modernidad, olvidada o segregada por una contemporaneidad que ha sido vista en términos de “llegué primero”.
Sin embargo, está por verse aún… noticias de última hora dan cuenta que parte del personal de salud que trabajó heroicamente durante la pandemia, sobra en muchos lugares y están yendo a la calle médicos y enfermeras…
Desde Cuba, y desde las profundidades de su literatura y su pensamiento intelectual, remarcamos el rol protagónico de las mujeres en este escenario. La intuición y las narrativas del mundo apuntan a que ha sido similar en todas partes. Hora también de visibilizar, una vez más, a las mujeres, la mitad del planeta.
En la isla , en medio de la Covid-19, las redes entrenadas han vuelto a ganar supremacía: el 70 por ciento del personal de la salud es femenino. Ellas han tenido que organizarse muy bien para cumplir con su deber social como médicas y científicas dentro y fuera del país en las brigadas solidarias en todo el mundo, donde la mayoría, una vez más, son mujeres.
Estamos en una parte del mundo, en la etapa pos-Covido lo que creemos que es. De nuevo el mundo abriendo los ojos ante realidades bien complejas… ¡con tantas interrogantes!
Podríamos hablar de un nuevo parteaguas que ha establecido la pandemia y sus consiguientes narrativas: entre los países ricos y los países pobres, entre los vacunados y los no vacunados; en las naciones ricas, entre los sin trabajo y los trabajadores, entre los pobres y los empobrecidos, entre lo público y lo privado, entre la soledad y las redes de apoyo, entre la vida-vida y la vida en redes sociales, entre la reemergencia de las luchas anticapitalistas y las luchas antisistema y la desmovilización social, entre los jóvenes y los viejos, entre la intolerancia y la asunción acrítica, entre los enfoques ecologistas y el arrasamiento, entre lo individual y el individualismo, entre la fugacidad-espectáculo y la trascendencia, entre el llamado trabajo intelectual y el también llamado trabajo manual, entre lo político y lo político aun cuando quieran disfrazarlo de otra cosa…
Y como transversalidad, las narrativas feministas, de la existencia cotidiana y de la memoria. No importa en qué punto del planeta te sitúes. En Cuba, las narrativas de las mujeres en las largas colas por el sustento familiar o de salud, o de vida. Siempre desde el sustento, lo sustentable o sostenible.
Ya hace algunos años, la curadora y pensadora española Chus Martínez expresaba en La Habana algunas ideas que parecen para hoy:
- Cada vez que alguien expresa su interés por la naturaleza, la gente cree que es un tema más. Sin embargo, es una sustancia filosófica que nos permite pensar nuestra relación con la ideología y con el poder. Y eso es fundamental para el arte, que no vive solo de las ideas sino de la experiencia; compartida con la tecnología y las culturas ancestrales.
- Está también lo que ella llama una segunda sustancia que es el género, en equivalencia con la naturaleza.
- Y una tercera sustancia, raza y etnicidad, que lleva a la expectativa de querer vencer la barrera entre el mundo colonial y el mundo colonizado, y la pregunta de por dónde empezar. Y la experiencia con el cuerpo en el agua como mega programa de mirada interna, pudiera marcar el comienzo de ideas sobre la naturaleza de las cosas y del poder colonial, no suficientemente rebatido y aún anclado de alguna forma en la ideología colonial, no solo como experiencia artística, sino social.
Compartimos con Chus Martínez la imperiosa necesidad de anclar la mística de las prácticas socio existenciales, correlacionarlas con el arte y la cultura desde la exploración del pensamiento científico, la apropiación y uso de las tecnologías y la reemergencia de la memoria como proa de experiencias de documentos y archivos activados y resignificados para intentar también reinicios de pensamiento, ideas, ideología y nuevas nociones de política y de futuro.
Entonces, en el viaje de la existencia siguen estando los núcleos de la producción simbólica en todos los sentidos. No es casual cómo la publicidad comercial afina los relatos para intentar fagocitar las experiencias, las alternatividades y los sentidos del tiempo de la naturaleza, del desarrollo científico, del feminismo y de la llamada gente común en diálogos cotidianos.
En Cuba, exploramos una experiencia en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana: desde hace algunos años comenzamos el intento de dinamizar los currículos de estudio de Periodismo desde otras prácticas.
Para la impartición de Periodismo audiovisual, decidimos empezar, no por los planos, ángulos y movimientos de cámara, sino por las ideas de José Luis Brea en su obra antológica El tercer umbral, para resituar la economía y la producción simbólica en el mundo contemporáneo.
De ahí transitamos en viaje deriva hacia el arte contemporáneo, la comunicación y sus diálogos desde la transversalidad de la imagen. Tomamos prestado el Proyecto Álbum de familia, de artistas albaneses en red, para contar relatos audiovisuales de la memoria familiar a partir de la fotografía fija de archivo. Como condición de trabajo en el aula, cada estudiante elabora su propio Álbum de familia con sus archivos personales, con su manera propia de contar el relato de experiencia en un video arte que después es compartido entre todos si los autores quieren hacerlo público.
A ello añadimos el Proyecto Sonidos de mi país, en que igualmente los alumnos se acercan al periodismo radiofónico contando sus relatos de vida a través de los sonidos archivos, sonidos cotidianos, en una suerte de iconicidad sonora que identifica cada una de las experiencias propias, presentes o pasadas, como conocimiento tácito compartido.
Para nuestra sorpresa, en los relatos presentados en el aula (algunos de ellos publicados incluso, en convenio con la TV cubana), emergieron aspectos que consideramos clave para entender el mundo de hoy, en particular de los jóvenes; los peligros y los nichos de construcción de sostenibilidad e identidad colectiva:
- Una resistencia inicial a mirar atrás, a buscar en el pasado, a indagar en archivos viejos.
- Después, una inmersión consciente y entusiasta en esos mismos archivos, el contacto con los abuelos y padres, tíos y otros parientes…, la indagación en sus vidas e historias familiares; el diálogo participativo con ellos para encontrar las rutas de las narrativas propias.
- El descubrimiento consciente de la historia familiar en los contextos específicos de cada familia.
- El descubrimiento de los contextos colectivos de la historia familiar.
- La sedimentación de identidad personal y colectiva a partir de una historia personal dentro de la historia colectiva. El sentido de pertenencia a una familia, a un país, a una época, a un mundo.
Y para los docentes que pusimos en práctica el proyecto, cuando vimos 40, 50 relatos Álbum de familia, descubrimos la agenda país desde la comunicación y la cultura. Estas narrativas nos estaban devolviendo la memoria colectiva de los 60 años de la Revolución Cubana en sus diversidades y en su evolución en el tiempo.
Resulta significativo que en los relatos de los primeros años, la emergencia del proyecto colectivo dentro del proyecto personal, era muy evidente. Se identificaban, de manera reveladora, los caminos de Cuba post 1959 desde la estética emergente hasta en la intención de los relatos: los uniformes de becarios cubanos de las escuelas en el campo, las poses fotográficas junto a los televisores y objetos que venían de la exURSS, las fotos de padres y madres en la exUnión Soviética donde hicieron estudios universitarios, imágenes de soldados en Angola, las madres y padres como doctores en África o en América Latina, en Venezuela, fotos de la diáspora cubana en distintas partes del mundo, fundamentalmente, en Estados Unidos y Europa, y fotos colectivas, familiares y con compañeros de aula como parte de la familia.
En la medida que nos acercamos a los últimos cursos académicos, empezamos a observar cambios en la naturaleza de los relatos: la experiencia propia se hizo más personal y menos colectiva. Los relatos empezaban a sufrir procesos de inmersión en el yo, cada vez más profundos, centrados en la historia del yo nacimiento, de una familia más compleja, estructurada de otra manera y naturalizada en las nuevas estructuraciones.
De igual modo, la emergencia del proyecto colectivo y de país es visible, principalmente, desde los subtextos, está sumergida en la narrativa del yo existencial como intención explícita y consciente de los autores.
Ya para el año 2021, en pleno rebrote de pandemia en Cuba, a estas mismas directrices se añadía, una mayor inmersión en la familia personal como ágora de salvación, una religiosidad de primer orden y una feminización del relato con el protagonismo de las madres-mujeres en la vida de los jóvenes como deriva de la sobrevivencia.
En la más reciente práctica, estos relatos los complejizamos con otros y solicitamos de los estudiantes, narrativas correlacionadas que englobamos en el título Relatos de pandemia, donde el personal de salud era el protagonista, además con una presencia significativa de las madres médicas o las madres simplemente aportando prácticas e iniciativas de preservación de la vida.
Recuerdo el relato de la mujer periódico: una casa cubana con cientos de periódicos viejos y una mujer… Ella hizo una cuidadosa selección de aquellos que quería preservar como archivos y con el resto empezó a elaborar una suerte de destino protector para la higiene en pandemia: unos como servilletas, otros como guantes que mediaban en los contactos imprescindibles con otras personas, en un contexto donde el acceso a elementos de protección propia como guantes etc., era imposible.
A su vez, en la medida que puso en práctica su iniciativa, cada periódico que empleaba, pasaba el filtro de la activación y resignificación de la narrativa periodística que ese diario le aportaba. Ella recordaba el relato del periódico, lo vivido y cómo resultó hasta hoy. Y desde su cuidadosa selección, estaba situándose sobre todo en la experiencia del lugar de la memoria. Resultó significativo que las personas de su barrio con las que tuvo contacto —el bodeguero, la farmacia etc.—, comprendían perfectamente la naturaleza de esa experiencia y fue su hijo quien construyó el relato sobre ella.
Estamos en presencia de prácticas que nos están revelando sustancias imprescindibles para entender el alma de los contextos que transitamos y las posibles rutas desde lo social, lo político, el arte, la cultura y su transversalidad comunicativa.
Y para intentar penetrar estas prácticas, nos atenemos a la mirada del teórico colombiano Jesús Martín Barbero, fallecido recientemente de Covid-19, y a quien tuve la suerte de entrevistar. En su último gran libro Oficio de Cartógrafo, apuntaba algunas ideas, que considero clave para mirar estas narrativas, que él estableció de acuerdo a una configuración de tres dimensiones: “el espacio del mundo, el territorio de la ciudad y el tiempo de los jóvenes”.
- Como Espacio-mundo, ya que la globalización no se deja pensar como mera extensión cualitativa o cuantitativa de los Estados nacionales haciéndonos pasar de lo internacional (política) y lo transnacional (empresas) a lo mundial (tecnoeconomía). El globo ha dejado de ser una figura astronómica para adquirir plenamente una significación histórica. Ahí están las redes poniendo en circulación, a la vez, flujos de información que son movimientos de integración a la globalidad tecnoeconómica, pero también el tejido de un nuevo tipo de espacio reticulado que transforma y activa los sentidos del comunicar.
- Territorio-ciudad, porque en él se configuran nuevos escenarios de comunicación de los que emerge el nuevo sensorium, cuyos dispositivos clave son la fragmentación —no sólo de los relatos sino de la experiencia, de la desagregación social— y el flujo ininterrumpido de las imágenes en la multiplicidad de pantallas —de trabajo y de ocio—enlazadas.
- Y donde ese sensorium se hace social y culturalmente visible hoy es en el entretiempo de los jóvenes, cuyas enormes dificultades de conversación con las otras generaciones apunta a todo lo que en el cambio generacional hay de mutación cultural.
A partir de estas matrices de análisis, observamos desde experiencias otras, los diálogos diacrónicos a que estamos asistiendo…, en prácticas ciertamente fragmentadas y de tensiones superpuestas…
En la trama pandemia de otro contexto, por ejemplo, en un gran mural que rodea el Museo valenciano de la ilustración y el arte moderno (MUVIM), a gran escala, están las fotografías intervenidas de médicos, enfermeras y personal de salud desnudos y desnudas, con rostros de aves, en metáfora de la gran narrativa de lo múltiple y anónimo, dan cuenta de discursos en emergencia.
Hacia adentro, la exposición antológica por el centenario de Berlanga, el cineasta valenciano que desafió la represión y la censura, con un significativo uso de archivos reinterpretados y resituados en el escenario de hoy. Y en el IVAM, la exposición por el centenario del artista valenciano Renau, que trabajó con Siqueiros, en México, y apostó por la utopía de un arte y una arquitectura para los trabajadores. Y que por cierto, miró con ojos compresivos el intento de atentado a Trotsky, en México.
En la puerta del ayuntamiento de Valencia, un día la presentación de las ganadoras del concurso de la fallera mayor, y otro, el primer miércoles de cada mes, la marcha feminista contra la violencia de género y el feminicidio… una lista nombre por nombre de las asesinadas del cuerpo, declaradas así.
Mientras, también en Valencia, una fotorreportera se hace eco de un día a día, en una muestra fotográfica y testimonial sobre otra gran re-emergencia: las exhumaciones de los miles de fusilados en el franquismo, que sigue abriéndose paso en medio de tensiones sociales y de una reapertura que quiere parecerse a la normalidad, sin que sepamos a ciencia cierta en qué destino situaremos hoy el término.
Las mujeres como lugar de la memoria: ellas encontrando las fosas adonde fueron a dar sus maridos o sus padres, que fue contado a otras mujeres, hijas y nietas, de generación en generación, que no olvidaron con qué objeto estaba aquel hombre, con cuál anillo, con cuál zapato, con cuál reliquia, por si tal vez algún día… y una sociedad que no encuentra comienzo hasta que todos sus muertos sean sacados de las fosas y emprendan, junto a ellas, esa vida que dice que es mejor… a ver si lo es… y que cual relato coral va sosteniendo el día a día cuando cada vez queda menos tiempo…y otra vez lo sostenible…
Y otra vez en Cuba hoy, el proyecto revolucionario está sometido a tensiones extremas: el acoso político, financiero y mediático del gobierno de Estados Unidos y la extrema derecha mundial. Una verdad inocultable. Las durezas del día a día tensan una cotidianeidad que está devolviendo narrativas complejas y múltiples: de la resistencia, del agotamiento, de la búsqueda correlativa de discursos que tiene en el pensamiento, la cultura y el arte el desafío de un posicionamiento que inexorablemente nos devuelve a las tres corrientes históricas de la isla: el anexionismo, el reformismo y el independentismo.
Y como eje cruzado, la vida cotidiana amenazada por la desesperanza, en medio de una confusión resbaladiza por la búsqueda del horizonte: los llamados revendedores sedimentando un ámbito sociodiscursivo de la depredación versus a/sostenimiento de una crisis que pone a prueba el escenario más trascendente de la utopía revolucionaria, no solo para Cuba; la superposición de relatos en los barrios, adonde se ha trasladado, en medio de la larga pandemia, el debate sociológico de fondo y espacio discutido hoy por el arte, la cultura y la política al convertir la narrativa cotidiana en zona de conflicto y escenario de intereses en la batalla en definitiva por el lugar/poder político.
Las mujeres de nuevo en ese escenario, construyendo el día a día y como lugar de los cuerpos y de las memorias, resituando los discursos y preeminencias.
En mi barrio de La Habana, la mujer que revende el pollo, luego de la cola del día, narra el sacrificio de su existencia y es capaz de en “acto solidario”, esperar varios plazos para el pago. En mi barrio también, la doctora de la familia llama desde su teléfono móvil a las casas de las personas para ver cómo están, y visita a cada una para el pesquisaje de la Covid-19 que aún se mantiene.
En mi barrio, mi vecina Glorita transita desde la protección a su hijo con importantes responsabilidades de gobierno, al hijo muerto, al hijo que cada día maneja una guagua, a las nietas que están creciendo, a que todo está muy caro, a que la gusanera está revuelta, a que estamos vivos y todo tendrá que ser mejor.
La superposición de narrativas, en la realidad, en los medios, en las redes en Cuba, fuera de ella, en los barrios, en las escuelas cubanas, en la reapertura esperada después de la larga cuarentena debido a la pandemia, dan cuenta de experiencias de vida y de percepciones/vida, extraordinarias y de gran fugacidad en el expectante 15 de noviembre y 11 de julio últimos en la isla.
Mientras, una noticia global reciente, cuya foto de portada contiene mujeres y niñas, afirma que la realidad de millones de personas está delineando un axioma preocupante, con énfasis en 47 países, 28 de los cuales pertenecen a África Subsahariana: será prácticamente imposible lograr el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas que apunta a erradicar la inseguridad alimentaria para 2030, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible.
Y según las proyecciones del Índice Global del Hambre, la seguridad alimentaria está siendo dañada por el empeoramiento de los conflictos, las condiciones meteorológicas extremas asociadas al cambio climático global y los retos económicos y sanitarios vinculados a la pandemia. En el centro de ello, las mujeres y las niñas.
Y cabría preguntarse: ¿En qué quedamos?
Refiriendo a Serres, Martín Barbero ha refrendado sobre las cartografías contemporáneas: “Nuestra historia, singular y colectiva, nuestros descubrimientos como nuestros amores, se parecen más a las apuestas azarosas del clima o los sismos que a un viaje organizado provisto de un contrato de seguros (…). Por esta razón los mapas meteorológicos, rápidos y lábiles, o los lentos y pacientes que nos muestran las ciencias de la tierra profunda, con sus placas movedizas, líneas de fractura y puntos calientes, interesan hoy al filósofo más que los antiguos mapas de carreteras. Estamos ante una lógica cartográfica que se vuelve fractal —en los mapas el mundo recupera la diversa singularidad de los objetos: cordilleras, islas, selvas, océanos— y se expresa textual, o mejor textilmente: en pliegues y despliegues, reveses, intertextos, intervalos. Es lo que condensa para Serres la imagen de Penélope tejiendo y destejiendo el mapa de los viajes de su marido, mapa del mar soñado y del real entretejidos en el canto de Homero”.
Es otra cartografía desplegada en el desafío del pensamiento, del arte y la cultura. Cuando el mundo está intentando volverse a la normalidad, llena de diferencias e indiferencias, están las tensiones nuevamente entre la memoria y el olvido. El relato de hacer como si no hubiera pasado nada, como si no nos estuviera pasando, como si esto que vivimos, o estamos viviendo, es fugaz como las matrices mediáticas que nos despiertan cada día.
O hacemos la corte al papel fagocitador del capitalismo contemporáneo y en breve (ya se está mirando) esto que vivimos es una novela pasada, mal contada dirían algunos y la amnesia nos vuelve a arrasar el tiempo. Porque de nuevo estamos en un parteaguas por las narrativas de la existencia para un mundo cuya sustentabilidad tiene la apuesta del tiempo del destiempo.
Son tiempos de reinvención: de la justicia, de la ciencia, de la política, de la información, de los objetos, de la creación, de las redes totales, de los destinos… Habrá que ver quiénes se apropian de esas narratividades múltiples y con qué fines. Nos estará quedando la opción inaplazable de la marcha hacia adentro y hacia afuera, al mismo tiempo, para que los fagocitadores de siempre no nos dibujen de nuevo el horizonte.
Y en medio de estas voces, invitamos a reflexionar sobre el mundo en que vivimos, las palabras, el híper consumo, las redes de solidaridad como opción imprescindible, el papel de las mujeres y de quienes, aliadas a ellas, enfrentan los tiempos difíciles en narrativa coral de la existencia con diálogos y experiencias sin las cuales no hay ni tiempo fértil ni mundo sostenible.
(Imagen de portada: Ilustración de Lema).