Justo de Lara
CON DOS DEDOS

 Justo de Lara, periodista  (II y final)

Después de haber colaborado en no pocos periódicos  y revistas, José de Armas y Cárdenas asumió la edición de Lunes de la Unión Constitucional donde, apunta Cintio Vitier, “su colaboración semanal adquirió un ritmo periodístico, sin perder el sosiego y la dignidad habituales de su prosa”.  En dicha publicación, afirman sus biógrafos, comenzó a utilizar el seudónimo de Justo de Lara.

Justo de Lara es el protagonista de la comedia El delincuente honrado, de Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), obra que por su dulzona sensibilidad, tan distante de la frialdad de la tragedia neoclásica, deviene  el primer intento de romanticismo en el teatro español y, en opinión del filólogo e historiador hispano, Marcelino Menéndez Pelayo, plasmada en su Historia de las ideas estéticas, “germen del drama moderno de costumbres”.

¿Por qué Justo de Lara?  Francisco de Paula Coronado ofrece tres respuestas a la interrogante. Tras afirmar que De Armas pudo haber adoptado el seudónimo para seguir  la costumbre  de la época en que la mayor parte de los escritores y, sobre todo, los críticos, ocultaban su identidad bajo un seudónimo, comentó, también que debió seducirle el carácter austero del alcalde de casa y corte de la comedia mencionada.

Aunque esta última afirmación resulta atendible —De Armas presumió siempre de la supuesta imparcialidad de sus juicios, situados, decía, por encima de las mundanas pasiones— parece que con la elección de ese sobrenombre  persiguió el fin  de consagrar un cariñoso recuerdo a su abuelo que, en el antiguo Liceo de La Habana, obtuvo uno de sus más resonantes triunfos como actor aficionado la noche en que interpretó al personaje creado por Jovellanos.

Luego de  asumir la edición de Lunes de la Unión Constitucional y de su designación como corresponsal en La Habana de The New York Herald, De Armas parece reacio a dar a la imprenta títulos como los que apenas cinco años antes le dieron reconocimiento y fama como crítico erudito. No por ello dejó de cultivar la crítica y el comentario literarios, tanto en Lunes, donde no hizo otra cosa, como en el resto de las publicaciones con las que colaboró.

Entre sus estudios sobre el Quijote apócrifo y La Dorotea —ambos de 1884—  y su libro Cervantes y el Quijote (1905), transcurre un periodo de más de veinte años en que los opúsculos que publica nada tendrán que ver con la crítica literaria.

En esos años aparecieron Las armas y el duelo, una alabanza de la esgrima; Rojos y azules, sobre el béisbol; Los adivinos y la ciencia, en torno a experiencias de adivinación del pensamiento; Observaciones médico-legales sobre el caso de don Esteban Verdú, donde enjuicia un suceso criminal ocurrido en La Habana de 1890, y La perfidia española ante la Revolución de Cuba, al cual  ya se hizo referencia.

En 1892, en La Habana, comenzó a publicar, prácticamente solo, el semanario Las Avispas, del que aparecieron catorce números y que, con la entrada de otros redactores en 1893, adquirió frecuencia diaria. Esta publicación  llevó como lema las siguientes palabras del escritor y diplomático español Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648): “Solo podrán mantener la ardiente fidelidad: la excelencia del Gobierno, las acertadas elecciones de los ministros y el castigo severo de los desórdenes, principalmente los que se cometieron contra la justicia, las honras y las haciendas”.

En Las Avispas, De Armas evidenciará su capacidad satírica y su aptitud  para el periodismo de combate, medios de los que se vale para criticar, desde posiciones fundamentalmente autonomistas, los males de la Cuba colonial. Así se advierte en los artículos titulados “Hay que redimirse”, “Por los cubanos” y, sobre todo, “Nuestra protesta”, en el que condena la nueva designación de Valeriano Weyler como capitán general de la isla.

Las Avispas constituyó el primer intento de De Armas en el propósito de hacer revistas unipersonales. Reeditó ese empeño en Nueva York, en 1896, cuando dio a la luz tres números de una publicación que llevaba el nombre de la primera; y en 1912, en Madrid, con El Peregrino, de la que aparecieron cinco números.

En 1908 se desempeñó como corresponsal del Herald y del Diario de la Marina en Haití durante la rebelión de Firmin y Jean-Juneau. Al año siguiente, en su condición de corresponsal del periódico norteamericano se estableció en Madrid,  España, desde donde reportó también para publicaciones cubanas.

Entre 1909 y 1912 apareció en el Diario de la Marina su columna “Cartas de Europa”. Otra columna suya, “Impresiones”, fue publicada en La Discusión entre 1913 y 1914. A partir de ese año dio a conocer en Heraldo de Cuba,  la titulada “Desde Madrid”.

“Los periódicos cubanos me pagan poco y mal —expresó en una carta al novelista José Antonio Ramos—, pero no quiero perder el contacto con mis lectores cubanos. Si no escribo algo primero para Cuba, una carta aunque sea, no me puedo poner a hacer otra cosa”.

Durante la estancia de De Armas en Madrid, los lectores cubanos tuvieron con sus correspondencias y artículos una información variada y de primera mano sobre la actualidad española, así como interesantes comentarios acerca de la Primera Guerra Mundial.

“¡Cuán erróneamente creen algunos… -—escribió en 1899— que el estilo de todos los periódicos diarios tiene a la fuerza que ser descuidado y falto de belleza!”

Y antes, en 1895, esbozaba en el Diario de la Familia toda una teoría del estilo. Escribió; “No cabe la menor duda… de que los excesivos adornos del lenguaje perjudican tanto a las buenas letras. La sencillez debe ser, por consiguiente, la musa de las artes. Un edificio donde los órdenes arquitectónicos se encuentren mezclados, en que columnas, capiteles, arabescos, torres, bóvedas, apenas puedan distinguirse uno de los otros, será a lo sumo la obra de un Churriguera. En cambio, las columnas que se levantan solas y severa, sosteniendo con grave majestad la arrogante techumbre, constituyen el Partenón griego. La gracia no falta en ellas, por cierto y son eternas e imborrables”.

Aun en aquellos trabajos más apresurados, motivados por la necesidad de reportar urgentemente la realidad inmediata o comentar la noticia de última hora, De Armas se  mostraba como todo un estilista  La elegancia, la concisión, el tono mesurado y nunca altisonante, y una aparente objetividad, constituyen  características de su quehacer periodístico. Eso hace que sus trabajos se le lean hasta el final, aunque  no se comparta su criterio, absolutamente original a veces, o el material referido a un suceso haya envejecido como es lógico.  Más que un genuino exponente del periodismo de su tiempo, Justo de Lara constituye  un maestro  del periodismo de todos los tiempos.

(Ilustración: Isis de Lázaro).

Foto del avatar
Ciro Bianchi Ross
Es un intelectual, periodista y ensayista cubano. Su ejecutoria profesional durante más de 55 años le ha permitido aparecer entre principales artífices del periodismo literario en la Isla. Cronista y sagaz entrevistador, ha investigado y escrito como pocos sobre la historia de Cuba republicana (1902-1958). Ha publicado, entre otros medios, en la revista Cuba Internacional y el diario Juventud Rebelde, de los cuales es columnista habitual. Premio Nacional de Periodismo "José Martí" en 2017.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *