Ahora mismo, mientras desde Punta del Este, Uruguay, la Unesco celebra, en formato híbrido, la Conferencia anual del Día Mundial de la Liberad de Prensa, los grandes medios, «mediosos» de la verdad, ocultan titulares incómodos y copian, cortan, pegan e imprimen fake news lavadas con dinero generoso bajo el disfraz del buen periodismo.
El encuentro, que comenzó el 2 de mayo y culminará el día 5, tiene como lema: «Periodismo bajo asedio digital», considerando el impacto de la era de internet en esa libertad de expresión a menudo más cautiva de quienes desgastan su nombre convenientemente que de aquellos que la «oprimen», según el discurso del gran capital.
A la prensa cubana, que muy temprano aprendió del país desde donde se pronuncia a evaluar los hechos con los ojos de su pueblo, le llama la atención, sobre todo, el segundo de los lemas de esta Conferencia: «El periodismo está siendo bloqueado».
Si bien los otros dos —«El periodismo está siendo atacado» y «El periodismo está siendo hackeado»— se ajustan igualmente a lo que los cuatro millares de reporteros del país sufren a diario desde gobiernos ajenos, no del propio, el lema que menciona el bloqueo nos resulta particularmente sensible.
Los periodistas cubanos sufrimos, como parte del pueblo, el agobio por el cerco a nuestra alimentación, medicinas y condiciones generales de vida, pero como gremio específico «nos toca», mandado por el Norte en empaque venenoso, el bloqueo por ser voceros de la verdad de una nación que se resiste al yugo. Y ya se sabe que, desde los tiempos de sus libertadores hasta ahora, la independencia y la verdad son las vitaminas principales de los cubanos.
Estas jornadas por el Día Mundial de la Liberad de Prensa, de cuyo discurso pretenden apoderarse los «informadores» más deformadores, evidencian también, por multitudinaria omisión, la crudeza del bloqueo al periodismo y a los periodistas cubanos.
En Cuba, los periodistas corren la suerte del pueblo. Cuando, tras dos años de silencio en las plazas por la pandemia de COVID-19, el país retomó el primero de mayo uno de los desfiles obreros más alegres del planeta, por el Día de los Trabajadores, su prensa no solo marchó con la gente, sino que plantó en el teclado, con manos emocionadas, las semillas de otra gran jornada.
Miles de amigos de decenas de naciones vivieron, en primera persona, esa marcha, pero otros tantos del mundo no pudieron saborearla en titulares porque el «cuatrero poder» del imperialismo y sus corporaciones mediáticas tejieron en torno suyo poderosa alambrada digital.
De modo que, cuando los dueños de las armas, los aviones, los laboratorios, las redes sociales y los «supermedios» occidentales han tapado en los grandes buscadores la realidad de esa marcha, han servido de segunda mano —vil, por cierto— en un bloqueo que obstruye no solo a unos millares de periodistas, sino a un pueblo entero.
En este Día…, como se hace desde 1993, se pasa balance a los principios fundamentales de la libertad de prensa. Los periodistas cubanos pueden hacerlo con el orgullo de saber que su libertad está directamente conectada con la de un pueblo entero que al mismo tiempo hace y reporta la gran noticia de una revolución. Desde 1959, la prensa cubana dejó de tener mártires, pero multiplicó, crecidos al lado de la gente, la cantidad de sus héroes. Hay mucho que escribir al respecto.
La puja de nuestros reportes, el primero de mayo, fue la misma lucha de todas las gargantas en las plazas cubanas: ¡abajo el bloqueo de Estados Unidos! Quien bloquee de un «clicazo» ese reclamo es un cautivo del supermiedo y no tiene derecho a hablar de ninguna libertad.
Como siempre, Milanés, con toda la claridad del mundo.
Primero de Mayo cubanísimo, revolucionario, alegre, combativo.